Elisa Delibes: «Nos preguntan qué se puede ver de mi padre, pero es que no hay nada»

Doce años después de la muerte del escritor ve con «pura resignación» aún no contar con la prometida casa-museo

Elisa Delibes, junto a la mecedora donde se solía sentar su padre HERAS

H. Díaz

En el octavo piso del número 10 de la vallisoletana calle Dos de Mayo se ha parado el tiempo desde hace doce años. Todo permanece donde Miguel Delibes lo tenía cuando vivía. El Premio Príncipe de Asturias, el famoso retrato de su mujer Ángeles de ... Castro que pintó Eduardo García Benito, la fotografía de un jovencísimo matrimonio colgada de una de sus repletas librerías, la mecedora de madera desde la que el escritor conversó con el ahora Rey Emérito en su visita en 2006 e, incluso, una cuartilla con la tabla de ejercicios recomendada por su médico que guardaba en su escritorio. Algunos de estos objetos más personales se pudieron ver en la magna exposición que la Biblioteca Nacional dedicó al autor en 2020 con motivo del centenario de su nacimiento, un aniversario que trastocó la irrupción de la pandemia. Luego todo volvió al domicilio que el escritor compartió durante más de cinco décadas con su hija Elisa, que junto a Pepi Caballero, una de sus nueras, trata de mantener cuidadosamente en orden. Recuerda esta primera, que desde hace once años preside la fundación que lleva el nombre de su padre, que la intención de todos los hermanos siempre ha sido donar «todo» su legado «para que descanse en un sitio como Dios manda», un deseo que sigue truncado ante la falta de la comprometida casa-museo. «Ni está ni se la espera», dijo al ser preguntada por ello el pasado noviembre . No le quita el sueño, pero sí admite «desilusión». Más bien, «pura resignación»: «Esta casa es ahora de siete personas -sus hijos- y llegará un momento en el que se diga que se quiere vender y tampoco nos importa dividir los 70 manuscritos».

Es la ‘espinita’ que tiene clavada del periodo que lleva activa la fundación. Principalmente porque ni siquiera fue idea de la familia. Recuerda que tres días después de fallecer su padre recibieron una llamada de los entonces alcalde de Valladolid y del presidente de la Junta, León de la Riva y Juan Vicente Herrera, animándoles a ello y diciendo que se convertiría en «la fundación por excelencia de Valladolid» : «Por eso creo simplemente que casi nos lo deben (...). No porque pensemos que nuestro padre es más que nadie, sino porque ha habido unos antecedentes que casi les obligan a ello», apunta, añadiendo que cuando en noviembre de 2019 participó en la presentación de los actos del centenario entonces ya fue el actual presidente regional, Alfonso Fernández Mañueco, quien les dijo que «no pasaría de este año». Incluso así, ya no ve con certeza que sea una realidad esta próxima legislatura: «Tuvimos el mejor momento y no se hizo», apunta en relación a la vinculación que un día tuvo el que fue hasta diciembre consejero de Cultura, Javier Ortega -anterior gerente de la fundación.

¿Cuál es el principal perjuicio de que la casa-museo no esté en funcionamiento? «Nos preguntan qué se puede ver de mi padre, pero es que no hay nada». A veces quienes les cuestionan son colegios, con los que esta entidad mantiene una estrecha colaboración, pero otras son entidades empresariales o alcaldes que llegan de visita y excepcionalísimamente Elisa permite ver la casa del autor. Sólo sendas placas en la que fue su vivienda durante 30 años y en su casa natal, en la Acera Recoletos, así como la escultura del autor inaugurada en el centenario junto al Campo Grande, son los recuerdos accesibles a pie de calle del autor vallisoletano.

Un trabajo «excelente»

Elisa no duda en calificar de «excelente» el trabajo realizado por la fundación en estos años; en parte porque dice que heredó el «espíritu austero» de su padre y sabe «hacer muchas cosas con muy pocos recursos, lo cual es maravilloso». También porque es un proyecto que «ha trascendido» a don Miguel con un variado programa de actividades: «Es una fundación que tiene que velar por la cultura. A mi padre le hubiera puesto muy nervioso que todo hubiera sido hablar de él». Entre «lo mejor» que se ha hecho en este tiempo destaca la «digitalización del fondo documental» del escritor.

El pasado sábado 12 de marzo se cumplieron doce años de la muerte del retratista más fiel del alma de Castilla . Dice Elisa que este tiempo le ha servido para que en su memoria hayan ganado espacio los mejores años compartidos con su padre, y no los doce últimos que pasó «muy enfermo». «Me marcaron (...) Al principio todos los recuerdos eran terribles y ahora van siendo mejores». La última vez que se propuso releer «toda» la obra de Miguel Delibes fue durante el confinamiento: «Es muy amplia y no me dio tiempo a todo, pero sí leí doce o trece libros. Empecé por ‘Las guerras de nuestros antepasados’, que fue una novela que me gustó mucho en su momento y que no tuvo mucha suerte. Ahora, sin embargo, me ha gustado menos y, en cambio, he disfrutado mucho con los tres diarios. Son más optimistas y divertidos. Me he terminado quedando con el Delibes optimista, que no hay mucho». Un pesimismo que se acrecentaría si don Miguel estuviera viviendo la dramática actualidad que invade los medios de comunicación: «Mi padre ya no hubiera podido con ello», dice Elisa, que recuerda que antes de fallecer «llevaba mucho tiempo diciendo que se tenía que morir porque no entendía nada, incluso con cosas mucho más pequeñas».

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