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Salvador Sostres

Cataluña: Ni pasa nada ni se espera que nada pase

En ningún momento la independencia ha pasado de ser una fiesta

SALVADOR SOSTRES

Tuvimos ayer en Barcelona una plácida y soleada mañana de noviembre. Yo le compré a mi hija unas botas rosas de piel girada y para mí un par de camisas en Bel. Luego almorzamos en Via Veneto con Jaume Sisa. Tuétano casi fundido con trufa ... blanca. Ni en los bares ni en los restaurantes, ni en los clubes ni en la calle, ni en las plazas ni en las universidades había tensión prebélica ni la menor expectación, y los comentarios eran de menor intensidad a los que generaban los clásicos de Mou y Pep. Estamos tan acostumbrados a la retórica vacía y vana que hemos aprendido a convivir con la ficción sin darle demasiada importancia. Estamos tan acostumbrados a lo grotesco que ya nada nos extraña, y la estupefacción ha dejado paso a la indiferencia. Y, sobre todo, vivimos tan bien, y lo tenemos todo tan a mano, que ni el más obstinado de los independentistas ha dejado estos días de acudir a su trabajo, a su partida de mus o a su almuerzo de amigos o de trabajo.

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