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Los CAR: en el corazón del deporte de élite
En los Centros de Alto Rendimiento cultivan su talento los mejores deportistas del país

Llueve tras los cristales del gimnasio. Dentro, las gotas de agua se convierten en perlas de sudor sobre la frente de Lidia Valentín, que termina su entrenamiento. La levantadora de peso, cuarta en Londres 2012, dejó su Ponferrada natal a los 15 años para unirse al grupo de elegidos que se entrena, estudia y vive en el Centro de Alto Rendimiento, el corazón del éxito deportivo español. «Es un privilegio. Las instalaciones, los cuidados, los apoyos. Convivo con los mejores deportistas del país, con quienes me une la ilusión por lograr algo grande. Es muy gratificante».
Valentín vive por y para el deporte y ha tenido que trabajar muy duro para conseguir una plaza en el CAR, donde se pule el talento de los futuros medallistas. «El primer paso para entrar lo dan las respectivas federaciones. Nos hacen llegar el concurso de méritos, los resultados que han logrado y una valoración interna le concede o no la beca como interno, para vivir en la residencia Blume, o como externo», informa Jesús Mardaras, responsable de la División de Centros de Alto Rendimiento. El premio, 150.000 metros cuadrados decorados con esfuerzo y alimentados de ilusión. Porque mientras Valentín deja la barra y las pesas, en otra sala Pablo Abián golpea con fuerza el volante, los disparos de aire comprimido resuenan en otro pasillo, el agua forma olas al paso de los nadadores y las colchonetas vibran bajo el salto de los gimnastas. Puro deporte.
El de Madrid es solo un ejemplo de la apuesta decidida que hizo la sociedad española por el deporte en cuanto se supo que Barcelona albergaría los Juegos de 1992. El CAR de Sierra Nevada, a 2.300 metros de altitud, es el epicentro de todas las concentraciones en altura. Y en Sant Cugat (Barcelona) se inauguró en 1987 otra cuna del deporte de élite, de donde salieron medallistas como Brigitte Yagüe, plata en taekwondo en Londres 2012. Un ejemplo de vida dedicada al deporte y al propio centro, donde entró en 1998 como interna. «Para un deportista es imprescindible contar con las mejores condiciones. Y aquí las tenemos. Las instalaciones son mejores que las que puede tener cualquier club, y además nos permite centrarnos en el deporte al cien por cien. No tienes que pensar en hacerte la comida o en poner la lavadora, solo en tus obligaciones con los entrenamientos. Es un lujo». Y una familia: «Es muy duro separarte de tus padres, y aquí creas tu propio círculo, con otros deportistas y con los trabajadores que te ayudan en momentos difíciles. Es imprescindible para rendir y sé que parte de mis resultados también son suyos. Por todo el apoyo diario».
Poco queda de aquellos primeros gimnasios y sistemas de entrenamiento recién nacidos para Barcelona 92. Salvo el espíritu de sacrificio y de lucha. En estos 20 años, los CAR han aumentado sus instalaciones y mejorado su rendimiento. Testigo de excepción de este cambio es José Ramón López Díaz-Flor. Al medallista olímpico en Montreal 76 en piragüismo le hubiera encantado disfrutar de este momento. «Cuando yo empecé, era el bicho raro por ponerme a correr. Los grandes deportistas salían por generación espontánea. No había cultura del deporte. Y ahora tienen todo esto», sonríe mirando a su alrededor. Vive en la residencia Joaquín Blume del CAR de Madrid, con todos los deportistas. «Los conozco de día, de noche y de todo. Pero ellos también a mí. Y soy muy duro», ríe. «Es como el padre de todos -afirma Nicolás García, plata en taekwondo en Londres 2012-, si te tiene que echar una bronca te la echa». Porque no solo se aprenden mejores técnicas de salto o de velocidad, y no solo se cuida el cuerpo. Aprender a convivir y la formación educativa es la otra pata que sustenta el proyecto de élite: «El que no aprueba, se va a casa», afirma tajante Mardaras.
