El terror de las nenas

Ayuda a quemar muchas etapas intermedias tender paralelismos entre «Hitch» y «Torrente»: ambos son perfectos trajes a medida, o vehículos «tuneados», para sus respectivas estrellas, y a ambos les cuelga con alfileres un manual de estilo para el acoso y derribo del sexo opuesto. La diferencia, como siempre, está en las formas: finas huellas de perfume guerrero «pour homme» aquí, o lamparones de bocata de calamares alto en glutamato allá. Pero, epidermis adentro, los dos piensan en lo único. Por consiguiente, resulta tan difícil echarle el guante y pillarle el truco a esta película si no se digiere a Will Smith como a la otra si no se traga a Segura. Hechas estas aclaraciones de tanteo, pasemos a la alta montaña. Bueno, a los repechitos (de la Mendes hablamos luego, por cierto).
Así que tenemos al príncipe de Bel-Air en su terreno zumbón interpretando a un semi-invisible personaje, más mamporrero -horrible palabra, y más en año cervantino- que Cupido, que se dedica a «hacer que se suelten» algunos pardillos urbanitas ante la «gachí» de su vida, o de su fin de semana. Por suerte, el «señorito Will» y su infinito morro convierten tal personaje no en un temible sosias del que interpretó en «La leyenda de Bagger Vance», sino en un buscavidas afromediterráneo estilo Celentano o Tony Leblanc versión «blaxploitation». Así, la película adquiere un sano compadreo en su primer trecho, que nos recuerda a filmes tan entrañables y gallardos como «El knack y cómo conseguirlo» o «Elígeme», mientras nos descubre el talento cómico bañado en gelatina de Kevin James, ese John Candy levemente «woodyalleniano». Lamentablemente, la cosa recula en su segunda mitad, cuando el cazador queda cazado gracias a una mordedora y embuchada Eva Mendes, tan improbable heroína romántica como Salma Hayek en «Sólo los tontos se enamoran» (otro pestiñete de Tennant), coyuntura que hace tambalear el prestigio del tal Hitch -véase la ñoña y torpona primera cita en la isla de Ellis-. En fin, un filme-gominola ideal para que los yuppies lo comenten mientras esperan turno en el carrito de hot dogs y que, igual que el cine porno, no nos descubre nada nuevo bajo el sol: labia y jeta para ligar, y timidez y lírica para el altar. Encima hasta rima.
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