AD LIBITUM
DE ROMPE Y RASGA
Sospecho que, cuando nació Esperanza Aguirre, la partera que atendió a su madre le diría: «Señora, ha tenido usted una protagonista»
COMO solo soy madrileño voluntario, no de nacencia, procuro afinar en el uso de los casticismos en una ciudad que, sin ellos, se quedaría en menos que nada, en prosa administrativa, retórica de poder y lamentos de oposición. En las últimas horas he oído decir reiteradamente, por sus próximos y sus distantes, que Esperanza Aguirre es una mujer «de rompe y rasga». Así, en principio, lo de rompe y rasga parece una letra para que le ponga música Francisco Alonso; pero ¿Celia Gámez era una mujer acreditativa de ese doble concepto con aires de textil y, en Las Leandras, quedan resumidas la gracia y la malicia de la expresión? Muchas modistillas y chicas de planchar integraban el censo laboral capitalino cuando, puestos a debatir -algo inevitable en la esencia de la Villa-, como los intelectuales de hace cien años, lo hacían sobre la conveniencia de desayunarse un café con leche acompañado por media tostada, medio panecillo de perra gorda; pero, ¿la media de arriba y la media de abajo?
Sospecho que, cuando nació Esperanza Aguirre, la partera que atendió a su madre, la comadrona -especie en extinción-, le diría: «Señora, ha tenido usted una protagonista». Esa es la clave del personaje que, más conservador de lo que se llevaba hace sesenta años, se apresuró a buscar «lo segurito» y lo encontró en el escenario mesocrático de los Cuerpos del Estado. Una buena oposición proporciona lo nunca visto, algo que nos incautaron los franceses, perfeccionó Laureano López Rodó y sigue siendo, azuzada por el paro, la ambición más generalizada entre nosotros: la «propiedad» de un puesto de trabajo en la Administración. Algo que conlleva el derecho a la excedencia en sus muchas y variadas maneras y que, al final, permite al interesado aventurarse en el proceloso mundo de la competencia con el salvavidas puesto como remedio a un posible naufragio.
Aguirre nos debe a los madrileños, a los naturales y a los sobrevenidos, la explicación de su fuga como presidenta de la Comunidad de Madrid.
No está bien pedir el voto para devolvérselo a los votantes, sin razones de mayor fundamento, antes de cumplir una legislatura. Lo hizo y testó a favor de su segundo, que ni rompe ni rasga, y dejó la Puerta del Sol con más figurantes y coros que actores con frase y lucimiento. Ya se sabe cómo funciona la selección de personal en los organismos públicos. Gracias a la excedencia -algo que exige revisión-, volvió a la Administración y, sin que nos diéramos cuenta, ya está otra vez en uso de la excedencia para presidir un consejo asesor de una notable compañía catalana de cazadores de talentos. Supongo que sus nuevos patronos, los del negocio, no le habrán escogido por la brillantez en sus técnicas de selección de personal... Véase la lista de sus huérfanos políticos.
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