Tras una llegada algo accidentada por mala elección en el hostal (excesiva cantidad de ácaros por centímetro cuadrado y bastante suciedad acumulada en el cuarto de baño a pesar de que los gerentes me aseguraron que es lo normal en su tierra...), madrugón y a la calle para buscar un lugar donde desayunar de forma contundente. Tropiezo con el edificio más alto de Bristol, la iglesia de St. Mary Redcliffe. Muy cerca del centro se levanta este templo anglicano de estilo gótico que en su día definiera la reina Isabel I como "la más bella y famosa iglesia parroquial de toda Inglaterra". Sus buenos 89 metros de altura la convierten en la tercera de más altura del país.
Se está celebrando la Pascua (Easter) y asisto un rato a una de las famosas misas cantandas. Todo un espectáculo... ¿aquí nadie desafina? El reverendo Hester Jones oficia un pregón bastante ameno pero decido salir en busca de The Collosseum, un local cercano para desayunar. No hay una mesa libre y decido pasear por los City Docks, posiblemente el lugar con más encanto portuario de Bristol. Aquí, junto al mar, se aprecian algunas barcas que sirven de casa y la gente tiene cara de auténticos lobos de mar.
Tras la pista del mítico bar 'The hole in the wall' se accede a Queen Square, un lugar precioso repleto de soberbias edificaciones victorianas. Coincido con una exposición de coches de época en la calle, todo un ambiente muy 'british'. Prosigo mi agradable paseo dominical rumbo a St Nicholas Market, posiblemente el lugar más divertido para comer en todo Bristol. Junto a The Rummer Hotel se encuentran el Zarks Cafe y The Crown, dos de los locales que arrastran más fama.
Aún consigo aguantar mis ganas de desayunar porque me he decidido reservar para un lugar mítico: The Commercial Rooms. 'This building is older than Buckingham Palace' (este edificio es más antiguo que el Palacio de Buckingham), se puede leer en la barra. Definitivamente es el mejor lugar posible para desayunar, pero me doy cuenta que a media mañana ya hay gente entregada a la pinta de cerveza. Me están ganando por la mano...
Atravieso Corn Street, la arteria más señera de la ciuda en dirección a St Augustine Parade, presidida por una estatua de Neptuno. La amplia y arbolada avenida finaliza en el Centre Promenade, junto al río. Es el lugar perfecto para exposiciones (hoy toca una de chocolates) y la parada para montar en los barcos para turistas. Hay un pequeño concierto junto a los escalones. También luce el sol en Inglaterra de vez en cuando, ahora me doy cuenta. A pocos metros está en Harbourside Market, donde se venden libros y discos a bajo precio.
EL GRAN CARY GRANT MARCA EL CAMINO
Las gaviotas me guían hacia el Acuario y el Planetario. Los edificios a esta parte del río son más vanguardistas. Una pantalla gigante en medio de una plaza y un montón de sillas de playa. Están poniendo Toy Story y las familias echan la mañana con entretenimiento gratis. Planazo. Alredededor hay muchas estatuas de gente célebre (William Tyndall, William Penn...) pero el que se lleva la palma es Archibald Alexander Leach, más conocido como Cary Grant. Este actorazo nació en Bristol y es un clásico tomarse una foto junto a su estatua. Cumplo con la tradición.
El paseo prosigue hacia la catedral anglicana. En el césped que la circunda está prohibido beber. El templo es una solemne maravilla de estilo gótico, pero no menos impresionante es el edificio elíptico, flanqueado por dos estatuas de unicornios, que se aposta a su lado y que acoge el ayuntamiento. Ha llegado la hora de la comida y apuesto por caminar hasta Castle Park, el mejor escenario posible para un picnic. Me bastan cinco minutos para hacer amigos. La cosa se pone de vasos... Esto ha sido Bristol y no Bristol. Llega el momento de conocer la parte marchosa de la ciudad. Pero de eso ya me acuerdo menos, no sé por qué será.




















