La otra sucesión
Mientras Sonsoles Espinosa sueña con refugiarse en León, «Viri», la esposa de Rajoy, afronta tranquila su eventual mudanza a La Moncloa
Ahora suele recordar entre risas cómo, camino del instituto, pasaba todos los días ante el edificio de la Diputación Provincial de Pontevedra, sin imaginarse que el señor barbudo que iba a presidir aquella institución terminaría convirtiéndose en su esposo. Pero sucedió. En el día de los Santos Inocentes de 1996 Elvira Fernández Balboa llevó al altar a un talludito Mariano Rajoy Brey tras un noviazgo tranquilo. Ella tenía 31 años; él ya había cumplido los 41, y era entonces ministro de Administraciones Públicas del primer gobierno de Aznar, por lo que la boda no pasó desapercibida. El aluvión de fotógrafos congregados ante la recoleta Capilla de las Conchas de la isla de la Toja desbordó los inútiles deseos de una relativa privacidad de una pareja poco amiga de la sobreexposición pública, aunque ni entonces ni ahora logren despejar el recurrente «¿cómo es ella?» que conduce siempre a un lugar común (el de que es «discreta») tan ajustado a la realidad como poco revelador. Porque no aciertan quienes asocian esa discreción con la timidez o el retraimiento. «Viri», como la conocen sus allegados, es locuaz, amena y extravertida. «Una tía simpatiquísima», resumen sus amigos. Lectora empedernida, siempre está atenta a las novedades editoriales y recomienda después al líder del PP las que más le han gustado. En contrapartida, ella no ha podido sustraerse a la pasión de su cónyuge por los deportes. En fútbol, simpatiza con el Real Madrid.
En el PP «Viri» no mantiene más activismo que el de su presencia en algunos mítines multitudinarios y quiere continuar así. Criada en el seno de una familia pontevedresa dedicada a la construcción, acomodada pero austera, la mujer de Rajoy estudió siempre en centros públicos y cursó la carrera de Administración de Empresas en la Universidad de Santiago de Compostela, con buen expediente. La cuota política familiar la encarnó su tío, Elisardo Balboa, que llegó a alcalde de Sanjenjo enarbolando un glorioso lema electoral: «Se queres cousas boas, vota Balboa» («Si quieres cosas buenas, vota Balboa»).
Trabajo en Telefónica
Después de licenciada, Elvira encontró empleo en una pequeña empresa pontevedresa que dejó cuando, una vez afianzado su noviazgo con Rajoy, consideró oportuno trasladarse a Madrid. En la capital trabajó en Antena 3 y ahora lo hace para Telefónica Contenidos, al tiempo que lleva las riendas del hogar, situado en una urbanización de Aravaca. Sus hijos Mariano, de once años, y Juan, de cinco (ambos nacidos en la Clínica Dexeus de Barcelona), estudian en un colegio inglés. Y «Viri» considera su vida lo suficientemente bien ensamblada, a estas alturas, como para que una eventual mudanza a La Moncloa no altere sus esquemas.
Entretanto, para Sonsoles Espinosa (Ávila, 1961) se acerca el momento de la liberación. «Asfixia» es el titular de sus siete años replegada en La Moncloa, donde solo ha dado la cara como silente y estilosa percha de los modelos de Elena Benarroch. Exquisitamente educada (siempre ha sabido sonreír y saber estar en público), ha sobrellevado sin embargo su forzosa condena a la proyección social con un íntimo malestar convertido en secreto a voces.
Hija de militar, Sonsoles, antes profesora de música y ahora soprano del Coro de la Capilla Real, anhela liquidar la etapa presidencial y rehacer su cotidianeidad en León. Para ello, los Zapatero planean construirse una casa en la zona de Eras de Renueva, la única aledaña a la capital leonesa donde existe una oferta de chalés unifamiliares lo suficientemente representativos para un ex presidente del Gobierno.
De la timidez a los recelos
A lo largo de estos años la actitud de Sonsoles Espinosa ante los medios de comunicación ha evolucionado desde una timidez confiada a un recelo enfermizo. En un primer momento, cuando su esposo fue elegido secretario general del PSOE, el matrimonio permitía la cercanía de la prensa, e incluso se aventuraba a intercambiar alguna confidencia doméstica intrascendente. Pero ese ambiente se enrareció inmediatamente, a raíz de unas fotos robadas a la familia durante sus vacaciones en Baleares en 2004.
Pronto, además, se puso la lupa sobre las actividades de la propia Sonsoles. En Madrid tuvo que renunciar sus incursiones como soprano en el coro de RTVE para evitar acusaciones de enchufismo, y también se le reprochó el uso de la piscina de la Guardia Civil en Valdemoro para unas prácticas de buceo. Más adelante escandalizó que un diplomático formara parte del séquito que la asistió en París, donde intervino en la ópera «Carmen».
Pero las férreas directrices de mutismo absoluto sobre la vida privada de la familia llegaron tras el episodio de la difusión de la foto con los Obama, en septiembre de 2009. Esta circunstancia fuera de control alteró mucho más a Sonsoles que al propio Zapatero y, desde entonces. la esposa del jefe del Ejecutivo se siente aún más incómoda en La Moncloa, pese a que evita exteriorizarlo. De momento, entra y sale aparentemente relajada, como en una reciente visita a la feria Arco. Más raro resultó que el Coro de la Capilla Real tuviera programado el día 1 de abril un concierto en León, su querido refugio, y Sonsoles no asistiera. En la víspera del anuncio del adiós en Ferraz, nadie supo ver en ello un indicio significativo.
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