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Baloncesto

El Madrid saca pecho tras su gesta ante el infierno rojo: «Me voy a tomar una cerveza gigante»

Los blancos mostraron orgullo y alivio tras tumbar en semifinales a un Olympiacos que pareció irreductible por momentos

La detención de decenas de hinchas turcos retrasa el inicio de la Final Four de la Euroliga

Chus Mateo, durante las semifinales de la Euroliga efe
Pablo Lodeiro

Pablo Lodeiro

Berlín (Alemania)

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«Sabíamos que volverían» fue la frase más repetida por los jugadores del Real Madrid después de su brillante y sufrido triunfo ante el Olympiacos. Tras la primera parte de los blancos, perfecta, incisiva desde el triple y opresiva en defensa, todo el mundo en el Uber Arena de Berlín, incluso la pasional grada de El Pireo, pensaba que la semifinal de la Euroliga entre españoles y griegos era historia. Todos menos los pupilos de Chus Mateo, que parecían ser conscientes desde hace semanas que la prueba ante el infierno rojo ni mucho menos iba a ser una peregrinación espiritual, un sufrido maratón más bien. Quizás esa fue la razón de su victoria.

El Madrid llegó a aburrir, en el mejor sentido de la palabra, porque después de un día de alta tensión, su juego apagó las llamas, las congeló, convirtió una guerra de trincheras en un monólogo de buen baloncesto que pareció interminable. «Este equipo tiene físico y calidad. Sabíamos que ellos volverían pero estábamos preparados», aseguró Sergio Rodríguez que, como hace un año, la experiencia le permitió golpear donde más duele y en el momento justo. Su pase por la espalda a Musa en una de las últimas jugadas fue el único momento de conexión entre todos los presentes. Nadie había hecho tanto por la diplomacia baloncestística entre griegos, turcos y españoles como el canario.

La zona mixta del estadio germano era un auténtico caos, se amontonaban los periodistas para hablar con los héroes de la noche, más fascinados los extranjeros con los blancos que los propios periodistas nacionales. La rutina es una muerte diaria, dicen. No entendían los helenos, por ejemplo, que un club de la magnitud del Madrid, actual campeón y tras su atractiva actuación, solo consiguiese traer unos pocos cientos de aficionados a Berlín. Quizás no haga falta entenderlo.

Sorprendió, sin duda, ver a Chus Mateo abandonar la posición prudente que lo ha acompañado desde que se hizo cargo del equipo tras la abrupta salida de Laso hace ya casi dos años. Se le tuvo que preguntar por qué celebró con tanto entusiasmo alguna de las canastas de sus chicos. Pero razones no le faltan, pues el técnico que parecía venir para una etapa de entreguerras, un parche, se ha convertido en el artífice táctico y emocional de un grupo que muestra tener un hambre de títulos infinita. No solo se le notó en las palabras, también en el tono. Estaba realmente orgulloso de lo que había hecho su equipo, y eso que es un hombre que llevó a un Madrid muerto a Belgrado y lo trajo con vida.

«No pienso en la final contra el Panathinaikos todavía. Si te soy sincero, ahora toca celebrar y mañana ya me pondré con la final. Ahora me voy a tomar una cerveza gigante«, aseguró el madrileño entre las risas cariñosas de los presentes, porque quien es cercano recibe cariño. Nada se ha hecho, espera un monstruo galáctico en la final, el Panathinaikos, pero hasta que llegue el decisivo duelo, 'Prost', Chus.

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