UNA RAYA EN EL AGUA
RELAXING CUP
En algo tiene razón Botella: si hubiese vuelto con los Juegos toda España estaría ahora brindando con café con leche
EL señor Terrence Burns, autor intelectual de ese célebre éxito rapero ya conocido como «relaxing cup» e interpretado por Ana Botella, es un guiri muy perspicaz que en sus visitas a Madrid ha comprendido que el café con leche es la bebida idiosincrática de la capital de España. Se supone que habrá captado asimismo que la gastronomía madrileña tiene como productos estrella la porra o churro frío y el bocata de calamares, que por fortuna decidió no incluir en su composición retórica. Por este discurso y por la presentación entera de M2020 cobró su agencia de consultoría especializada dos millones de euros, caché avalado por los éxitos en cuatro candidaturas olímpicas anteriores. Una factura lo bastante elevada para que su beneficiario haya reclamado con caballerosidad profesional el derecho de propiedad de la pieza. (Bastante peor fue, por cierto, la de Alejandro Blanco, pero ha corrido mejor suerte al pasar inadvertida ante el cachondeo nacional: simplemente era, como el orador, de una insólita tristeza). Burns –que debe de ser una de las pocas personas del mundo que toman café para relajarse; la inmensa mayoría lo consideramos un excitante– volverá sin duda a trabajar en los preparativos de otras sedes aspirantes; su impostado ingenio castizo, en cambio, ha precipitado al abismo político a la alcaldesa.
Madrid no perdió los Juegos por la presentación, ni por el desastroso inglés de la mayoría de sus representantes, tampoco mucho peor que el de los vencedores tokiotas. Ana Botella sí ha tirado a la basura su escasa chance de candidata municipal. Le puso buena voluntad, se dejó manejar en los ensayos y obedeció con ductilidad las indicaciones de los mentores contratados para ponerla en ridículo. La alcaldesa puede no tener demasiadas luces políticas pero no es tan tonta como para no darse cuenta de que lo que le ponían por delante era un papelón, no ante el sanedrín olímpico sino ante la opinión pública española. Debió de pensar que si París bien valía una misa Madrid 2020 merecía un esperpento. Y en una cosa estaba en lo cierto: si hubiese vuelto con el triunfo en la mano todo el país estaría brindando con café con leche.
Pero le faltó liderazgo. Ese intangible que sirve para evaluar la proyección de los actos y de las palabras y tener claros los objetivos de la actuación política. Su buena disposición y su falta de aplomo le llevaron a un error de cálculo. Un dirigente con intuición, sentido y madera de líder –pongamos Gallardón, por ejemplo– hubiese rechazado el guión y obligado al tal Burns a cambiarlo. Le habría dicho algo parecido a esto: «TÚ serás un gurú pero YO soy la alcaldesa. Y como la cara la voy a dar YO, TÚ vas a escribirme otro discurso que diga esto y esto. Para eso YO te voy a pagar a TI». Perder hubiera perdido igual –esa suerte estaba ya echada– pero le quedaría el digno consuelo de haberse equivocado sola.
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