Lens - Sevilla
Europa ha muerto
El Tercer Tiempo
Toca llorar y reconstruir. Este equipo y este club necesitan una regeneración urgente
Lens - Sevilla, las notas de los jugadores: el carácter de Ramos y la invisibilidad de otros
Temporada a la basura (2-1)
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Iniciar sesiónCon la batalla de Lens, en agosto de 1648, y la victoria francesa de Luis II de Borbón, España puso fin a la guerra de los Treinta Años. Con el fracaso de ayer ante el Lens, el último de un lamentable periplo por la Champions, ... el Sevilla pone fin a casi veinte años dando guerra en Europa. Porque en esta ocasión, no habrá clasificación de consolación para la Europa League, la que salvó los muebles en la temporada pasada. Nos queda por delante el más desapacible y frío invierno de las competiciones domésticas.
«El partido no ha sido malo -dijo mi hijo al terminar-, pero es que no ganamos». Ese diagnóstico vale para la mayoría de los trece encuentros que el Sevilla ha disputado con Diego Alonso a los mandos. Una permanente sensación de pólvora mojada, de tener el petate lleno de cachivaches rutilantes pero totalmente inútiles.
El Sevilla, ya lo dije, es un equipo gafado. Tanto que realmente llegué a estar convencido de que el segundo penalti de Sergio Ramos, tras la suspensión del primero por adelantamiento del portero, también lo pararía. Sin embargo el camero se permitió un tiro a lo Panenka que hizo soñar a la afición con que, en el minuto 78, podía acabar el maleficio.
Tiene narices que la mejor versión del Sevilla con el charrúa fuera la de ayer, con un equipo diezmado por las bajas y un banquillo formado mayormente por canteranos y algún juvenil. Pero los de Nervión compitieron con ganas; realmente ofrecieron una primera parte altamente inflamable, con jugadores que estuvieron a gran altura como Rakitic o Ramos. En el segundo tiempo, todo se puso aún más en contra, con el viento racheado y una lluvia cada vez más intensa. Y el Lens que salió tras el descanso no fue el de la primera mitad. En esto llegó el penalti provocado por Soumaré, que, lo siento, yo no distinguí, ni ninguna toma televisiva supo enseñármelo. No hubo VAR y hubo gol. Y a partir de ese momento, todo fue sufrir, como siempre, buscando al menos el empate. Un empate que, en esta ocasión, no servía para nada. Tampoco vi, por ser honestos, ningún penalti sobre En-Nesyri, que más bien estuvo granuja con una ejecución impecable de caída tras un agarrón bastante tibio.
Pero, a pesar del gol, particularmente tenía bastante claro que no ganaríamos. En otro tiempo, el halo del Sevilla, al alcanzar un empate en el minuto 80, habría sido proclive de forma impepinable a la remontada. En este Sevilla, el halo siempre es funesto.
Si nos ceñimos a este partido, lo cierto es que no se puede pedir nada más. Con catorce jugadores de baja, ni siquiera tengo ánimo de reprochar a Diego Alonso que sacara a jugar a Rafa Mir. ¿Pero qué podemos pedir a un jugador incapaz de hacer la más mínima sangre a un equipo amateur como el Astorga cuando lo pones a competir en Champions? No le puedes pedir nada, porque nada es lo que da. Porque es un jugador que chapotea en el charco de la nadería más absoluta, y ya ni siquiera provoca hilaridad en la afición; directamente, desata cabreos.
Ocurrirán cosas, con total seguridad. Pero es el momento en que se active la necesaria regeneración: difícilmente la sangría concluirá con la destitución del técnico. Ayer, un equipo interino, de circunstancia, se marcó el mejor partido, al menos el mejor primer tiempo, de la temporada sevillista. Evidencia de que ahí dentro sobra mucho jugador. Pero el banquillo es, con todo, el menor de los problemas. Este Sevilla muestra purulencias y eccemas que avisan de un problema de mucha más enjundia.
Toca llorar. Y, sobre todo, reconstruir. Hagámonos a la idea: para este Sevilla, como cantaran Los Ilegales, Europa ha muerto.
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