El rincón de Cazón Palangana

Sevilla - Villarreal: ¡Árbitro, la hora!

Victoria más sufrida que el parto de Ibai Llanos

Jugarte los 3 puntos ante un rival directo teniendo tantas bajas (Suso, Lamela, En-Nesyri, Jesús Navas…) debe ser como tratar de entrar en la caseta de Pineda sin chaqueta: complicao , pero no imposible. Si uno es capaz de engatusar al portero enseñándole ... el DNI de tu colega, ese que se apellida Ladrón de Guevara, decirle que eres el Marqués de Pocastierras y que te has dejao la chaqueta dentro, el Sevilla es capaz de ganarle hoy al Villarreal, os lo digo yo.

Sevilla-Villarreal, o lo que es lo mismo, los dos mejores entrenadores de la historia del Sevilla, cara a cara: Don Julián López de Tegui y Don Unai Emery Etxegoyen. El primero, al contrario que ante el Córdoba, sacaba el mejor once inicial posible. El segundo podía contar con grandes jugadores entre los que llamaban la atención Yeremi y Moi. Parece que el Sevilla se enfrentaba hoy a La Juncal, equipo en el que jugué en mi adolescencia y que parecía una selección bíblica: Abraham, Isaac, Moisés, Jesús… Qué gran año aquel en el que nos juntamos los pijos de El Porvenir con chavales de El Cerro, La Oliva y Las Vegas, para formar una aleación invencible.

La primera ocasión del encuentro, a pesar de la presión del Villarreal, la tuvo el Sevilla en la cabeza de Rafa Gomir, que remató a las manos de Rulli un buen centro de Ocampos. No se puede pretender rematar con fuerza un balón si tienes la cabeza como un acólito de El Valle, alicatá de gomina.

El Villarreal le cogía pronto el pulso al partido y daba la réplica con continuos contragolpes, uno de ellos culminado de manera ridícula por Paco Alcácer, que le pegó al balón con el dedo meñique de su pierna izquierda y lo mandó al Cash Converter de Eduardo Dato. Ojalá todas las jugadas las acaben así.

El equipo amarillo se empeñaba en sacar el balón jugado hasta límites suicidas. Qué daño han hecho el guardiolismo y el tiki-taka. En la segunda cagada en su propia área, Acuña puso un centro tenso, espectacular, al segundo palo para que Lucas Ocampos rematara de cabeza haciendo el primer gol del partido. Cómo no, Luquita iba a celebrarlo con rabia, corriendo hacia Acuña y gritando a los cuatro vientos como José Mercé en el estribillo de «Aire, aire», casi abroncando a su compañero por el pase en vez de agradecérselo.

En el minuto 25 iba a marcar Rafa Gomir, pero, como en Córdoba, le iban a anular el tanto por fuera de juego. Esta vez no por culpa suya, sino de Ocampos por tocar la pelota antes de llegarle a Montiel para poner el centro al área. Dicen que mi chulapo cartagenero no tiene gol, pero lleva marcando dos partidos seguidos, aunque no cuenten.

Minutos más tarde, Yeremi Pino quedaba tendido en el terreno de juego con la boca ensangrentá como el que le ha pegao el primer bocao al BigMac, quejándose de un codazo de Diego Carlos. Ni el árbitro ni el VAR decidieron entrar a valorar la jugada. Lo que para el brasileño simplemente fue un gesto con la mano para ganar la posición, al canario le supuso un golpe como si Tyson le hubiera dao una guantá.

Se acababa una buena primera mitad del Sevilla que supo contener al Villarreal a través de una presión intensa, solo comparable a la que ejerce un niño sobre su padre cuando quiere ir a los cacharritos de la feria.

En la segunda mitad, Unai reforzaba a su equipo dando entrada a Gerard Moreno, un futbolista con toa la cara del malo de Gladiator, pero de enorme calidad. El Villarreal saltó al césped mucho más decidido a hacer pupita que el Sevilla. Las llegadas del conjunto amarillo eran continuas. Lo intentó con mucho peligro Paco Alcácer (que se tuvo que poner el apellido en la camiseta porque ningún delantero ha tenido huevos de llamarse simplemente Paco) que remató de espuela un balón que se fue cerca de la portería de Bono.

Ocampos, hiperactivo, tenía que ser atendido por los servicios médicos por una fea entrada de Pedraza que le cogió con el tobillo apoyado en el césped. Es verdad que Luquita es de los futbolistas que más y peor se tiran, pero es igualmente cierto que recibe mucha leña.

Rakiric, con tarjeta amarilla, era sustituido y le dejaba el brazalete de capitán a mi padre, a Fernando Reges. Salía por el croata un Delaney que se marchó lesionado en Córdoba, más mareao que un borracho en el látigo. Se marchaba también un Huevo Acuña aparentemente lesionado. Espero que no sea nada porque no recuerdo un lateral izquierdo del Sevilla con tanta incidencia en el juego del equipo desde que se fue Adriano Correia.

El Sevilla, sin gasolina, metió el autobús, el tractor, el camión y la fenwi atrás, tratando de contener las acometidas del Villarreal. El reloj no pasaba y la posibilidad de que el conjunto amarillo empatara era cada vez mayor. Gerard Moreno, emulando al Loco Abreu, falló lo infallable, y más para un jugador tan fiable como él. Milagrito en Nervión, porque el delantero amarillo la mandó fuera a metro y medio de la portería, que se encontraba vacía.

El equipo aguantaba como podía, agazapado y saliendo a la contra con más mieo que vergüenza y con un Lopetegui en la banda haciendo continuamente la postura del cangrejo, andando lateralmente con los brazos en alto y con las manos dándole pellizquitos al aire. El colegiado añadía 6 minutos al tiempo reglamentario que, a tenor de lo lento que pasaba el tiempo, se le iban a hacer al Sevilla como hora y media más.

Efectivamente, hora y media después, el colegiado decretó el final del encuentro. Victoria importantísima, más sufrida que el parto de Ibai Llanos, que afianza al equipo en la zona alta y le da confianza para afrontar el Tourmalet de partidos que le vienen por delante.

El tuitaso

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