Con un instituto en el mismo recinto, los menores de edad reciben sus clases adaptadas a los entrenamientos. En el CAR de Sant Cugat el 90% de los estudiantes supera la selectividad. «En la Universidad ya es un poco más complicado -continúa Nicolás García, en cuarto de Arquitectura-, eres uno más y a algunos profesores no les hace mucha gracia que faltes». El canario llegó a Madrid hace ocho años y agradece el ambiente que se respira: «Es como estar en un colegio mayor, cuando te juntas a cenar o a comer, que es cuando más nos relacionamos, es gracioso escuchar las historias de unos y otros. Y nos tratan muy bien».
Un servicio médico de élite
Detrás de sus esfuerzos, entrenadores, nutricionistas, médicos, fisioterapeutas, psicólogos, etc, a quienes también se les exige lo máximo para convertir en triunfo el talento del deportista. En la sala de fisioterapia tres pacientes esperan su turno. En la camilla, un pie algo lesionado y en otra, un hombro dolorido que se intenta curar con electrodos. Los cuerpos son la herramienta, y hay que cuidarla y afinarla hasta el último detalle. José Luis Terreros es el Subdirector General de Deporte y Salud del CSD, y está al cargo de que todo funcione correctamente. Fernando Gutiérrez Ortega, director del Centro de Medicina del Deporte del CAR de Madrid. A su cargo, treinta facultativos de lo mejor de cada especialidad que luchan por evitar lesiones, por curarlas y por alargar cuanto pueden la vida del deportista. «A la llegada al CAR, cada atleta pasa un exhaustivo reconocimiento médico que indica sus niveles y evita sorpresas», relata Terreros.
Después, es el propio deportista el que solicita la asistencia necesaria en cada momento. Sabe que cuenta con las mejores manos y las más avanzadas tecnologías al servicio del paciente. Ecógrafos en 4D, análisis de más de 50 parámetros, pruebas cardiológicas, de aparato locomotor, respiratorio... «Se realiza un valoración funcional del deportista y durante su estancia aquí, se le aconseja de forma individual sobre sus dolencias, potencialidades, etc. Trabajamos con una comunicación directa con los entrenadores porque nuestros datos ayudan a la mejora del rendimiento», continúa Terreros.
Gutiérrez añade que no solo se entrenan los deportistas, también ellos investigan nuevos métodos que incorporan cada día para hacer avanzar al deportista. «También vienen muchos estudiantes de medicina y la mayoría se quiere quedar porque trabajar con el deporte y con deportistas aporta muchísima información y es muy gratificante». Pocos han sido los casos de atletas que han tenido que abandonar la práctica deportiva por una lesión y, en cambio, el cuerpo humano parece no tener límites. Como el servicio médico: «El laboratorio clínico es puntero y mejor que en cualquier otro centro», matiza Terreros. Porque también lo son en Cardiología, Traumatología del Deporte, Diagnóstico por Imagen, Cineantropometría, Nutrición y Psicología.
Entrenadores de prestigio
Si los alumnos del CAR son los mejores, no podían ser menos quienes pulen su talento. Desde que José Luis Torres, el primer entrenador que llegó al gimnasio Moscardó de Madrid que se convertiría en el CAR madrileño y se encargó de todas las disciplinas por igual, la evolución ha sido fantástica en la búsqueda exhaustiva de los mejores profesores posibles. Para Barcelona 92 se realizó una ingente contratación de los mejores preparadores del planeta. Muchos de ellos continúan entregando su información a los alumnos, aunque sí se ha notado la crisis. «Ahora están los mejores que podemos permitirnos», se resiente Mardaras. Y de cualquier nacionalidad, como coreanos en tiro con arco o húngaros en esgrima. Lo que haga falta por continuar en la élite del deporte mundial.
Porque de Sant Cugat, por ejemplo, salieron 7 de los 17 medallistas olímpicos de Londres 2012, y la internacionalización de sus más de 220 profesionales se nota. Porque no solo los deportistas españoles se benefician de las instalaciones. Por méritos propios, los CAR se han abierto a los elogios de todo el mundo y muchos son los deportistas o equipos que solicitan entrenarse tanto en Madrid como en Barcelona. «Nunca ponemos problemas en eso. Ellos vienen con las becas de sus países y nosotros les ofrecemos el uso de los módulos. También los españoles hacen lo propio para entrenarse en las mejores condiciones», afirma Mardaras.
Detrás de sus esfuerzos, más de veinte años de evolución y adaptación a los nuevos retos que surgen en el camino hacia el éxito, ese que mira ya a Río 2016, y con esperanza a Madrid 2020.
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