Sevilla FC: La fiesta del Villamarín

Crónica de una jornada perfecta; desde el aliento de Monchi al paseo de Lopetegui en el césped del Benito Villamarín con el estadio vacío

El Sevilla domina el derbi en el Villamarín

El golazo de Acuña en el derbi, a vista de pájaro

Imagen de Monchi y el equipo en el Villamarín R. D. / Ep

En apenas cinco días, los que fueron del martes, noche de dolor en el Sevilla tras caer ante el Lille, al domingo, jornada perfecta con la victoria en el Benito Villamarín, el vestuario sevillista se multiplicó en sensaciones. Del absoluto silencio al júbilo; de las ... miradas gachas a los abrazos de entusiasmo; de la responsabilidad a la responsabilidad. Porque eso, con Lopetegui de por medio y con Monchi manejando los tiempos como pocos saben, no se negocia. Así, con el cargo de conciencia de cada uno de los que componen la plantilla, el Sevilla se rehízo y mostró ante el Betis la cara ganadora, una faceta preparada unos días antes con todo lujo de detalles. Monchi comenzó con la estrategia triunfadora asumiendo el protagonismo para lanzar un mensaje de máxima unidad tras reconocer que habían fallado ante los franceses, pero que eso no sería ápice para que fueran al estadio bético a darlo todo. Fue el segundo paso, el momento del reseteo.

Antes, el martes, y si bien Monchi acostumbra a bajar rápidamente al vestuario, prefirió cambiar la norma para pensar durante unos minutos qué debía decirles y, sobre todo, cómo. De uno en uno, los esperó a que soltaran toda la energía, y optó, con los que peor estaban, a esperar al día siguiente para animarlos. Varios jugadores hablaron el miércoles, día que Lopetegui optó por darles como descanso, y subrayaron que la llegada pronta del derbi era la mejor noticia para tratar de olvidar el encuentro de la Liga de Campeones. El jueves por la mañana, la herida ya estaba prácticamente cicatrizada, lo que motivó a que Lopetegui hablara con el grupo durante bastantes minutos. En la charla, el técnico analizó algunos de los errores frente al Lille e insistió en la fuerza del grupo para levantarse y para demostrar frente al cuadro de Pellegrini que estaban hechos de otra pasta. La conversación motivó aún más a los jugadores.

El viernes, en el entrenamiento, Monchi entró en acción y les recordó a algunos varios de los derbis que vivió como visitante desde que era director deportivo. El sábado, y con el entrenamiento llevado a cabo en el Sánchez-Pizjuán, los futbolistas sintieron el calor con el ánimo del grupo Biris, que acudió hasta una de las puertas del estadio para apoyar a los suyos. El domingo, día ya del partido, y con los jugadores plenamente convencidos de que podían llevarse los tres puntos, Monchi volvió a hablar para todos y les emplazó a que se vaciaran. Así fue. El entrenamiento, que estaba previsto que comenzara a las 10.30, se retrasó, lo que hizo que no fuera hasta las 13.00 horas cuando la expedición sevillista llegara hasta el hotel Lebreros. Allí, en ese momento, y ante la sorpresa de algunos de los nuevos, caso de Montiel, recibieron con agrado una de esas imágenes que jamás olvidarán. Cientos de sevillistas, con banderas y bufandas, comenzaron a cantar y animar a los jugadores a la llegada al hotel.

El tiempo pasó lentísimo para los jugadores. Los más veteranos aprovecharon para explicarles a los nuevos algunos conceptos del derbi, sobre todo Rakitic, el futbolista con más duelos ante el Betis tras lesionarse Navas. Todos querían salir ya del hotel y poner rumbo al estadio. Desde las 17.00 horas, dos horas antes de que todos estuvieran citados en recepción para salir juntos y montarse en el autobús, los gritos de ánimo de los hinchas se podían escuchar en las habitaciones, Hubo futbolistas, de hecho, que se asomaron por las ventanas para ver qué estaba ocurriendo.

El caldo de cultivo de pasión fue a más cuando empezaron a salir uno a uno los jugadores. Fue la locura. Las bengalas pintaron de rojo Nervión y los jugadores se dividieron. Hubo los que grabaron con el móvil lo que estaban presenciando, los que cantaron y daban golpes al cristal llevando el mismo ritmo que los aficionados, o los que no paraban de decir que era una locura lo que estaban viendo. Unos minutos después llegaría el autobús del Sevilla al estadio del Betis. La mayoría de los futbolistas se irían directamente al césped. Allí, de nuevo, estaba Monchi, el mismo que con la tensión acumulada tres horas después de ganar el derbi, fue bañado en el vestuario por los suyos. La fiesta duró bastante tiempo. Los jugadores salieron hasta en dos ocasiones para aplaudir a los aficionados allí desplazados. Al unísono, cantaron en un Villamarín ya vacío mientras Lopetegui atendía en el interior a los medios de comunicación. El entrenador, más tranquilo, fue el último en saltar de nuevo al terreno de juego del estadio verdiblanco, ya sin nadie y con el silencio como nota predominante. Del silencio del día de Lille al silencio del Betis. Lopetegui y sus estrategias con la ayuda del omnipresente Monchi.

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