CON USTEDES, MÍSTER ROCK AND ROLL

En un concierto como el vivido la noche del sábado en La Riviera, cobra especial importancia la presencia del telonero. Porque es el que redondea la noche. La estrella, el cabeza de cartel, destapa indudablemente el tarro de las esencias -y qué esencias-, pero los minutos justos para saborearlo y quedarse con la miel en los labios. Sin embargo, la humilde aportación del que aparece primero en el escenario consigue que los números cuadren, que el público asistente se vaya con la sensación de haber pasado una noche importante a cambio del dinero gastado en la entrada.
El paso de Chuck Berry por Madrid fue corto pero intenso. Hablamos de un personaje que estuvo en el momento justo en que alguien tenía que dar el paso desde el blues al rock and roll. Escuchando sus temas, se oyen a los primeros Rolling Stones y a los Beatles, ni más ni menos. Dos grupos que supieron darse cuenta de que la gran revolución la estaba protagonizando un negro nacido en Sant Louis que no convencía en exceso a sus compatriotas blancos. Por eso es algo más que una leyenda. Es la figura clave que da a entender todo lo que ocurrió a partir de entonces en eso llamado rock.
Un tipo que comienza su actuación con «Roll Over Beethoven» y «Heil heil rock and roll», y no está haciendo versiones, sino que son suyas, merece mucho respeto. Más o menos el mismo que le dedicaba el público, del que formaban parte los que deben de ser los último rockers y rockabillys que quedan en la capital. Tupés, cazadoras de cuero, corbatas de lazo y botas puntiagudas se dejaban ver entre un gentío que, si bien no abarrotaba, sí que casi llenaba el recinto.
Pero tiene 79 años y no está ya para muchos trotes. Amagó simplemente su famoso «paso del pato». Le costó levantarse tras tocar la guitarra con los pies colgando del escenario, y su actuación duró sólo una hora cronometrada -a pesar de las fuertes e incansables protestas de los presentes-, pero tiene el ánimo suficiente de ponerse una fantástica camisa azul de lentejuelas, de hacer que suban a bailar bellas jovencitas a su alrededor -tomaba distancia para verlas con perspectiva-, y de reproducir con su guitarra las leyes que él mismo escribió.
Ocurre que nos encontramos ante la persona que se inventó el ritmo básico del rock and roll y esos guiños que tantos grupos utilizan hoy en día, como hacer gritar al respetable con sus «hey hey» o «yeah yeah». Los adolescentes de hoy no son ya como él los retrató minuciosamente con sus canciones, pero todavía hacen vibrar «Maybellene», «Go go go», «You Never Can Tell» -muy conocida hoy en día por su inclusión en la banda sonora de «Pulp Fiction»-, y, sobre todo, «Johnny B. Goode», el himno que provocó el paroxismo en la sala.
Por su parte, la J. Teixi Band abrió la velada con su potente rhythm and blues. Son los Blues Brothers españoles, y ejercieron de anfitriones con muchas ganas y acierto. Su oferta musical es divertida y de energía contagiosa. Aquellos que llegaron tarde se perdieron un buen espectáculo. Pero el Black Music Festival continúa. El próximo miércoles, en el mismo local aparecerá otra leyenda de la música popular del siglo XX, Billy Preston. Estamos de suerte.
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