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MAESTRAS DE OTROS TIEMPOS

Dolores Sama Pérez

Continúa la serie de las brillantes mujeres que pasaron por la Escuela Normal Superior de Maestras de Toledo, como Dolores Sama Pérez (1883-1978)

Dolores Sama Pérez archivo familiar de josé manuel bolart whrle

POR RAMóN Sánchez González

Tal vez sea oportuno comenzar la biografía de la profesora numeraria de Ciencias de la Escuela Normal Superior de Maestras, señalando que fue una mujer de altura, tanto física —en cuantas fotografías aparece, siempre sobresale en estatura respecto a los demás resultando muy fácil de identificar, al igual que por su permanente sonrisa en los labios—, como intelectualmente, al menos así parecen coincidir los testimonios de estudiantes que la conocieron.

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Por tradición familiar recibió una esmerada educación. Su padre, Joaquín Sama Vinagre, fue un eminente pedagogo extremeño, amigo de los Antonio Machado, abuelo y padre del gran poeta, autor de numerosos trabajos sobre educación e impulsor de la Institución Libre de Enseñanza. Precisamente en este célebre y liberal centro cursaría sus estudios Dolores Sama y allí coincidió con quien sería su esposo, José Gutiérrez del Arroyo Cebreiro, maestro y más tarde profesor de la ILE, también muy vinculado a la docencia. Dolores, de amplia cultura, poseía conocimientos de música —tocaba el piano— hablaba francés y viajó por Alemania y Estoril donde pasó algunas vacaciones.

archivo familiar de josé manuel bolart whrle

Antes de incorporarse a la Normal de Maestras toledana colaboró con su marido quien en 1906 ganó por oposición una plaza de alumno pensionado por el Ministerio de Instrucción Pública para hacer estudios en las Escuelas Normales de las naciones francoparlantes —Francia y Bélgica—. A fines de 1907 a ambos le fue confiada la difícil misión de dirigir la escuela recién fundada del pueblecito de Santa Marta en la que se pretendía crear «un foco de energía con un elevado espíritu y una gran intensidad de acción que traspirase de la clase y los alumnos a las familias y al pueblo» dice el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. La escuela se abrió el 1 de mayo, el ensayo alcanzó un gran éxito del que su creador apenas pudo disfrutar porque murió en los últimos días de 1908 dejando como último recuerdo las palabras con que próximo a su fin recomendaba a su mujer la educación de su hijo, un niño que murió prematuramente a la edad de 7 años.

Su llegada a Toledo como profesora tuvo lugar en 1911 y aquí, salvo un paréntesis en Madrid en la Escuela Normal del Magisterio Primario —en 1932 fue Secretaria y dos años después Directora—, retornó en septiembre de 1939 y permaneció hasta su jubilación en 1953. En Toledo arraigó y vivió en la calle Sillería donde falleció a los 95 años de edad. Tanto se identificó con la ciudad que incluso llegó a desempeñar el cargo de concejal del Ayuntamiento desde septiembre de 1928 hasta febrero de 1930.

Al margen de su dedicación cotidiana a impartir las materias propias del área de Física, Química y Ciencias Naturales, su implicación en la vida académica de la Normal femenina fue muy intensa y aparece prolijamente documentada en las actas del claustro. En 1913 acompaña a la Directora, Elvira Méndez, a visitar al Presidente y arquitecto de la Diputación para tratar sobre la reforma del Centro, entonces ubicado en el edificio de ese organismo; Presidenta de la Junta Provincial de Protección de Huérfanos del Magisterio, aunque poco tiempo pues fue elegida en enero de 1944 y en noviembre dimitió por razones de salud; Secretaria de la Escuela desde 1951, en sustitución del fallecido Juan Rivas Lessé, profesor de Dibujo y Caligrafía, hasta unos meses antes de su jubilación en que deja el cargo por motivos de salud. Igualmente formó parte con frecuencia de los tribunales de reválida así como de los correspondientes a oposiciones de maestros.

