Sevilla - Real Madrid

El único camino se llama Budapest (1-2)

El Sevilla ve cómo el Real Madrid le remonta en el Sánchez-Pizjuán y sus opciones europeas pasan por ganar la final de la LIga Europa

Rafa Mir había adelantado a los de Mendilibar, Rodrygo hizo un doblete y Acuña fue expulsado en el tramo final

Papu Gómez se lamenta tras una ocasión durante el Sevilla - Real Madrid Manuel Gómez

El camino hacia Europa pasa por Budapest. El Sevilla perdió contra el Real Madrid, doblete de Rodrygo mediante, y su única vía para estar en competiciones continentales se reducirá, con total probabilidad dado el número de contendientes por la séptima plaza, a ganarle ... a la Roma en la final de la Liga Europa del miércoles. Condicionó, como no podía ser de otra forma, el duelo el choque por el título dado que Mendilibar empleó rotaciones y el ambiente no fue el de un Sevilla - Real Madrid habitual. Marcó pronto Rafa Mir y remontó Rodrygo . Fue expulsado Acuña en el tramo final antes de un larguísimo descuento. Se le va la puerta de la Conference League al Sevilla con el empate en Elche y este empate pero es que es tan mayúscula la empresa de Budapest que lo opaca todo, como no puede ser de otra manera. Y se notó.

La lluvia en Sevilla es una maravilla. La más que libre traducción de la frase «The rain in Spain stays mainly in the plain» que Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) repite incesantemente en My Fair Lady para corregir su acento cockney viene al recuerdo cuando caen trombas como la de ayer. El césped del Sánchez-Pizjuán apenas lo notó, sí una afición que llegó mojada a un partido que aparentaba tener menos en juego pero que escondía méritos, orgullo y reinvindicaciones como alicientes. Estuvo entretenida la primera mitad. Dos goles, oportunidades, un disparo al poste y la sensación de un ida y vuelta en la llanura de Nervión, ya sin lluvia pero sí húmeda.

La bienvenida dibujó lo que iba a suceder, fiel al futuro que estaba ya interpretándose. Corría el minuto 2.38 cuando Rafa Mir ponía el interior para mandar a la escuadra un balón suelto en el área y hacer de la estirada de Courtois una cuestión estética para mejorar las fotos que colgará en su salón el delantero murciano. Había llegado la pelota a esos dominios después de una internada de Acuña y un tiro de Bryan que taponó Militao. Era el Sevilla el equipo con hambre que le gusta a su gente. Nada de contemplación, sino mordiscos. ¿Por qué? Pues estaba en juego una camiseta de la final. No hay mejor motivación . Ganarse el sitio en el once o en los minutos que sean de Budapest bien merecía el esfuerzo de los que estaban en el campo y ahí sí podía ser superior el Sevilla al Real Madrid.

El 1-0 reinterpretó el partido. Los de Mendilibar se dan la mano atrás y forman un bloque impenetrable para el juego de limpiaparabrisas de Ancelotti, convertido en un ataque de balonmano ante una defensa 6-0. Poca velocidad y mucho movimiento buscando unas cosquillas ante las que nadie se ríe. Sí encuentran un hueco basado en la genialidad de Ceballos, que ve volar a Lucas Vázquez por la derecha. Su asistencia, con Gudelj lanzándose para tapar lo que sea, la manda Rodrygo fuera cuando lo más sencillo era empatar. El Sevilla persigue el contragolpe con un balón largo a Rafa Mir ante le que se tiene que emplear Alaba en la cuerda floja del último hombre. Rekik roba alto y se atreve a la aventura de llegar a la frontal, tras pared con Papu, donde está perfilado con su derecha y jaleado por una grada que le pide que tire. Lo hace y sale fuera.

