UN TERRORISMO GLOBAL, PERO DISTINTO

CUANDO va a cumplirse un año de los atentados del 11-M, la Cumbre Internacional sobre Terrorismo, Democracia y Seguridad es un intento de llegar a acuerdos sobre cuáles pueden ser las causas de la globalización del terror y qué instrumentos democráticos tienen los gobiernos y la sociedad civil para dar una respuesta eficaz a esa violencia. Esta exigencia, la de la respuesta democrática es la mayor dificultad que van a encontrar los políticos y expertos de 55 países que ayer comenzaron sus reuniones en Madrid para definir estrategias y propuestas de futuro. Los efectos que provocan los actos terroristas en cualquier lugar del mundo son los mismos, puesto que afectan al poder, las leyes, la seguridad y las lógicas reacciones de la condición humana como el miedo, la inseguridad y la desconfianza. También pueden serlo las medidas de prevención, respuesta y servicios de inteligencia.

Es cierto que el terrorismo es un fenómeno global, tal como parecen inspirar los trabajos de la Cumbre de Madrid. Por eso requiere una respuesta global: porque existe una sincronía en el tiempo, una coincidencia de hechos o fenómenos en un momento histórico. La coordinación internacional de acciones será efectiva en materia policial, judicial, de inteligencia, de homogeneidad penal y penitenciaria. También para el control de movimiento de capitales y para establecer un sistema justo de compensación a las víctimas. Pero no será realista partir de la idea de que todos los terrorismos son iguales. Son distintos en sus causas, orígenes, intereses en juego, métodos de actuación. Hay terroristas que luchan por un territorio ocupado, por la prevalencia de una etnia, por la expansión de una religión, por desesperación ante la miseria, para derrocar a un sátrapa, para repeler una invasión, para conseguir la instauración de derechos civiles. Global sí, pero igual no. Salvo en el rechazo moral.