Sin duda, sus buenos lazos de amistad con las autoridades académicas de Madrid, permitieron que gracias a sus gestiones la Normal de Maestras obtuviera en 1914 la donación de libros por parte del Instituto Pedagógico y otros por la Junta de Ampliación de Estudios. Ella misma dio reiteradas muestras de su generosidad, al entregar al centro en 1918 una colección de minerales de su padre o aportar donativos para ayudar a alumnas necesitadas que se materializó en la creación en 1913 por parte de doña Elvira Méndez de la Torre, Directora de la Normal, de la «Decena», una institución caritativa cuya aspiración se centraba en atender a las alumnas pobres en sus necesidades de libros, hilos, telas, pagos de matrícula u otros gastos, para cuya gestión se creo una Junta Directiva de la que Dolores Sama era Tesorera. Incluso, en un gesto de solidaridad insólito sufragaron los gastos del entierro de la abuela de una alumna cuya familia carecía de medios para ello.

Al igual que el resto de sus compañeras de claustro participaba en la Fiesta de la Flor que solía realizarse coincidiendo con la festividad del Corpus Christi y consistía en colocar diferentes mesas petitorias en Toledo, en las que siempre había alguna profesora de la Escuela Normal. Las estudiantes de Magisterio «todas muy lindas y graciosas en su atavío de mantillas de blondas y mantones de Manila», tal como recoge un semanario de la época, animaban a los toledanos a rascarse el bolsillo pidiendo por sus calles. Con la recaudación obtenida se ayudaba a sufragar los gastos para una colonia veraniega en Pedrosa (Santander) a la que se enviaban en verano a niñas enfermas o necesitadas, para la cantina escolar o para el ropero escolar; en suma, un conjunto de iniciativas impulsadas desde la Escuela Normal de Maestras y que iba más allá de la mera formación académica de las futuras docentes, logrando con ello una incardinación en la sociedad toledana.

Sin duda alguna, un momento estelar de la estancia de Dolores Sama en Toledo, no solo para ella sino también para el centro educativo, e incluso para toda la ciudad, fue la colocación de la primera piedra, el domingo de Ramos de 1929, de la Escuela Normal edificada en las inmediaciones de la Puerta de Bisagra —en varias fotografías se destaca su presencia en la tribuna de autoridades— y que tuvo una vida tan efímera, dado que se construyó sobre unos cimientos endebles que aconsejaron su demolición por temor a un derrumbe a principios de los años 50. Con el nuevo edificio se pretendía poner fin a la permanencia en la planta baja de la Diputación Provincial y dotar al centro de unas instalaciones dignas de su elevada función: la formación de maestras. En realidad, solo fue un paréntesis, pues de nuevo se volvieron a plantear nuevas y temporales ubicaciones, en las inmediaciones del hospital de Santa Cruz, en un solar en la calle Trinidad perteneciente al ministerio de la Guerra o en la Escuela de Artes y Oficios.

Resulta oportuno mencionar una circunstancia que pone de relieve su profesionalidad y su sentido de la responsabilidad. Antiguos alumnos refieren que con motivo de haberse fracturado una pierna, con la consiguiente imposibilidad de impartir clases, para que los alumnos no se quedaran sin docencia, los reunía en su casa de la calle Sillería y allí les daba lecciones. Una situación inconcebible en los tiempos actuales, tan escrupulosos en las formas, pero que dice mucho a su favor.

Persona muy conocida en la ciudad, gozaba del reconocimiento y la estima por parte de sus estudiantes y de los toledanos. Entre sus compañeras de claustro era apreciada y respetada y mantuvo una especial relación con Mercedes Wehrle, con quien compartía algo más personal que Escuela, categoría profesional –numerarias- y especialidad académica –sección de Ciencias-, pues eran cuñadas al estar casada Mercedes con su hermano Nicolás Sama.

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