EL CONTRAPUNTO
SAVE THE CHILDREN
La igualdad de oportunidades es la única irrenunciable; la que el poder democrático debe a toda costa garantizar
DE todos los síntomas propios de la crisis económica que padecemos, el más doloroso y humillante, la pústula que mancha el rostro de esta sociedad como un estigma de infamia, es la tasa desbocada de pobreza infantil que nos sitúa a la cabeza de Europa. Un podio de fracaso y deshonor que debería avergonzarnos y empujarnos a exigir actuaciones más ambiciosas por parte de las administraciones públicas.
Lo advertía Cáritas hace pocas semanas y ahora ha sido la prestigiosa organización Save The Children, encargada de proteger a la infancia en todo el mundo, la que ha vuelto a dar la voz de alarma: dos millones ochocientos mil niños con nombres y apellidos están en riego de pobreza en España. Uno de cada tres pequeños residentes en este país occidental, miembro de la Unión Europea, carece de lo que en general consideramos indispensable para nuestros hijos: techo, alimento adecuado, educación, ropa, comodidades básicas como calefacción o agua caliente, juguetes, posibilidades de soñar con un futuro luminoso. Y por si no fuera suficiente con estas cifras, la ONG denuncia igualmente que únicamente Grecia nos supera en cuanto a insuficiencia e ineficacia de las políticas sociales emprendidas para paliar esta situación intolerable.
En la España de la estafa sistémica y el despilfarro generalizado, donde las cloacas de la corrupción se tragan cantidades astronómicas de dinero que van a parar a bolsillos de todos los colores, el Gobierno destinó el pasado mes de diciembre diecisiete millones de euros a combatir la pobreza infantil. Diecisiete millones, no 17.000. Diecisiete millones en cuatro años, lo que equivale a 1,5 euros por niño y año. Solo el fraude de los cursos de formación en Andalucía ha costado al contribuyente 2.000 millones. El rescate de las cajas de ahorros saqueadas por dirigentes políticos, más de 40.000. El «think tank» financiado por el presidente catalán para hacer «lobby» en favor de su plan independentista, un mínimo de 720.000 euros.
De acuerdo con los informes de Eurostat, la pobreza crónica de la infancia española no ha dejado de crecer a un ritmo alarmante desde 2007, lo que significa que ni este Ejecutivo ni el anterior han sido capaces de abordar seriamente un problema que condiciona de manera determinante el futuro de todos, puesto que no hay nación capaz de sobrevivir a un escenario como el que dibujan estos datos, con un tercio de su población excluida de antemano de cualquier posibilidad de progreso. Unos hacen más demagogia que otros y otros más triunfalismo que unos, pero ni unos ni otros ponen solución al drama.
España está hoy repleta de Dolorosas que miran a sus hijos con ojos angustiados al saberles condenados a perder poco a poco la alegría y la esperanza. Esos chiquillos crecerán junto a los nuestros, tal vez hasta compartan aulas en alguna etapa de su educación, pero les separará de ellos un abismo en términos de igualdad de oportunidades, que es la única igualdad irrenunciable; la que el poder democrático debe a toda costa garantizar. Tal vez algunos de esos chicos logren salvar, a base de esfuerzo y excelencia, una desventaja tan enorme. La mayoría sucumbirá sin tener culpa, porque los niños son seres inermes ante las circunstancias que marcan sus vidas. Personitas indefensas, inocentes, carentes de recursos para comprender o de armas con las que luchar. Por eso es responsabilidad nuestra, de los adultos y muy especialmente de quienes tienen en sus manos el Presupuesto del Estado, tomar medidas inmediatas para salvar a estos niños de la sentencia de exclusión que pesa hoy sobre sus cabezas.
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