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ABC Cultural

En ocasiones veo vivos

Robert de Niro

Hay dos tipos de películas de miedo: las que aguantan sucesivas revisiones y las que no soportan ni una, no ya por la ausencia de sorpresas, sino porque las trampas del guión son tan burdas que a la segunda quizás hagan gracia y a la tercera irritan al más templado. Ejemplos míticos del primer grupo son «Psicosis», que gana en cada pase, por muy bien que conozcamos la extrema delgadez de la madre de Norman Bates, y «El sexto sentido», cuyos engaños, «legales», provienen de su habilidad para sugerir lo que en realidad no dice. No es que «El escondite», sobre una niña que tiene un terrorífico amigo imaginario, sea el no va más de la fullería, pero abusa del conocido truco de dar gato por liebre. En todo caso, los aficionados a pasar miedo (a nadie le gusta pasar frío, que tiene casi los mismos síntomas) se llevarán su buena ración de sustos.

Pese al citado e imperdonable defecto, Robert de Niro aún arrastra a multitud de admiradores -si este hombre fuera político cualquiera sabe cuántas veces podría engañarnos- y la parte femenina del reparto supera el notable. La niña Dakota Fanning, la hija lista de Sean Penn en «Yo soy Sam», sería la novia perfecta de Haley Joel Osment, el chaval que veía muertos, mientras que Famke Janssen y Elisabeth Shue firman dos personajes escuetos, pero de degustación. El australiano John Polson, actor mediocre y ocasional guionista, consigue al menos que las triquiñuelas del inexperto autor de la trama, Ari Schlossberg, no canten demasiado hasta que el espectador rebobina el filme en su cabeza, con lo que cabe concluir que, cuanto menos se piense, mejor parecerá «El escondite».

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