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FÓRMULA 1

Vettel es una máquina perfecta

Sin fallos y sin réplicas, logra su noveno triunfo de la temporada. Alonso acabó cuarto y por primera vez no sube al podio en Singapur

Vettel es una máquina perfecta AFP

JOSÉ CARLOS J. CARABIAS

Pese a que las audiencias siguen registrando números fantásticos y a que la Fórmula 1 se ha consolidado como una porción más de los domingos españoles, resulta inevitable que la sinfonía de bostezos se propague como una piedra plana sobre el agua. Sebastian Vettel enardece a su país y promueve todo tipo de chanzas globales sobre las propiedades revitalizantes de la bebida energética proveniente de Tailandia, pero aburre a las ovejas. Ha anulado la emoción, ha sepultado a la competencia y se encamina sin posibilidad de error hacia su segundo título. También ganó en Singapur. Y lo hizo por avasallamiento, de principio a fin, sin un atisbo de pelea. Fernando Alonso acabó cuarto , por primera vez sin pisar el podio del fabuloso circuito de la pista blanca. [Así hemos contado la carrera]

Culpa no tiene Vettel porque le pagan para eso. En un mundo sin escrúpulos como es la Fórmula 1, donde funcionan en el mismo renglón el deporte, la política y el negocio, el valor de los resultados se incrementa hasta la órbita lunar.

Vettel ha simplificado todos los pronósticos. Ha condenado a un ostracismo total a los grandes premios que Bernie Ecclestone había extraído de la chequera con el color verde del dólar refulgente en sus ojos. Países que pagan un canon estratosférico cercano a los cuarenta millones por albergar un fin de semana de carreras. Vettel ha sacrificado el interés en los territorios de la nueva economía emergente, India, Corea del Sur, Abu Dhabi, también Singapur... [Fotogalería: Las mejores imágenes de la carrera]

Siempre pendiente de que su espectáculo crezca, de que las audiencias realcen el valor de los patrocinios, de que la pugna entre pilotos reserve pasajes hasta la última curva de la última carrera, del último suspiro de cada Mundial, Ecclestone también ha desistido. El viejo caimán de los negocios también se ha rendido ante Adrian Newey y Sebastian Vettel.

Con la expectativa de un final de curso sugerente, Bernie Ecclestone intentó cambiar la norma a mitad de temporada y prohibir la presunta ventaja del ingeniero jefe de Red Bull, que pensó antes que los demás en los beneficios de los gases del motor en términos de velocidad. Ni por esas. En una extraña operación que se clausuró en un abrir y cerrar de ojos, Ecclestone quiso que los goles de cabeza de repente no valiesen. Porque sí. Por el artículo 33. Por la buena salud de su producto.

Por encima de Ecclestone

Vettel ha sobrevolado por encima de la voluntad del dueño del mano a distancia. No hay antídoto para él en una temporada colosal. Ha terminado todas las carreras. Y siempre se ha subido al podio, salvo en su país, Alemania. Nueve victorias de 14 posibilidades , once poles en la misma proporción diseñan una imagen de piloto infalible.

Los números expresan que podemos asistir a la eclosión de uno de los grandes en la historia de la Fórmula 1. Si Button no lo remedia, va a ganar su segundo título dentro de quince días en Japón e ingresará en el pedestal que hasta ahora ocupaba Fernando Alonso. Pero por encima de todo, queda la sensación de que el germano ha arrasado sin cometer un solo fallo. Números perfectos.

En Singapur nada alteró su propósito. Salió bien, corrió mejor y nadie se equivocó en su garaje. Vettel abrasó el asfalto como si le fuera la vida en ello. Registró tiempos estratosféricos en el vuelta a vuelta cuando no tenía tanta premura.

Alonso navegó en el segundo escalón, en bonita lucha con Jenson Button y Mark Webber. Y recibió un resultado parecido al de las últimas carreras. El Ferrari es más lento que el Red Bull y el McLaren, y el asturiano empieza a agotar los conejos de la chistera para lograr soluciones milagrosas. Su coche corre menos y las reservas de fondos de Ferrari ya están asignadas al cien por cien a la creación de un bólido nuevo, parido de cero, en 2012.

Por más que Alonso quiso, el podio en Singapur se le resistió. Tuvo problemas con la degradación de los neumáticos superblandos al principio y tampoco le favoreció la salida del coche de seguridad. Pero lo que no le beneficia en absoluto es el rendimiento del monoplaza que Ferrari ha puesto en sus manos.

Entre tanto, Jenson Button ha arrebatado al español la titularidad como subcampeón. Tipo de una fiabildad sobresaliente, siempre potente en la lectura de las estrategias, el inglés es el vivo ejemplo de lo que significan el ruido y las nueces. Su compadre Hamilton es el niño en el bautizo y el novio en las bodas, el más rutilante gladiador y el más prolífico servidor de titulares. También el más espectacular sobre la pista. Pero en el largo aliento, en el maratón que recompensa la laboriosidad y no tanto el destello, Button le ha ganado la partida a la vedette. Sólo él tiene aún una opción, aunque cuasi imposible, de ganar el Mundial. Al intratable Sebastian Vettel le falta un punto. Los demás ya no pueden discutir con las matemáticas.

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