Primero la mina, luego la langosta
Tantas adversidades han motivado que el plantel sevillista sea más sólido, más comprometido, más orgulloso
Lopetegui, en Cádiz
En una entrevista a un floreciente empresario, este confesó que de pequeño quería ser sacristán, pero la falta de recursos familiar le había impedido ir al colegio. El periodista, a la vista de lo bien que le había ido en la vida, exclamó: «¿Si llega ... a tener estudios, adónde hubiera llegado usted? Y el tipo, socarrón, le respondió: «A sacristán» . Si el Sevilla, en vez de las adversidades que ha atravesado desde que el balón comenzó a rodar allá por agosto, hubiera podido contar con todo el plantel en perfecto estado, lo mismo era ahora mismo sexto o séptimo clasificado y no segundo. Porque lo cierto es que las lesiones serias de muchos de sus titulares, el positivo por coronavirus de otros y la necesidad de dar el callo cada tres días ha motivado que el grupo sea más sólido, más comprometido, más orgulloso y eso le ha llevado, con el borrón aún por maquillar de la fase de grupos de la Champions, a mantenerse como la única alternativa al Real Madrid en la Liga de momento y a ir superando fases en la Copa del Rey.
Pregúntenle a Carlo Ancelloti. Al italiano estuvo a punto de salírsele de órbita la ceja izquierda tras el partido del Real Madrid en Getafe. Se quejaba el técnico de la actitud de los suyos, a los que acusó de seguir de vacaciones, de manifestarse en el césped con menos compromiso y autoridad que habitualmente. Acostumbrados a que Vinicius les saque la langosta de la pecera, que esta gente no se tizna las manos con castañas recién salidas del fuego nunca, la falta del brasileño no los conjuró para que no se notara su falta. Igualito que lo que ha pasado en el Sevilla con las ausencias de En-Nesyri, Navas, Lamela, Suso, otros lesionados eventuales y cada vez que ha habido contagiados.
Un ejemplo de lo que decimos sería Lucas Ocampos , al que los compañeros «aguantaron» su mediocre rendimiento atacante la pasada temporada y en la actual está agradeciendo su arropamiento en las malas. Con el mismo sudor de siempre, pero también con goles. De los que sirven para comprar langostas, pero con las manos negras tras ganarse el jornal en la mina.
Renovación automática | Cancela cuando quieras
Ver comentarios