Schwarzenneger, contra las cuerdas

NUEVA YORK. Preparándose para lo peor, María Shriver, «una kennedy», la esposa del gobernador mejor torneado de Estados Unidos, Arnold Schwarzenegger, confesó en antena a su amiga Oprah Winfrey -la reina de la televisión- que quería a su marido «en casa». Es sin embargo muy pronto para extender el certificado de defunción de quien fue la estrella de la Convención republicana que lanzó al presidente George W. Bush a la reelección y suscitó llamamientos a corregir la Constitución para que un extranjero (el gobernador de California nació en Austria) pueda sentarse en la Casa Blanca.
No han pasado ni dos años desde que el héroe de filmes como «Terminator» le diera un vuelco a la política y, como republicano moderado, se alzara con el cargo de gobernador de un Estado de mayoría demócrata: una plataforma que propició el despegue para otro actor que ganó la Presidencia, Ronald Reagan. La política y la realidad han empezado sin embargo a hacer dura mella en el cuerpo de Schwarzenegger: no sólo se ha visto obligado a ceder en algunos de sus más caros proyectos, sino que su popularidad se encuentra en su estado más bajo desde que ganó las elecciones: un 49 por ciento.
Algunos retratistas han empezado a establecer paralelismos inquietantes con otro gobernador insólito -Jesse Ventura, que llegó a la política desde el ring de la lucha libre y que tras un desembarco espectacular en Minnesota agotó su magia en un mandato- y con el propio presidente Bush, cuyas iniciativas y aprobación popular después de haber ganado con claridad la reelección parecen resquebrajarse.
Pesada carga
«¿Está resultando la política demasiado pesada para el antiguo Míster Universo?», se preguntaba recientemente la revista The Economist. El todopoderoso gobernador ha tenido recientemente que dar marcha atrás en algunas de las iniciativas que le llevaron al despacho de Sacramento: su promesa de privatizar el sistema estatal de pensiones (un eco del ambicioso plan del presidente Bush de privatizar parte de la Seguridad Social) y su plan de reforma del sistema de prisiones.
La popular figura del gobernador que todavía ha de adaptarse a los trajes de buen corte y a la prosodia de la política, ha sufrido lo suyo por culpa de anuncios de televisión pagados por todos los sectores que han sentido la tijera de sus recortes presupuestarios como profesores, bomberos y enfermeras, que le han acusado de ser una millonaria marioneta de Hollywood al servicio de plutócratas republicanos.
Sus rivales han recuperado la convicción de que «Terminator» no es invencible y han resaltado la «hipocresía» de un gobernador que les critica por atender a «intereses especiales» mientras no hace ascos a jugosas donaciones de grupos de presión ligados a grandes corporaciones. También han reavivado uno de los argumentos que no hicieron efecto durante la campaña electoral: su machismo: «No fue muy inteligente por parte de un actor de cine multimillonario con un historia de haberse aprovechado de mujeres prometer un «puntapié en el culo» de las enfermeras» que pedían un porcentaje más racional de pacientes por enfermera, reseñaba The Economist.
«El sueño de California está en peligro. Estamos perdiendo la fe», proclamó el 15 de marzo el tesorero del Estado, Phil Angelides, el único funcionario electo -en 1999- que siguió en el gobierno tras la irrupción del actor nacionalizado estadounidense, y anunciaba así su candidatura a destronar a Schwarzenegger. Está por ver en qué medida la recién anunciada bonanza fiscal permitirá al actual gobernador cambiar las tornas de la popularidad.
Angelides ha cuestionado los recortes presupuestarios en salud y educación. A pesar de que es casi un desconocido frente a un «héroe de acción global, una celebridad internacional», espera aguijonear a las desanimadas huestes demócratas a que cierren filas para derrotar a Schwarzenegger, que hasta ahora ha sabido sacar buen partido de su condición de republicano moderado enemigo de los impuestos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete