El sofista y los malos ejemplos

UN sofista acusó a otro de ser un mal ejemplo. Y el colega, igualmente aficionado a dar razones o argumentos aparentes con los que pretende defender o persuadir a alguien de lo que en realidad es falso le preguntó: «¿Soy un buen o un mal ejemplo de la clase de los malos ejemplos?». Y se contestó a sí mismo diciendo: «Porque si soy un buen ejemplo entonces, por el mismo hecho de serlo, debería ser excluido de la clase de los malos ejemplos; en cambio, si soy un mal ejemplo de los malos ejemplos, no debes incluirme en la clase de los malos ejemplos, porque claramente soy un buen ejemplo».

Juncker, primer ministro luxemburgués y actual presidente de la UE, aseguró ayer que dimitirá si los ciudadanos de su país rechazan la Constitución Europea el próximo 10 de julio. Lo ha reiterado ahora, tras conocer el resultado de los referendos de Francia y Alemania y lo que revela la última encuesta hecha en su país: que el porcentaje de luxemburgueses que tiene la intención de votar «sí» al Tratado ha bajado al 46 por ciento desde el 60 que pensaba hacerlo en octubre de 2004. Ahora un 32 por ciento tiene decidido decir «no», pero entonces eran sólo el 19 por ciento. Por eso las razones de Juncker son un puro sofisma. Sobre todo porque es el autor del Plan «B» para el caso de que el Tratado no sea aprobado por más de cuatro países. Su asesor de prensa lo ha terminado de hundir diciendo que el primer ministro luxemburgués no puede comprometerse en nombre de los intereses luxemburgueses en Europa si los luxemburgueses dicen «no» a Europa. Los malos ejemplos son más dañinos que los crímenes, decía Montesquieu. A las pocas horas, el primer ministro de Dinamarca, igualmente aficionado a los sofismas, ha dicho que su país celebrará su referéndum en septiembre «siempre que el proyecto siga adelante». Para colmo, Zapatero dice que saldrá adelante porque Europa no es el problema, sino la solución. Protágoras, Gorgias e Hipias no lo hubieran hecho mejor.