Al Madrid le hace falta pegada (Benzema) y desborde (Vinicius) y el achique de espacios del Sevilla hace el resto. Así pasan los minutos hasta que llega el 27. Entonces Tchouameni progresa en plan ariete por el centro, a las bravas. Le imita Lamela en una falta típica de delantero. La lanza Rodrygo y Bono está cegado por la barrera y fuera de su posición, esperando un lanzamiento por encima de la valla humana. Al final entra no tan esquinada y por donde debía estar el marroquí, novedad en el once por unas molestias de Dmitrovic. Ya se verá quién juega en Budapest, aunque le sigue correspondiendo a Bono. Decide Mendilibar.

El 1-1 hace que el Sevilla recupere el terreno perdido y pise más campo rival. Lucas Vázquez frena por impotencia una arrancada de Bryan y ve la primera amarilla del partido. Es el producto de ese paso adelante que se concreta en una dejada de Montiel de cabeza tras centro de Papu al área y disparo de Lamela al poste . Conexión argentina y madera maldita. Ahí mismo volvería Lamela poco después cuando un buen centro del Papu, otra vez, lo remataba con el cuerpo un poco atrás el zurdo cuando todo el mundo cantaba gol. El error lo pagó con ese mismo poste, zapateado una y otra vez con rabia con coro de manos en la cabeza de una grada que vio ahí el 2-1 justo antes del descanso.

Como el partido tenía pocas ataduras en la segunda mitad se seguían registrando seísmos en las áreas. Rodrygo protagoniza la primera con una carrera en solitario tras error de Manu Bueno. El brasileño la manda fuera. La respuesta estaba en las botas de Rafa Mir aunque toda la jugada fue de Acuña: robo, arrancada, regate, autopase y centro. El delantero llegó antes que Alaba pero la pelota se marchó fuera. Lo mismo que la de Rakitic tras una buena dejada atrás de Lamela. Valverde se lesiona y es el primero que se va a las duchas. Ya pega que Mendilibar mueva su banquillo dada la cercanía de la final y da entrada a Suso y Jordán por Rakitic y Bryan Gil. Manu Bueno se da una alegría al pisar la pelota ante Kroos y demostrar su calidad antes de ser frenado en falta.

El partido se serena. Le falta más balón al Sevilla y el Madrid amenaza ahora sí con un delantero de referencia pero es al contragolpe como hace el 1-2 de nuevo Rodrygo con dos recortes sensacionales ante Montiel. Era una falta a favor del Sevilla pero la segunda jugada se convierte en un avance letal que pone en ventaja a los visitantes. Se enoja Mendilibar con esa falta de disciplina táctica. Noqueado, está más cerca el 1-3 en la cabeza de Álvaro Rodríguez que el 2-2. Entran Tecatito y Óliver por Lamela y Papu. Ya es el minuto 74.

Se desespera el personal con Soto Grado por la gran cantidad de faltas que pita a favor del Madrid. Como si volviera a llover, el partido se enfría con el toque sin fin de los de Ancelotti. El Sevilla no le encuentra mayor sentido a correr detrás del balón y mantiene su estructura para no descomponerse, ahora ya con diez porque a Acuña se le cruzan los cables y le hace una plancha al tobillo a Ceballos que merece la roja directa de Soto Grado. Otra vez el argentino a la calle. El Sánchez-Pizjuán eleva el tono buscando la igualdad al menos númerica. Los pitos a Ceballos cuando toca el balón son incesantes. El partido se va diluyendo pero con un alargue kilométrico: nueve de añadido.

Busca el Madrid que no pase nada y el público sigue entretenido con Ceballos mientras es así. Al Sevilla ya le sobra el partido, que prácticamente entierra la vía europea por el camino de LaLiga. Y todo se juega a una carta en Budapest. Juega a doble o nada, sin red. Un premio mayúsculo o un problema, aunque lo malo ya estaba digerido desde hace demasiado tiempo. La alegría es la que está a la vuelta de la esquina. El 1-2 no hace daño porque todas las frases sevillistas conducen a Hungría. Allí se cita de nuevo con la historia. Y sí, la lluvia en Sevilla es una maravilla. Porque hacía mucha falta. Ahora toca que la nube en la que se monta Nervión aparezca por Budapest, allá donde se juega sus sueños y su temporada.

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