Presidente del tribunal del 11M
Gómez Bermúdez: «Con la declaración de los etarras en el juicio hicimos un ridículo espantoso»
11M: 20 ANIVERSARIO
Las teorías alternativas en el 11M llevaron a aceptar como testigos a miembros de ETA, como Henri Parot: «Le preguntaron tantas tonterías...»
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Durante los meses que duró el juicio por los atentados de Madrid, el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, manejó con solvencia cada una de las sesiones que se celebraron en el pabellón de la Audiencia Nacional en la madrileña Casa de Campo. ... Fue un juicio atípico, no solo por su complejidad sino por la presión social que en aquel momento se vivía. Desde su despacho en la firma Ramón y Cajal, el juez, que ahora ejerce como abogado, rememora en conversación con ABC aquellos intensos días.
—Han pasado veinte años del 11M, casi diecisiete desde la sentencia de la Audiencia Nacional. ¿Qué recuerdo tiene de aquellos días?
—El día de los atentados yo estaba como todas las mañanas oyendo las noticias de la radio mientras me afeitaba y tomaba un café. Al principio no se sabía lo que era. A los pocos minutos ya se confirmó que era un atentado grave y, naturalmente, aceleré y me marché a la audiencia, como hicieron prácticamente todos los compañeros. El juicio lo recuerdo como una experiencia muy intensa en todos los sentidos, y, a pesar de la tragedia, muy gratificante, por el componente humano, por la relación con las víctimas y con los familiares de acusados y sobre todo por el gran trabajo de funcionarios, policías y personal de limpieza para que todo fuera bien.
—¿Qué fue lo primero que le vino a la cabeza ese 11 de marzo cuando escuchó las noticias en la radio?
—A mí, como yo creo que al 99 por ciento de los españoles, que ETA había cometido un atentado porque sólo tres meses antes había colocado cincuenta kilos de dinamita en el expreso Irún-Madrid que tenían que explosionar en la estación de Chamartín en la tarde-noche del 24 de diciembre. Por lo tanto, lo primero que piensas es: no pudieron cometerlo en diciembre y lo han conseguido ahora.
—¿Mereció la pena presidir ese juicio pese al desgaste personal que supuso para todos?
—Sí, sin duda. El juicio fue la experiencia más intensa de mi vida. También la más gratificante por todo el componente no jurídico, por el componente humano, la tensión que había en la sociedad, la absoluta polarización de los medios de comunicación, lo compleja que era la organización del juicio... Todo eso fue un reto que a mí me motivaba.
—¿Lo volvería a hacer si diera marcha atrás?
—Sin duda. Y además porque teníamos un gran deseo de hacer justicia. No sabíamos en qué sentido iba a ser, pero sí de hacer justicia y de dar por lo menos un poco de calor a las víctimas.
—¿Cuál fue para usted el momento más emotivo del juicio?
—Como emotivo, la declaración de una víctima, un joven de veinte o veintún años que había quedado bastante afectado de la parte izquierda de su cuerpo. Este chico vino a declarar una tarde de primavera bastante avanzada. Se cerró el cielo, empezó a tronar fortísimo y a llover. Al acabar su declaración, reclamó responsabilidades políticas, lo que provocó una tormenta importante. Y lo dije entonces y lo digo ahora: jamás interrumpiré a una víctima que no está haciendo un mitin, que lo que ha hecho es soltar su dolor en diez segundos.
—¿Y el momento más duro?
—Más que duro, crítico. Fue la declaración del señor Díaz de Mera (director general de la Policía el 11M) cuando se negó a revelar el nombre de la fuente que le había informado de la existencia de de una pericial que vinculaba a ETA con el 11M. Esto era rigurosamente falso y en el tribunal sabíamos a qué se refería, al famoso informe del ácido bórico, una coincidencia tremenda que se puede dar en unos quinientos mil hogares en España, sobre todo en las zonas rurales. Es decir, que en un domicilio de Lanzarote, y en un piso que ocupaban unos miembros de ETA aquí, en Madrid, se encontró en los dos ácido bótico. Y esa era la conexión.
