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David Gistau

Una despedida descomunal a un periodista libre

El mundo de la comunicación, la cultura, el deporte y la política dice adiós a uno de los grandes articulistas de nuestro tiempo

David Gistau Jeosm
Bruno Pardo Porto

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Ya estaba casi todo dicho antes de caer la tarde. Primero en Twitter, donde no estaba desde hacía años pero había dejado huella, y después en las ediciones digitales: homenajes, palabras de cariño, anécdotas, recuerdos. Elegías en prosa, obituarios. Hoy están en el papel. Era uno de los grandes columnistas españoles. Tenía talento, gracia y una formación exquisita, entre afrancesada y anglosajona, sin olvidar a los clásicos. Era el faro de una generación entera de articulistas, pero sobre todo era el padre de cuatro hijos. Estremeció a una legión de lectores explicando la paternidad : «Un hijo es decir no y quedarte cuando antes decías sí y te ibas». Fue un hombre libre, admirado. De fondo, en cada testimonio, el dolor de conjugar ya en pasado: Gistau fue . David se fue, y demasiado pronto.

Con las palabras usadas, hablaban las imágenes, los rostros: serios, tristes, con o sin gafas de sol. Mayores que él, más jóvenes, de su misma edad. Entrando y saliendo del Tanatorio La Paz, en un día de soleado de febrero. Pedro García Cuartango llegó desorientado, desolado. Álvaro Arbeloa se marchó grave, roto. El desfile fue larguísimo , incontable y variopinto. Luis Enríquez, Catalina Luca de Tena, Hugues, Ignacio Ruiz-Quintano, Luis Alberto de Cuenca, Luis Herrero, Susanna Griso, Cristina Pardo, Marta Flich, Raúl del Pozo, Antonio Lucas, Jerónimo García, Ana Rosa Quintana, José María García, Andrea Levy, Fátima Báñez, Pedro J. Ramírez, Manuel Jabois, Edu Galán, Marta Rivera de la Cruz, Álex de la Iglesia, Arturo Pérez-Reverte... Este último describió a Gistau en dos frases certeras, con mucho eco: «Era noble, independiente, valiente. Era un honor que te llamara amigo ».

Qué distintos personajes, qué cuadro: gente de la política, del fútbol, del boxeo; periodistas de la tele, de la radio, de los periódicos; escritores, familiares, amigos, compañeros, taxis, coches negros. En la puerta del tanatorio los curiosos y extraños se preguntaban, entre murmullos, qué había pasado. «Es que se ha muerto un periodista», respondía un avispado. Aquella procesión, al cabo, resumía muy bien todo: era el retrato de un hombre muy querido en muchos lados, el fresco de un cronista irrepetible , y la estela que ha dejado antes de apagarse.

Gistau comenzó su andadura en el periodismo en una publicación de viajes, de ahí pasó a la contraportada de «La Razón», y de ahí a «El Mundo». En 2013 llegó a ABC. Su columna se llamaba Lluvia Ácida , y a la primera que publicó la bautizó como «Mi nombre etcétera». Ahí ya sacó a pasear a sus referentes, sus filias: Julio Camba, César González-Ruano, Francisco Umbral, Anfield, el Liverpool, Jim Morrison, el rock, el alcohol. También amaba el boxeo, a Norman Mailer, las Harley-Davidson, el Real Madrid y tantas otras cosas.

Era un observador ávido, con un afilado sentido del humor. Colaboraba en Cope como tertuliano (antes lo hizo en Onda Cero), y también en Telecinco. Fue corresponsal de guerra en Afganistán, y cronista parlamentario y deportivo. Cambiaba el género, no su mirada . Reunió sus artículos en varios volúmenes, y alumbró tres novelas: «A que no hay huevos» (2004), «Ruido de fondo» (2008), y «Golpes bajos» (2017). Escribía con un espíritu admirable, ya sin pretensiones afectadas, pero lleno de pasión. «Yo tengo una edad en la que si hubiera nacido para ser Balzac ya lo sabríamos. Entonces, no estoy obligado a escribir con la ansiedad de intentar demostrar que soy Balzac. Estoy en otro rollo ya. Yo no voy a ser un gran escritor (...). El haber renunciado a la gran literatura es una gozada. Me acerco a los libros con una ligereza y una capacidad de diversión que antes no tenía», comentaba, humilde, en estas páginas cuando presentó «Golpes Bajos».

El día se iba apagando en el tanatorio, y la luz se volvía crepuscular , pero la procesión continuaba. Florentino Pérez, Ignacio Camacho, Agustín Pery, Federico Jiménez Losantos, Emilio Butragueño, José Luis Garci... Ya por la mañana, Raúl del Pozo celebró esa capacidad de aunar a tan diferentes personalidades: «Está teniendo una despedida descomunal. Era más famoso e importante de lo que él podía creer. Era un ser maravilloso». Su nombre, por cierto, coronará la Biblioteca Buenavista del distrito de Salamanca, en Madrid.

En el cine las historias se acaban con un fundido a negro, pero la vida prefiere el gris, porque el tiempo sigue girando , solo que con la gente más abatida. El de Gistau fue lento, duró más de dos meses de hospital, batallando contra la muerte.

Gistau era un fino estilista, pero antes que nada era un ser libérrimo. «Libre, libre, libre en todo como un pájaro», según José María García. En su despedida de esta cabecera, antes de volver a «El Mundo» en 2018, escribió: «He sido libre al escribir. He vestido esmoquin. He tenido hijos y echado canas. He ganado copas de Europa y enterrado a mafiosos. He hecho lo que he podido, a mi manera. Y espero que ustedes no me hayan tomado ni demasiado en serio ni demasiado en broma. Vale». Hoy nos sirve como epitafio improvisado , y como un adiós injusto.

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