Betis
Así contó ABC la final de 2005: arriba, arriba, arriba, campeón de España en el Vicente Calderón
La crónica de Gerardo Torres del triunfo bético ante Osasuna tras el gol de Dani en la prórroga
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Iniciar sesiónEn junio de 2005 el Betis llegaba repleto de ilusión a la final ante Osasuna tras haber certificado su pase a la Liga de Campeones por vez primera en su historia. Se montó el cuadro verdiblanco a lomos de una generación excepcional de canteranos, varios ... brasileños de primer nivel y un entrenador que supo sacar el máximo rendimiento de todos ellos, como era Lorenzo Serra Ferrer, también protagonista en 1997. Aquella decepción fue la semilla de este título, que cerraba un círculo. Dani fue el autor del tanto decisivo otra vez, cómo no, en la prórroga. En ABC se realizó un despliegue especial para la final con firmas destacadas como Francisco Pérez, Eduardo Barba, Roberto Arrocha, Manuel Borrero o Gerardo Torres, que fue quien firmó la vibrante crónica que narró la victoria por 2-1 en el Vicente Calderón.
Arriba, arriba, arriba: campeón de España en el Vicente Calderón
Firmado: Gerardo Torres.
Ya son casi cien años los que le contemplan, los que alargan su leyenda popular forjada con penurias, vaivenes, despistes y disgustos y también con resurrecciones que nadie podía explicar más que con el guiño a esa forma de ser especial y distinta que sólo es patrimonio suyo, del Betis. Está a punto de cumplir un siglo y no tiene arrugas, ni se siente cansado. Vive y su corazón bombea con fuerza esa sangre verde que ayer corrió poderosa por sus venas para volver a ser el Betis grande de tantas veces, ése que surge y se alza sobre todo y sobre todos como un gigante Poseidón cuando el futbolista se pone a la altura del aficionado y ambos, con los demás, se convierten en un único espíritu guerrero con rayas verdes y blancas pintadas para la batalla en las mejillas y en el pecho. Ayer, otra vez, sintió, luchó y ganó. Pudo el Betis y otra generación más ha confirmado ya con un triunfo su peculiaridad imposible de reconducir. Esta gente joven que no le conocía triunfador ya tiene colgada esa medalla. Son los niños chicos a los que Joaquín Sánchez brindaba los últimos triunfos. Mas los hay que no son tan chicos y sintieron anoche que se les encogía la garganta mientras un llanto silencioso y húmedo les servía para descargar la emoción desbordante del momento. Cerraban los ojos y recordaban otras situaciones, muchas derrotas y un triunfo lejano en el tiempo pero en el mismo punto geográfico, en el estadio Vicente Calderón, entre el Manzanares y el Paseo de los Melancólicos, en una de esas zonas de Madrid donde de verdad viven madrileños. Esta gente, cuajada ya pero sensible siempre a las cosas del Betis, pensaba en la medianoche en quien estuvo entonces y ya no está. Quizá el padre. Quizá el abuelo que fue artífice de ese sentimiento y que en ese junio de 1977 paseaba por la mañana por el Retiro, con el nieto agarrado de la mano, entre una muchedumbre de bilbaínos confiados.
A ellos fueron dirigidos esos pensamientos, a los que se fueron después de haber sembrado en los que les siguieron la semilla del beticismo que una vez se abre, echa raíces y cobra vida ya es imperecedera. A ellos fueron dirigidas esas lágrimas porque otra vez el Betis es campeón, y ellos ya no están para verlo, vivirlo y disfrutarlo otra vez. Hacía 28 años que no era lo que hoy es, y aunque nunca ha dejado de ser él, ahora es más porque la leyenda es más rica y su gente, crianza, reserva y gran reserva, se siente más orgullosa aún de caminar detrás de él, del Betis.
Arriba Betis. Otra vez es campeón de España en el Vicente Calderón. Arriba, arriba, arriba. Que se escuche, que se oiga, que lo ha conseguido con un grupo de gente que se lo ha currado, empezando por ese Lorenzo Serra Ferrer que supo sacar de unos buenos futbolistas el genio guerrero que estaba latente en ellos. Salieron al campo a ganar, sabiéndose mejores, asumiendo su papel y sin esconderse de nada ni de nadie. Pidiendo fuerza en la conexión con la grada, y en esa comunión estuvo otra vez el triunfo y el éxtasis.
En una final los nervios son decisivos, y en el arranque de ésta ¿y qué bonito es este partido¿ fue el Osasuna el que supo canalizar mejor sus energías y dominar la tensión del momento. Ambos equipos se distribuyeron de manera similar sobre el campo, con el 4-2-2-2 el cuadro de Aguirre y su habitual 4-2-3-1 el de Serra, que por cierto formó con su alineación titular a pesar de las molestias que arrastraba David Rivas. De hecho, el técnico bético repitió el once y la convocatoria de Mallorca, con la única variación de la entrada de Doblas en lugar de Toni Prats. Desde el principio presionó mejor el equipo rojillo, local por petición del Betis, pero su táctica se limitaba a buscar a Morales para que bajara el balón y llegara la segunda línea a buscar el remate. Los verdiblancos no estaban finos y sólo se mostraban peligrosos cuando Joaquín entraba en contacto con el balón.