—El juicio del 11M un juicio atípico. No era fácil manejar tantas partes, tantos tomos, pero también era complicado abstraerse de lo que estaba pasando fuera. Había una presión social y mediática enorme. ¿Recibió usted presiones durante el juicio y justo antes de la sentencia?
—Durante el juicio recibía lo que mi entonces mujer, que es periodista, (Elisa Beni) llamaba 'palomas', mensajes transmitidos por terceros, no a mí, sino a ella o a mis amigos o conocidos, que nos hacían llegar la conveniencia o inconveniencia de adoptar una u otra postura. Pero no eran auténticas presiones. Eran más bien intentos de ver hasta qué punto éramos permeables. Pero el tribunal estaba absolutamente blindado. Posteriormente, después del juicio y mientras redactaba la sentencia sí recibí, y muchas, de todo tipo.
–Políticas, imagino. ¿O también mediáticas?
—Mediáticas también, pero básicamente políticas, incluso político-mediáticas. Había políticos que abogaban por tener información para un medio, otros para otro. En fin, había un poco de todo. La verdad es que, como está acreditado, no hubo una sola filtración. Estábamos absolutamente comprometidos con aplicar la ley en sus estrictos y justos términos. Y así se hizo.
Autocrítica
«Me hubiera parado más en razonar por qué condenamos a alguna persona que luego el Supremo absolvió»
—Quizá por esa presión exterior de la que estábamos hablando, y para no dejar grietas después de una investigación tan larga y de tantas dudas que se plantearon en algunos medios, se admitió la testifical de medio millar de personas, entre ellas etarras. ¿Qué pensó usted cuando tenía sentado en frente a un etarra?
—¿La verdad? Que estábamos haciendo el ridículo más espantoso, pero era una petición de las defensas y no se podía denegar; pero vamos, todavía que me acuerdo como si fuera hoy. Recuerdo que a Henri Parot, uno de los etarras más sanguinarios de la banda, le preguntaron tantas tonterías... Como que si había hecho ejercicio militar en Argelia, cuando este hombre no había pisado Argelia en su vida.
—Si este juicio no hubiera tenido esa presión mediática, ¿se habría admitido la testifical de ETA?
—Si la defensa plantea como alternativa que el delito no lo ha cometido su cliente, sino otro grupo criminal, hay que confrontar la tesis, porque teníamos periciales que concluían que no había ninguna relación de ETA con los atentados. Pero como he dicho, todos al principio, las primeras horas, pensábamos que era ETA. Eso es inevitable. Pero fue absolutamente inoperante, no sirvió para nada.
—Mirando hacia atrás, ¿está usted satisfecho con la sentencia? ¿Se arrepiente de algo en relación al fondo?
—Quizá me hubiera parado más en razonar por qué condenamos a alguna persona que luego el Tribunal Supremo absolvió, porque yo sigo convencido de que colaboró. Lo que ocurre es que lo veía tan claro que creo que ahí fui demasiado ligero de pluma. Había transportado un coche donde había habido explosivos. Es difícil de creer que no supiera nada. Pero, insisto, el déficit fue mío, no del Tribunal Supremo; razoné insuficientemente el por qué y no hay más base.
—El hecho de que no haya un autor intelectual, alguien que dio la orden, da pie a que algunos sigan cuestionando la autoría de estos atentados.
—Si algo caracteriza al terrorismo yihadista es que no es un terrorismo vertical, como pasaba en ETA. Es un terrorismo muy horizontal. Entonces no tiene por qué haber una orden y mucho menos una orden concreta sobre qué tipo de atentado, dónde y contra quién. Sí había en lo que llamábamos el 'al qaidismo', siempre unas situaciones genéricas de atentados contra los infieles de Al Andalus, etcétera. Hay un famosísimo, muy conocido experto en seguridad (Fernando Reinares), que afirma en un libro que la orden la dio Amer Azizi, un yihadista antiguo, conocido por la Policía y por los tribunales que se nos fue, se nos escapó en la llamada Operación Dátil. No pudimos juzgarlo. Nunca lo sabremos porque murió en 2005. Los suicidas de Leganés nos dejaron sin mucha información. Pero yo estoy convencido de que no estaba tan lejana la ideación del delito. Yo creo que estaba en la calle Martín Gaite de Leganés.Probablemente partió de Alekema Lamari, y sobre todo de El Tunecino.
