Todo por la pasta

Del Nido padre no tuvo piedad al criticar a Del Nido hijo, pero se cuidó de ocultar tras el biombo los porqués de cómo se llegó a la situación actual

La asunción de que su llegada a la presidencia la ve cada vez más lejana, el lamento por el notable deterioro del patrimonio familiar que ha supuesto la mala gestión de su hijo al frente del Sevilla F.C., la confirmación de que el acuerdo ... en su día con 777 Partners tenía como objetivo introducir un «caballo de Troya» accionarial que boicotease el llamado «pacto por la pasta» y su resignación a contemplar la venta de las acciones como única salida al bucle en el que está envuelta la sociedad, resultó lo más significativo de la amplia entrevista que Alberto Fernández realizó a José María del Nido Benavente hace unos días. El resto no pasó de lo tan repetido como obvio: la incapacidad y la ineptitud del consejo para dar respuesta en los últimos años a los problemas que él mismo generó con su imprevisión.

Del Nido padre (reitero por enésima vez mi opinión de que ha sido el mejor presidente de la historia del club), no tuvo piedad al criticar a su hijo, Del Nido Carrasco, ni en el plano profesional ni en el personal, pero se cuidó de ocultar tras el biombo los porqués de cómo se llegó a la situación actual. Tacha a su primogénito de traidor, pero no aclara cómo dejó a este con una roncha millonaria en Hacienda, al transferirle acciones en una operación de ingeniería financiera que le terminó hipotecando; ni como se prestó, siendo como es un acreditado jurista, a firmar algo que lo condenaba al ostracismo de soplar el viento contrario; ni confesó que él también salió beneficiado de lo que ahora critica, al conseguir una prima anual por acción fuera de mercado (en 2020, por ejemplo, fue de 4 euros por acción, cuando las empresas del IBEX promediaron entre 0.10 y 0.30 por título).

Sí aportó un gesto generoso, de ser incondicional, al poner a disposición de la familia Carrión sus acciones con tal de provocar un cambio en la presidencia del club. De aceptarse, el «caballo de Troya» que terminó mordiéndole a él, pasaría a dejar su dentadura marcada en la piel de los actuales gestores. Todo por la pasta y, de paso, por la supervivencia de la entidad.

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