Los premios normales

—No fue para tanto —dice la primera persona normal mientras toma asiento—. Una conversación normal, sin más. Tampoco para tirar cohetes.

—Bueno, normal, normal, no. Que se habló de acentos y tildes, de vocablos átonos y tónicos, de adjetivos y de adverbios. Tan normal no fue, no se haga ahora el europeo.

—¿Lo normal es hablar del tiempo?

—Y de enfermedades.

Intervengo en ese momento, y no en otro, porque quiero y porque puedo. Y, sobre todo, porque debo.

—Pues por esa conversación normal (o no tanto) le han dado un premio a Rodrigo Cortés. Uno de periodismo. Y en ABC queríamos conocer su opinión al respecto.

—A mí me parece mal.

—A mí, bien.

—Pues a mí no.

—Pues muy bien.

—Se equivoca: muy mal.

—O se equivoca usted. A saber.

—¿Un poquito de desarrollo sería mucho pedir? Que, con esto, a mí no me van a dar ningún premio.

—No, no es mucho pedir. Sería pedir lo normal.

—Lo justo y necesario.

—Pues digan, les escucho. ¿Qué les parece este premio?

—A mí me parece mal, le diré, porque eso ni es periodismo, ni es literatura. Así que, mucho menos, periodismo literario o literatura periodística (tanto monta, monta tanto).

—No estoy de acuerdo.

—No hay arte en la mera transcripción, ni periodismo en la narración de lo irrelevante. ¿Está en desacuerdo con eso?

—En desacuerdo con su desacuerdo.

—De acuerdo.

—Como todo el mundo sabe, usted y yo somos una invención de Cortés, que no es persona normal, precisamente. Así que, una bien resuelta conversación ficticia entre dos personajes imaginarios en uso virtuoso de la lengua merece reconocimiento.

—Pues me está dando usted la razón, muy señor mío: eso es literatura pura y dura. Y si no es periodismo, mejor un premio de relatos cortos.

—Me permitirán que aclare que la pieza se publicó en un periódico y, además, trataba sobre un controvertido tema de actualidad: la tilde de sólo. 

—También el horóscopo se publica en el diario y va ligado a la actualidad.

—El horóscopo no es noticia.

—Las noticias de hoy envolverán el pescado de mañana.

—A ver cómo envuelves el pescado con la tablet. Eso es una frase hecha.

—Todas las frases son hechas.

—Son hechas por alguien.

—Pues por algo será.

—¿Pero cuál es su problema con el periodismo literario?

—No es mi problema con el periodismo literario, es el problema del periodismo consigo mismo.

—No consigo entenderle.

—No hay necesidad de coletillas. ¿Acaso necesita el periodismo ser dignificado? ¿Si es 'literario' se eleva?

—No se eleva, se define mejor.

—Ya está definido: es periodismo.

—Pues se afina, si así usted descansa.

—Estoy muy afinado y muy tranquilo.

—No insista.

—Entienda que hay un periodismo que transciende la anécdota y sublima el detalle. Que perdura, que aspira a la posteridad.

—Qué tontería, la posteridad. Está lejísimos, no es mañana a las tres y cuarto. ¿Hablamos de premios o de vaticinios?

—El periodismo no es adivino.

—¿Pero el premio, que es a lo que íbamos?

—Bueno, el premio depende de otra mirada, una ajena.

—Exacto: la del jurado.

—¿Juan?

—¡Qué chiste malo! Todos los años lo mismo.

—No hemos tenido esta conversación todos los años. Porque no existimos. No mienta.

—No existimos pero somos. Y, siendo, las hemos tenido ya todas. También esta.

—No, por favor. Conversaciones metafísicas, no. Que esas no ganan premios.

—Ya veo por dónde va usted, ¿buscando un reconocimiento?

—Aquí no busque más, que sería un poco plagio.

—No, no. Aquí ya no hablamos de tortillas, ni de tildes.

—Y las conversaciones no son las que ganan los premios. Los ganan los autores. Eso que los cursis llaman 'la pluma'.

—Eso lo ha dicho Rodrigo.

—Pues por eso lo digo.

—Pues eso digo.

—No sé si tendrá pluma. Él es moderno. Tiene whatsapp.

—Eso no lo sabemos, porque no lo ha contado en el periódico.

—A Dios gracias.

—Adiós, gracias a usted.