El rincón de Cazón Palangana
Sevilla - Osasuna: ¿A quién critico yo hoy?
Echando de menos los tiempos de Bakayoko, Javi Navarro, Webó y Pablo Alfaro
El Sevilla se enfrentaba a Osasuna y amanecía la ciudad, meteorológicamente hablando, para un Sevilla-Osasuna. Agua y viento, un día de los de merendar en pijama. Con el agua como invitado especial, los sevillones llenaban las gradas del Ramón Sánchez-Pizjuán. Los de Glub ... Norte como siempre animando, los de Glub Sur arrimando el hombro empezando a tocar palmas por sevillanas y los de Fondo Marino acordándose de los ancestros del presidente por no construir una visera que les evite tener que ver partidos como el de hoy, asidos a su asiento como un alpinista en el Tibet.
La sorpresa en el once palangana era la inclusión de Montiel por un Jesús Navas que, como el míster no lo cuide, corre el peligro de gripar como un vespino subiendo la cuesta del caracol. Comenzaba el encuentro poco después de que el público cantara al unísono el himno del centenario:
Dicen que hace mu mal finde
Que hay treintamil buzo en el Sánchez-Pizjuán
Que vas allí a mojarte hasta la rabadilla
Llevando chubasquero y paragua pa ná…
Al cuarto de hora de encuentro iba a tener Rafa Mir una oportunidad clarísima. El gominador del Sevilla remataba fuera un extraordinario centro de Juan Juandán, Yoan Yoandán, o como se diga. Lopetegui seguía sorprendiéndonos con su outfit otoño-invierno, vistiendo un jersey gris sobre polo blanco más propio de colegio de pago que de entrenador de fútbol. Aún así, como si se pone un trikini, con Julián hasta el final.
Osasuna, por su parte, desconocido, sin dar demasiada leña y tratando de jugar al fútbol. Quizás se hayan dado cuenta, después de casi un siglo, que jugando al fútbol tienen también posibilidades de ganar.
La segunda gran ocasión del partido llegaba también de cabeza. Jordán Juan, Yordán Yuan, o como se diga, iba a estrellar en el poste otro centro desde la derecha. Gracias a dios cada ratito había una ocasión de peligro que salvaba a los espectadores del cabezazo siestil. Y al tercer cabezazo, la vencida. Diego Carlos iba a entrar en el área como Puyol con la Selección, como un tráiler en el garaje de Escuelas Pías, llevando el balón con violencia a la red para poner el 1 a 0 tras la salida de un córner.
Terminaba una primera mitad más bien aburrida, sin rastro del ímpetu y los enganchones de otros Sevilla-Osasuna. Los aficionados acudían en masa a las tiendas del estadio en busca de un caldito con yerbabuena que les hiciera cuerpecito. Las habituales salchichas rosas de las parrillas eran sustituidas por buñuelos con chocolate. Los de los puestos de los aledaños del estadio hacían su agosto vendiendo pellizas y mantas zamoranas y en los bazares de la zona se agotaron pronto los braseros. La grada entonaba esta bella canción:
Eso que dice la gente
Que en Sevilla los chubasco no son nada fuerte
No le hagas caso yo estoy empapado
Le pido a Pepe Castro pon el campo techado…
Empezaba la segunda mitad con un entradón sobre Acuña. Este sí es el Osasuna que yo recuerdo. Ese Osasuna que, tras enfrentarse a él, los jugadores no intercambiaban camisetas sino amenazas. El fútbol que molaba. Montiel se retiraba con molestias dando entrada a un Jesús Navas al que no le dejan descansar, que saltaba al campo como al que le han despertado de la siesta.
Era el momento del renacer de Lucas Ocampos, que iba a presionar un pase en largo, aparentemente inofensivo, para provocar las dudas entre defensa y portero y acabar marcando el 2 a 0. Por cierto, que el portero se llama Juan Pérez, ojalá se apellidara E Hijos. Ocampos celebraba con rabia el tanto pateando la valla de publicidad como si de un anuncio de Hacienda se tratara, dejando el pimiento de Naga en cayena. Tras ello, el argentino se sacudió el cuerpo como quitándose los malos chacras de lo arto. Ojalá sea este el punto de inflexión de la temporada para Luquitas.
Diego Carlos iba a recibir un codazo en la cara por parte de ese delantero de Osasuna que tiene nombre de montaraz de enorme y brillante espada de El Señor de los Anillos: Budimir. El árbitro sancionó la jugada con una cartulina amarilla que bien podía haber tenido el color de la camiseta de Osasuna. Era hora de cerrar el paraguas, ponerse en pie y aplaudir a morito bueno En-Nesyri, que volvía tras lesión y que, antes de saltar al terreno de juego, rezaba con las manos hacia arriba como leyendo el mismo libro que te estás leyendo tú, ninguno.
Lo que parecía que iba a ser el doblete de Ocampos y su resurgir como futbolista importante del Sevilla acabó en un balonazo en la cara a Juan Pérez cuando el argentino se plantó mano a mano con el portero de Osasuna. El pobre cancerbero se llevó la marca de la válvula del balón en la frente. Suerte tuvo de que no fuera un Mikasa, porque sino el traumatismo craneoencefálico iba a ser menúo.
Finalizaba el encuentro con una cómoda victoria del Sevilla, por fin, incluso echando de menos los tiempos de Bakayoko, Javi Navarro, Webó y Pablo Alfaro (¿Dónde se ha visto que un Sevilla-Osasuna acabe sin ninguna tangana?), y con el cielo jarreando tela, cayendo sobre el estadio goterones como fabes de Gijón y con el público acordándose de los antepasados de alguien como homenaje al día de los muertos que está por venir.
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