Bodas griegas

Al cine de Manuel Gómez Pereira le gusta chasquear los dedos; «chas», «chas», «chas»..., así funcionan las cosas en el cine de este director, especialmente si lo ha tramado junto a sus guionistas favoritos, Oristrell y Yolanda García Serrano. Salvo excepciones, sus películas son frescas y divertidas como la cintura de una «majorette», y dan el pego de intrascendentes y vaporosas, aunque la realidad de su contenido pueda verse de un modo muy distinto: Nadie hay realmente a cubierto de esa fina llovizna de «cachondeo» que cae sobre el asfalto caliente de su cine.

El punto de mira de Gómez Pereira es lo excepcional, pero dispara hacia allí con salva de normalidad. El argumento de «Reinas» podría ser ejemplo para cualquier «soap movie»: parejas enamoradas, bodas en ciernes, madres y suegras que entran y salen de campo, equívocos, problemas, puertas que se abren y se cierran... Lo excepcional es que las bodas que se van a celebrar son las primeras entre homosexuales en nuestra recién estrenada «piel de... buey».

En «Reinas» hay al menos una docena de situaciones nunca vistas (o al menos, impre-vistas), y que están untadas en la trama con cuchillo jamonero aunque dejando en ella esa consistencia turbia que resulta de mezclar los potes de la mermelada y de la mantequilla. Situaciones de difícil descripción entre parejas, entre madres e hijos, consuegras, novios y perros, damas y jardineros, policías y psicoanalistas... La gran pregunta es ¿qué pretende Gómez Pereira con este argumento de inminencia-ficción sobre las primeras bodas gays que están al caer en España?... La respuesta fácil es: divertir; la respuesta enrevesada es: convertir (lo excepcional en normal, se entiende). Al menos lo primero, lo consigue con personajes luminosos, como la suegra argentina, el jardinero progre, la madurita ninfómana, el amplio catálogo de clichés homosexuales: el gay de diseño, el pobre, el promiscuo, el hamletiano...