Noche toledana... Del insomnio surge la poesía
El 30 de abril de 1922 se celebró una auténtica noche toledana. Una fiesta literaria que promovió, entre otros, el escritor Ortega Munilla, padre del gran filósofo Ortega y Gasset

Cercada por altos muros y el elegante pórtico renacentista del convento que le da nombre, la plaza de Santo Domingo el Real es uno de los espacios de Toledo que mayor evocaciones literarias tiene. Fue preferida por Gustavo Adolfo Bécquer, quien la inmortalizó en sus Rimas: «a oscuras conocía los rincones / del atrio y las portadas; / de mis pies las ortigas que allí crecen / las huellas tal vez guardan». También la convirtió en escenario para la leyenda Las Tres Fechas. En sus paredes, varias placas nos recuerdan al romántico escritor sevillano y también perpetúan la memoria de otro toledanista singular: el periodista y escritor José Ortega y Munilla, amigo de Galdós, Ramírez Ángel y Marañón con quienes compartió su pasión por la ciudad del Tajo.
Coincidiendo con las recientes obras de restauración afrontadas por el Consorcio de Toledo en la impresionante bóveda e interiores de la iglesia de Santo Domingo el Real, se ha recuperado también la placa de escayola que en el año 1923 fue colocada allí en memoria de una singular fiesta literaria. El encuentro tuvo lugar la noche del 30 de abril de 1922, promovido por Ortega Munilla, entre otros. Participaron el catedrático Andrés Ovejero, el director de El Liberal Miguel Moya, el académico y archivero Ángel Vegué y Goldoni, el doctor Marañón y los escritores Andrés González Blanco, Margarita Nelken y Ramón Gómez de la Serna, así como un grupo de inquietos toledanos encabezados por Santiago Camarasa.
La velada comenzó pasadas las doce de la noche. Bajo la espadaña conventual, y a la luz de un considerable número de antorchas, la banda de música de la Academia de Infantería amenizó las intervenciones con la fantasía «Una noche en Toledo», obra de Mariano Gómez Camarero inspirada en los cercanos cobertizos. La interpretación contó con la colaboración de las monjas dominicas que siguiendo la partitura hicieron sonar las campanas de la torre de la iglesia en los pasajes que la composición lo requería. El Ayuntamiento puso una hornacina en el muro trasero del Convento de Santa Clara, para depositar en ella una pequeña biblioteca pública con las obras de Bécquer, que fue inaugurada durante el acto. Terminados los discursos, los participantes estamparon sus rúbricas en un álbum de firmas, que hoy se conserva en el Archivo del Ayuntamiento. Ortega Munilla tuvo el honor de ser el primero en escribir en sus páginas: «Noche toledana... del insomnio surge la poesía», trazó con su estilográfica. Las religiosas de Santo Domingo entonaron para los asistentes unos maitines, cántico previo a la celebración de una misa solemne.
Pasadas las tres de la madrugada, los asistentes se dispusieron a disfrutar de una auténtica noche toledana (así fue titulada la crónica publicada por ABC al día siguiente). Las calles de la ciudad eran recorridas por grupos de jóvenes tocando instrumentos de cuerda. En la Posada de la Sangre se había preparado un banquete. Sus mesas estaban iluminadas por velones de aceite y bajo su fulgor, un centenar de comensales disfrutaron de tortilla de espárragos, cordero asado y ensalada de huevos y pimientos, acompañado de vino de Yepes, presentado en jarras talaveranas, y dulces de mazapán. Los platos fueron servidos por jóvenes ataviadas con trajes típicos. Después, montados en carruajes, los literatos subieron hasta la Ermita de la Virgen del Valle donde vieron amanecer y esperaron la llegada de los romeros, antes de regresar a Madrid en el primer tren de la mañana.
Ocho meses después de aquella fiesta, Ortega Munilla falleció en Madrid. En su recuerdo, un grupo de amigos y admiradores promovieron la instalación en la plaza de Santo Domingo el Real la placa que ahora ha sido restaurada. Fue ejecutada por el entonces director de la Escuela de Artes y Oficios, Aurelio Cabrera y Gallardo. En la misma, flanqueado por un águila imperial, contemplamos un busto en relieve del periodista y escritor. Mas abajo, otra estela recuerda a su nieta, Soledad Ortega Spottorno, nombrada Ciudadana de Honor en el año 1985 en reconocimiento a la pasión toledana de su familia y agradecimiento por elegir Toledo como sede del Centro de Estudios Internacionales de la Fundación «Ortega y Gasset».
José Ortega Munilla nació en Cuba en 1856, vino a España para cursar estudios eclesiásticos, pasando por el seminario de Cuenca. Abandonó la vocación e hizo la carrera de Derecho, aunque orientó su vida profesional hacia el periodismo y la literatura. Impulsó el suplemento cultural Los Lunesdel Imparcial y ocupó su dirección. Auspició la salida de El Sol, que sirvió como plataforma para su hijo José y su círculo intelectual. En 1901 fue elegido miembro de la Real Academia Española. En el mes de junio de 1921, Ortega Munilla sobrevivió a un accidente ferroviario registrado en Villaverde al colisionar el expreso de Andalucía con el tren que se dirigía a Toledo. Hubo una decena de muertos y numerosos heridos. Entre los fallecidos figuraba el ex diputado liberal por Toledo e ingeniero Sergio Novales, propietario de la finca «La Alberquilla» alojamiento temporal de Galdós en los albores del siglo; entre los segundos estaba el coronel Losada, director de la Academia de Infantería.

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