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Daniel Ruiz

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El contexto del encuentro de ayer no podía ser más aciago: costaba evadirse de toda la tristeza que, como un enorme jarrón de agua fría -nunca mejor dicho-, ha caído sobre España entera con el drama de la dana valenciana. Claro que, si el Sevilla ... nos hubiera regalado un buen partido, los sevillistas habríamos agradecido el rato de evasión y recreo. Ocurrió, sin embargo, que al mal tiempo los de Nervión propusieron mala cara; la respuesta ante la dana fue la nada más absoluta. Uno de los peores partidos de la era García Pimienta, con un equipo flojo y romo. Es cierto que el equipo acusaba algunas importantes bajas, pero se suponía que este era un partido decisivo. La victoria del derbi sirvió de pegamento entre la afición y el club. Desde ese día, nadie había vuelto a protestar y los ánimos parecían haberse calmado. Hasta ayer, no supimos la consistencia del pegamento empleado. Cuando, nuevamente, tras el pitido final, la afición sevillista volvió a pedir la dimisión de la directiva, los muebles volvieron a romperse: el pegamento, como nos temíamos, era del chino.

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