Sevilla FC

Ganar al Wolfsburgo y a la ansiedad

Una cosa es asumir más riesgos y otra desbocarse sin que haya nadie capaz de asumir las riendas desde el pescante, porque este ande vacío

Julen Lopetegui, durante un entrenamiento Manu Gómez

El Sevilla actual gana mucho, pierde poco y empata lo justo. A veces, incluso, la igualada la transforma en otra forma de victoria, porque muy a menudo llega cargada de épica, cuando todo es oscuridad salvo el punto de luz que procede de ... la mínima actividad eléctrica del segundero del árbitro en su estertor. Le ocurrió el sábado pasado frente al Alavés , pero resultaría frustrante repetirlo hoy en un Sánchez-Pizjuán que debería ser el de la grandes galas, porque los de Lopetegui , tan autosuficientes siempre, necesitan como nunca del calor de los suyos.

Perdió dos puntos el cuadro sevillista por un cúmulo de factores ya desmenuzados estos días de forma prolija y que a buen seguro no formarán parte de la historia a escribir hoy. Ni habrá un árbitro principiante, ni un enemigo público número uno al frente del VAR , ni anidará un monzón sobre el estadio, ni jugará un portero con chaleco antibalas por manoplas, ni se pitarán (esto es más un deseo que una certeza) penaltis de pitiminí. Pero también sería deseable que en caso de que las cosas no empezaran bien, el nerviosismo no se adueñara del banquillo y se transmitiera al campo, porque esa ansiedad del marcador en contra, aún con muchos minutos por disputarse, no lleva a parte alguna.

El Sevilla de Julen es paciencia y cuando la pierde, se nubla . Una cosa es asumir más riesgos a costa de tener menos control del juego y otra desbocarse sin que haya nadie capaz de asumir las riendas desde el pescante, porque este ande vacío. Ya le ha pasado varias veces esta temporada, que el gol rival ha provocado un carrusel de cambios, de muñecos y de casillas, que han terminado con el equipo buscando el gol de la victoria antes que el empate, el sometimiento del rival antes que robar el balón, el respeto del árbitro antes que despojarse de las crispaciones propias.

Ganar hoy, y dentro de quince días en un Salzburgo sitiado ahora mismo por el Covid, es condición indispensable para acceder a octavos. Depender de sí mismo resulta tranquilizador. O debería serlo.

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