En los primeros minutos apenas se vio algo interesante, sólo disparos flojos y lejanos de Pablo García, Arzu y Valdo. En el 24 se quedaron solos Fernando y Edu delante de Elía en un pase de Joaquín, pero ninguno de ellos acertó a enganchar la pelota. Después vino lo mejor del Betis, aunque también fue escaso. Una gran jugada de Oliveira, con disparo desviado, un cabezazo de Fernando alto y un tiro flojo y desviado del malagueño fue lo que despertó a la gente un poquito. Los robos de balón en el centro del campo eran constantes y Pablo García podía con Assunçao, que no entraba en el encuentro, y con Arzu, muy impreciso como Melli.
El primer tiro entre los tres palos no llegó hasta el segundo tiempo. Fue en el minuto 47, y fue de Oliveira, que corrió por la izquierda y engatilló en cuanto pisó el área, aunque Elía estuvo rápido y desvió a córner junto a su poste derecho. Al momento respondió el Osasuna con un remate complicado en el segundo palo de Delporte, que salió fuera. Parecía que empezaba otro partido. Un error de la defensa osasunista dejó la pelota en los pies de Joaquín, que corrió en diagonal y sirvió el tiro a Fernando, pero tampoco acertó el nueve bético con la portería. El esquema de ambos entrenadores no ofrecía variaciones, aunque el Osasuna retrasó su línea de presión para esperar a la contra, con lo que el Betis pasó a tener más la posesión del criticado roteiro. El descanso había adormecido a la afición bética, más numerosa, y parecía que El Sadar se había trasladado al Manzanares.
No había un dominador claro de la situación y esto animaba a la gente de Pamplona, aunque los remates más peligrosos eran béticos. Oliveira cabeceó al lateral de la red un pase de Joaquín y luego disparó también fuera en una progresión por la derecha. El tiempo pasaba y el gol no llegaba, así que puertas abiertas para los nervios, sobre todo después de que Morales no llegara a empujar un balón con ventaja en el segundo palo. Cuando Joaquín se escapó de Clavero y chutó al larguero despertó el beticismo, pero la jugada había quedado anulada por falta del portuense. El momento era ya delicado. Entonces combinaron los delanteros osasunistas con facilidad por el centro de la defensa bética y acabó disparando Webó en franca posición, aunque Doblas hizo una de esas paradas prodigiosas y envió la pelota a córner.
Pablo García vio tarjeta amarilla al instante por protestar una acción de Melli sobre Morales y la afición navarra se enervó. Todo el mundo pensaba que un gol podía ser decisivo. Entonces sacó Serra del campo a Arzu y metió a Varela, que se colocó de extremo derecho. Joaquín se fue a la izquierda y Fernando retrasó su posición. De pronto apareció él, que cruzó medio mundo durmiendo en un avión para marcar su gol. Su compañero Edu había ido de verdad a un balón aéreo, lo tocó y Ricardo Oliveira corrió, metió el pie entre el defensa y Elía y llevó la pelota lentamente al fondo de la portería. Estalló la mitad del estadio que vestía de verde y blanco. La cosa pintaba mucho mejor y la Copa estaba ahí, en la mano, porque faltaba un cuarto de hora de partido, pero pasados siete minutos empató Aloisi de una forma inverosímil, rematando sin ángulo un balón pasado con Doblas en sus narices. Se desvaneció la ilusión.
Le pegaron a Joaquín cada vez que agarró la pelota y se llegó a la prórroga. Faltaban Edu y Rivas, que se habían ido a la ducha por cansancio y lesión. Los jugadores béticos estaban ya exhaustos, muertos, y físicamente el Osasuna se veía mejor. El partido estaba roto y en esa prórroga ya no hubo fútbol, sino pelotazos arriba. Varela a Dani y el delirio Sólo una genialidad podía evitar los penaltis, y una contra de aquel Betis del mes de febrero lo decidió todo. Jugó el equipo en ataque con velocidad y claridad, lo que no había tenido en 115 minutos de partido. El papel estelar de la jugada fue de Varela, que lo hizo de cine y aprovechó una diagonal de Oliveira para darle el balón a Dani, que fusiló a Elía.
El 2-1 puso el estadio patas abajo. Bengalas, papeles... apareció de todo sobre el campo. Quedaban cuatro minutos y fueron una eternidad, porque el Osasuna, como siempre, terminó dando puñetazos a diestro y siniestro y formando una tángana monumental tras la cual Pablo García, cómo no, fue expulsado por darle una tarascada brutal a Joaquín. Pérez Burrull alargó esta prórroga en cinco minutos que el Betis manejó bien... y pitó el final que reventó corazones en el estadio colchonero y en Sevilla. Queda ahora la fiesta, y Sevilla rota, dividida. Espera San Fernando en la Plaza Nueva y el balcón principal del Ayuntamiento tendrá que abrirse de par en par para que Joaquín y sus muchachos les enseñen a su gente el triunfo conseguido, esa Copa que ahora tiene una placa más atornillada en su base, y son ya quince, en la que pone «Real Betis, campeón 2005». Muchos no han podido verlo. Por ellos, por los que no han llegado a este momento, lloran desde anoche los que heredaron la peculiaridad de ser béticos. El Betis es otra vez campeón de España, y rubricó el título en el Vicente Calderón. Y así, otra vez. arriba. Arriba, arriba y arriba...
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