«Douce France»
¿Cuántas tardes han tenido que pasar para que viéramos esta escena de un diestro que abre la Puerta Grande de Las Ventas? Me pierdo en la cuenta. Para lograrlo, han tenido que confluir, con el diestro triunfador, los toros y el público.
Ante todo, tres toros de encaste Núñez de los Lozano que han sido ideales para el torero. A eso se unen el fino estilo del francés y un público menos agrio que otras tardes. Y Miguel Abellán pierde con los aceros un trofeo seguro, en el cuarto.
El cartel de hoy es internacional: un diestro español, un francés y un mexicano. Es un ejemplo claro de lo que hoy representa la Tauromaquia: un arte universal que en el mundo entero se ve como una seña de identidad de la cultura española. Por eso algunos quieren prohibirla... Ya lo dijo don Nicolás Moratín, a fines del XVIII: «hazaña que ... solamente no es bárbara en España».
Las reses de la segunda divisa de los Lozano han sacado las virtudes tradicionales de los mejores Núñez. Curiosamente, los más bravos han sido segundo y cuarto, dos hermanos, negros, pero el quinto, que ha manseado al comienzo, ha mejorado luego muchísimo. Lo tres han metido la cabeza en los engaños de forma inmejorable.
Con este material, Juan Bautista puede lucir sus mejores virtudes. En el segundo, lancea con gusto y logra ligar, con la muleta, desmayando el toreo, casi mirando al tendido, con posturas estéticas. Lo mejor es la gran estocada, en el centro del ruedo.
El quinto, que brinda a Eloy Cavazos (como, antes, Macías) mansea primero, luego humilla de maravilla, le permite dibujar el toreo, con mucho reposo, casi de salón. Aunque la estocada queda desprendida, el entusiasmo popular logra la segunda oreja y la salida en hombros.
El primero de Abellán es un manso con poder al que aguanta, sin lograr corregir sus defectos. El cuarto es hermano del segundo también en la forma de meter la cabeza. Acierta al darle distancia y se muestra muy firme. Al final, lo vacía al natural, con mucho mando, a cámara lenta pero tarda en cuadrar y pierde el seguro trofeo.
Al mexicano Macías lo reciben con toda simpatía y él muestra su voluntad entrando en quites pero no se acopla al toro español ni a la forma de torear que Madrid exige.
Las palabras de la vieja canción de Charles Trenet festejan hoy el triunfo de un estilista francés y muestran con su ejemplo la universalidad de este arte que España ha dado al mundo.
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