Después de la vela

Alejandro Abascal, un jubilado sin tiempo que perder

El primer oro olímpico español de vela reconoce estar más ocupado que nunca navegando, entrenando y escribiendo sobre barcos, su pasión

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Alejandro Abascal, en Los Ángeles 84, y en el CEAR de Santander Juanma Serrano

Alejandro Abascal (72) es toda una institución en Santander. No hay forma de dar dos pasos junto a él sin que se acerque alguien a saludarle, ejemplo de que sus logros han calado muy hondo entre sus paisanos. No sólo ha hecho siempre gala ... de sus orígenes, sino que puso en marcha el Centro de Alto Rendimiento Príncipe Felipe en su ciudad en 1995 y consiguió que la Federación Española de vela también se ubicase allí.

Pero al margen de su labor ejecutiva (también fue director deportivo de la RFEV), su fama y su gloria le vienen por la deportiva. A los 22 años ganó su primer Mundial en 'Vaurien', un preludio de los éxitos que llegarían después. «Mi padre era carpintero y me hizo un barquito con el que desde niño navegaba por la bahía. Como soy muy competitivo pronto empecé a regatear y a destacar, pero sin medios ni entrenamientos. Tampoco teníamos ayudas para viajar y era él quien tenía que pagarlo todo», recuerda.

Ahora bien, desde ese premio internacional todo cambió. «Gracias a eso entré en el programa olímpico y mis opciones se dispararon. Dos años después ya competí en los Juegos de Montreal en 'Flying Dutchman' y tuvimos claras opciones de medalla, pero por distintas averías acabamos séptimos», se lamenta. No obstante, ya era consciente de que su futuro le tenía reservado grandes cosas. «Al haber visto tan de cerca la gloria no cejamos en nuestro esfuerzo y, ya con planes profesionales de entrenamiento, ganamos un bronce y una plata en los Mundiales de 1978 y 79, por lo que llegamos a Moscú al verano siguiente plenos de moral». Tanto, que ganaron el oro olímpico sin necesidad de participar en la última regata.

El éxito de haber obtenido la primera medalla de oro de la vela olímpica (y la tercera del deporte nacional después de las de pelota vasca de 1900 y de hípica en 1928) le valieron para ser nombrado abanderado en Los Ángeles 84, sus últimos Juegos como deportista en activo, aunque luego acudiría a otros siete con diversas funciones. «El olimpismo ha marcado mi vida y le estoy eternamente agradecido», comenta, algo que también podría expresarse en pasiva, ya que por sus manos como técnico han pasado entre otros Luis Doreste, Theresa Zabell, Jordi Calafat o Diego Botín. «La sensación de que gane una medalla un alumno tuyo es diferente a cuando lo haces tú, pero la emoción es la misma», apunta.

Sus méritos le llevaron a replantearse su vida laboral. «Nunca pensé en dedicarme profesionalmente a esto (es licenciado en Físicas), pero ya tenía un nombre, empecé a enseñar, a diseñar barcos y a escribir y me centré en el deporte. Afortunadamente, siempre he estado muy cotizado», confirma.

Sin embargo, muy a su pesar, le 'jubilaron' al cumplir los 64 y tuvo que dejar sus cargos, aunque no su actividad. «Ahora estoy más ocupado que nunca, con una agenda que trae de cabeza a mi familia porque no paro en casa», bromea. Entre escribir libros, preparar a futuros campeones por todo el planeta y navegar no tiene tiempo para nada. «Hay que hacer todo lo que te guste antes de retirarte, porque luego el tiempo escasea. Ahora ando más ocupado que antes, pues canto en un coro, hago el Camino de Santiago, estoy en grupos de lectura y aprovecho todo lo que puedo con mis nietos. Y luego, sigo compitiendo a alto nivel con el Bribón, con el Rey emérito a bordo, con quien sigo navegando en los 'seis metros' clásicos y hemos ganado ya tres mundiales y tres europeos».

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