Presiones al tribunal
«Mientras redactaba la sentencia recibí muchas presiones,básicamente políticas pero también mediáticas»
—Teniendo en cuenta que algunos de los acusados eran confidentes de la Policía, ¿considera que el atentado se pudo evitar?
—Todos los atentados son un fallo de seguridad, lo que pasa es que los confidentes son de dudosa credibilidad. Rafa Zouhier juraba que había informado del atentado. No, no es cierto. Había dado cierta información sobre un tráfico de explosivos de Asturias a unos «moritos», como él decía, siendo él también, por cierto, marroquí. Pero no dio información fidedigna para saber que iba a haber un atentado de esta magnitud. Yo creo que Zouhier dio información que podía ser que fuera cierta y que era interesante, pero no suficiente. Y en el norte había otro confidente que creo recordar que era el señor Lavandera que dio información de un tráfico de explosivos. Pero claro, es que en Asturias, en aquella época, nos guste o no, el tráfico de explosivos estaba a la orden del día. Era un desmadre, vulgarmente hablando. Lo que pasa es que se traficaba con pequeñas cantidades. A posteriori todos los atentados se pueden evitar, claro, pero en el momento es todo más complicado.
—¿Cómo calificaría usted la instrucción de Del Olmo?
—Yo creo que Juan hizo una buenísima instrucción. Lo único que yo le he reprochado, en el mejor sentido de la palabra, cariñosamente, es que no acababa, que tardaba mucho y teníamos mucho miedo a que pereciera el plazo de prisión preventiva. Otra cosa que quizás fomentó los problemas y las luchas intestinas entre medios de comunicación y políticos fue el hermetismo. Probablemente habría que haber articulado algún medio para tener informada a la gente de los hitos procesales del sumario.
—¿Ha cambiado la lucha contra el yihadismo desde entonces? ¿Estamos preparados para afrontar algo parecido?
—Sí, ha cambiado muchísimo. Sobre todo somos eficaces porque el único atentado tremendo con muertes y lesiones graves que ha habido después de eso fue el de Las Ramblas en Barcelona y el de Cambrills... Pero fíjense que desde 2004 transcurren casi catorce años.
Retirada temporal
«Dejé la carrera judicial antes de que la carrera judicial me dejara a mí. Me habían amortizado»
—¿Cree que de alguna forma esas presiones de las que hablábamos antes le pudieron cerrar a usted las puertas del Supremo?
—Sí, pero no creo que fuera solo esto. Yo creo que fue un cúmulo de factores, pero no exclusivo, sino uno más. Dicho sea de paso, no guardo el más mínimo rencor y soy una persona muy feliz, tengo un buen trabajo y no me quejo.
—¿Por qué se apartó de la judicatura siendo un juez tan vocacional?
–Pues hubo varios factores, pero el principal es que dejé la carrera judicial antes de que la carrera judicial me dejara a mí.Me habían amortizado. Concursé tres o cuatro veces a plazas del Tribunal Supremo y ni siquiera entré en terna.
–¿Cree que esperaban más de la sentencia a las víctimas?
–Hay de todo. Hay víctimas que no se quedaron satisfechas porque siguen pensando que hay mucho más detrás de lo que se dice y otras que han quedado relativamente contentas. Que una víctima quede totalmente satisfecha con una sentencia judicial cuando ha perdido a uno de los suyos es imposible. Puede quedar más o menos consolado, pero nada más. Y lo digo también públicamente. Tanto los que han obtenido algo de consuelo con la sentencia como los que no, se merecen todo mi respeto y consideración.
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