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Primer conato de motín en Guantánamo y varios intentos de suicidio

El informe de once páginas de la ONU urge también a EE.UU. a acabar con las prisiones secretas y la aplicación de interrogatorios que puedan ser calificados como torturas

El pasado jueves fue un día difícil en Guantánamo. Cuatro detenidos trataron de suicidarse. La prisión vivió su primer motín y, cuando parecía que la noche traía la paz, en Ginebra ya era viernes. Allí el Comité contra la Tortura, de Naciones Unidas, declaraba en su informe que la cárcel que hasta ahora vivía en un limbo es en realidad ilegal y, por lo tanto, debe cerrarse.

No era la primera vez que un cuerpo de la ONU pedía el cierre de este agujero negro en el que 460 personas llevan detenidas e incomunicadas más de cuatro años, sin que la mayoría hayan sido acusadas de nada ni se les haya permitido contacto alguno con abogados o familiares. En febrero, cinco relatores especiales de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU concluyeron, tras año y medio de investigaciones, que la situación de este centro de detenciones, abierto tras la invasión de Afganistán, es «inaceptable bajo el derecho internacional», por lo que recomendaron su cierre «inmediato».

Una recomendación que ayer se le volvió a presentar al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, esta vez firmada por los diez expertos independientes que forman el prestigioso Comité contra la Tortura. El informe de once páginas urge también a Estados Unidos a acabar con el uso de prisiones secretas y la aplicación de sistemas de interrogatorio que puedan ser calificados como torturas o crueldades.

Primera vez

Era la primera vez en seis años que Estados Unidos era llamado a declarar. Durante su comparecencia ante el comité el pasado día 8, el jefe de la delegación estadounidense, John Bellinger, aseguró que su país «deplora la tortura», y da órdenes a todos sus funcionarios, «donde quiera que estén», de no cometer «actos o castigos crueles, inhumanos o degradantes», tal y como le obliga la Convención Internacional contra la Tortura de 1987, firmada por 141 países.

Perros y humillaciones

Los expertos de Naciones Unidas no están de acuerdo. En su informe mencionan como ejemplo el uso de perros para aterrorizar a los detenidos, la práctica de simular que están ahogando a los prisioneros bajo el agua y las humillaciones sexuales.

El Gobierno de Washington no niega lo que resultó evidente para el mundo después de salir a la luz las fotografías de Abu Grahib, pero asegura que investiga cada acusación y enjuicia a los culpables. La cárcel iraquí, sin embargo, fue sólo la punta del iceberg. El propio Ejecutivo estadounidense reconoce la muerte de veintinueve detenidos en Irak y Afganistán. Es el saldo oficial que se deriva de las más de ochocientas investigaciones por malos tratos que han resultado en 103 tribunales militares, en los que 89 miembros del Ejército resultaron culpables, pero sólo diecinueve recibieron un año o más de prisión.

Lo que ocurre tras las vallas de Guantánamo sigue en la nebulosa, porque el Gobierno norteamericano no permitió a los miembros de la Comisión de Derechos Humanos entrevistarse con los detenidos. Sólo la Cruz Roja Internacional ha tenido esa oportunidad, pero está obligado a mantener la confidencialidad sobre sus conclusiones.

Se sabe, como mínimo, que los 460 presos que permanecen allí -unos trescientos han sido liberados sin cargos y deportados a sus países de origen- padecen un estado de ansiedad y depresión lógico ante la perspectiva de un encarcelamiento indefinido sin causas ni juicios. Sólo diez prisioneros han sido presentados ante un tribunal militar.

El resultado de esta desesperación han sido hasta ahora treinta y nueve intentos de suicidio, entre los que se incluyen los cuatro del pasado jueves. Tres de los presos trataron de acabar con su vida a base de una sobredosis de medicamentos que, a pesar de ser suministrados con cuentagotas, habían guardado cuidadosamente hasta que creyeron tener suficiente para acabar con su vida. No lo lograron, la vigilancia es constante.

Huir como cadáver

Por la tarde, los soldados que custodian esta prisión de máxima seguridad tuvieron que irrumpir en una de las áreas comunes en la que un preso se preparaba para ahorcarse. Fue entonces cuando el resto de los reos les atacaron con todo lo que encontraron a mano -ventiladores, cables eléctricos, etcétera- para que su compañero lograse su objetivo de escapar en forma de cádaver.

El comandante Robert Durand aseguró que sus hombres controlaron la situación rápidamente «con mínima fuerza», quitándole hierro al incidente que inaugura la historia de los motines en la prisión de Guantánamo. Ninguno de los suicidas logró morir en el intento.

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