Juan Soto - El garabato del torreón

Apenas queda algo

Dice Filgueira que en Galicia son 17, nada menos, los días del Entroido. Empezarían el ‘Xoves de compadres’ y acabarían en el ‘Domingo cacheleiro’, que es el siguiente al Miércoles de Ceniza, o sea, ayer mismo. El caso es que hemos dejado atrás O Entroido. ... Mejor dicho, lo poco que queda de él, porque, se pongan como se pongan los negacionistas de las evidencias, O Entroido da sus últimas boqueadas. Salvo en algunas localidades de la provincia de Ourense (‘os peliqueiros’ Laza, ‘os cigarróns’ Verín, ‘As pantallas’ de Xinzo) apenas queda otra cosa que disfraces infantiles en los colegios, desangeladas charangas callejeras y menú de colesterol. E incluso las grandes citas gallegas del carnaval tienen más de alarde turístico que de autenticidad sociológica y antropológica.

O Entroido fue siempre una fiesta rural y al ser trasplantada a la ciudad se desnaturalizó y perdió su identidad. Basta leer la bastante copiosa bibliografía sobre el particular (Taboada Chivite, Fraguas, Federico Cocho…) para calibrar el alcance de la caída. Los estertores del Entroido son, en gran parte, consecuencia de la despoblación de nuestras aldeas, es decir, de un factor demográfico que habla con datos inapelables: el 38 por ciento de los núcleos de población gallegos están deshabitados. Solo en la provincia de Lugo hay cerca de 1.800 aldeas y lugares sin un solo habitante.

Pero O Entroido no sucumbió solamente por efectos la despoblación. La que nació como fiesta de transgresión acabó deturpada en concursos de máscaras organizados por los Concellos: carrozas, cabalgatas y batallas de florales, como antiguamente se llamaba a estas inocentes diversiones. Es decir, se ha falseado la razón de ser de una fiesta que era, ante todo, transgresión. La subversión ha mutado en sumisión, y la desobediencia en acatamiento a la norma y a la omnipresente corrección política. Un Entroido con pregoneros a sueldo del ayuntamiento y con policías poniendo orden en los desfiles de mascaritas es una contradicción, como los modernos partidos anarquistas: organizaciones jerarquizadas, con estatutos, cuotas mensuales, tesorero y contador.

El poder, por modesto que sea, decía don Pío Baroja, acaba por fagocitarlo todo. Lo que no mata engorda, es su lema. Resumiendo: también nos hemos cargado O Entroido.

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