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Viuda coraje

Ana María Sanz era una peluquera de Burgos hasta que su marido murió al regresar de Afganistán en el accidente del Yakolev 42. Un año después, la joven de 24 años ha cambiado los rulos y el secador por el fusil HK y forma parte del contingente español en misión de paz en Kabul

Ana María Sanz pasa este fin de semana sus últimos días libres antes de embarcarse en la aventura de su vida. Con el apoyo de su familia, sus amigos y sus compañeros está decidida a continuar con la labor emprendida por su marido, el sargento Juan Ramón Maneiro Cruz. No habla mucho, pero lo que sale de sus labios lo dice con seguridad, dando a entender que no hay marcha atrás. Hoy lunes recibirá el petate y el martes saldrá junto a otros 40 militares desde el aeropuerto vallisoletano de Villanubla hacia Kabul.

En la mente de todos flotará aquel negro 26 de mayo de 2003 en el que murieron 62 militares españoles al estrellarse sobre suelo turco el avión ucraniano tipo Yakolev 42. El sargento Maneiro, de 33 años, y sus 61 compañeros regresaban de una misión de cuatro meses en Afganistán. Esta tragedia, la peor sufrida por el Ejército español en tiempos de paz, rompió para siempre la vida de Ana María y Juan Ramón, que se habían casado nueve meses antes en Burgos, donde residían.

«Han sido meses muy difíciles en los que la vida te cambia tanto que hay que reordenar todo», explica Ana María a ABC en una conversación telefónica. «Después de aquello dejo la peluquería, me aparto a pensar y en septiembre de 2003 decido alistarme. Era algo que ya se me había pasado por la cabeza antes de casarme. Incluso después de la boda me lo había planteado, pero no iba a coincidir en los mismos destinos que mi marido. Por eso, después del accidente pienso que era un buen momento para continuar con el trabajo que él hacía».

Juan Ramón Maneiro era de Tenerife pero, al igual que ahora Ana María, estaba destinado en el Regimiento de Ingenieros número 1 de la División Mecanizada Brunete, con base en Castrillo del Val (Burgos). Su destino en Afganistán no era el primero en el extranjero, pues con anterioridad había estado en Bosnia, misión tras la que fue condecorado.

Los últimos doce meses han hecho recapacitar a Ana María, que ahora piensa en preparar su acceso a la Academia para dentro de tres años, cuando optará a ser sargento como su marido. «Todo esto lo hago por mí misma; es un trabajo en el que me encuentro bien, me siento realizada. No es que estuviera mal en la peluquería, pero necesitaba cambiar», comenta. Su madre, con la que vive, y la familia de su marido en Tenerife, donde suele ir a pasar las vacaciones, han superado la sorpresa inicial de la idea y ahora todos apoyan orgullosos el proyecto de la soldado Sanz.

Por el momento sabe que va destinada en la unidad logística, aunque no sabe aún qué puede dar de sí el día a día en Kabul. La burgalesa, por si acaso, ya ha dejado claro que si hay que patrullar por la ciudad, se patrulla, aunque huye en todo momento de darle la más mínima importancia a lo que va a hacer. Eso sí, sabe que será testigo de la pobreza que atenaza a un país que escribe hasta su historia más reciente a base de guerras. Afganistán es hoy el escenario de constantes batidas de las fuerzas estadounidenses, que están convencidas de que si Bin Laden está vivo en alguna parte del mundo es allí. La capital, donde sólo hace unos días dos extranjeros fueron lapidados en plena calle, está permanentemente gobernada por el caos.

«Voy a pasar estos cuatro meses lo mejor posible. Podré saber cómo estuvieron ellos, aunque un poco de incertidumbre por saber qué me voy a encontrar allí sí que hay», señala refiriéndose al Kabul que va a pisar junto a sus otros 132 compañeros un año más tarde que su marido. «Siempre lo tendré en el recuerdo», concluye.

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