Toda la cara occidental de la isla mayor, Inish Mor (también Inis Mór), aparece cortada como por cuchilla por el fuerte oleaje de un mar bravío. En la parte más superior de ella unas ruinas de la Edad del Hierro, Dún Aengus, aparecen cortadas como por segueta por la fuerza del tiempo y las condiciones que las atan a los acantilados de unos 200 metros de altura. Se trata de un fuerte que se dispuso en una arquitectura circular concéntrica de origen celta.
Al ser una civilización tan antigua y estar tan regida por los cambios de la naturaleza, los elementos se disponen toscamente pero guardan una simetría curiosa que parece seguir algún patrón de lógica mística. En el lateral que se asoma al acantilado, un pequeño promontorio permite la posibilidad de especular sobre sacrificios de animales o incluso humanos para la adoración de los dioses. Otra fortaleza prehistórica admirable es Dún Dúchathair.
Existe un cementerio que mira hacia el continente que se hace notable por la demarcación de las tumbas con cruces de estilo celta que hablan de la tradición de esta tierra. Se sitúa mirando a la cara este de las islas hacia las playas suaves de arena. La caída del sol siempre es sobre la línea del océano, ver al astro rey marcharse desde los acantilados del oeste de la isla es precioso. Sin embargo, las playas del este son más suaves y permiten el baño y la lectura relajada durante el día; para los más frioleros, eviten los meses de inviernos. Los habitantes, como en cualquier país frío y nublado, no están acostumbrados al uso de la playa como lugar de baño y recreo, así que las más usuales en las orillas del mar son las vacas peludas típicas de la zona.
En esta zona de Irlanda aún se mantiene en uso el gaélico antiguo en algunas regiones. En estas islas incluso lo hablan y los carteles de restaurantes y hostales, así como las señalizaciones de tráfico, emplean este lenguaje, como tratando de sobrevivir a la opresión del uso del inglés en todo el Reino Unido. De todas formas, por consideración a la mayoría que lo desconoce, siempre su traducción en inglés aparece cercana.
Las Aran Islands en general ofrecen el gusto del relax, las tabernas con cerveza negra y el pescado fresco, la cercanía de sus habitantes que enseguida sabrán de tu llegada desde la primera noche que apareciste y la posibilidad de pasear por su praderas y campos de verde frondoso, demarcados con muros de piedra gris y adornados con animales autóctonos por doquier. Incluso en los meses veraniegos los cielos suelen estar encapotados, sólo a intervalos el sol se deja ver y deslumbra una tierra verde profundo y un mar que, acostumbrado a la penumbra, destella agradecido por la calidez de los rayos. El clima es bastante húmedo y llevar impermeable y buenas botas se antoja imprescindible.
DE BALLENAS Y PELÍCULAS
Durante el trayecto del ferry cabe la posibilidad de ver la figura de alguna ballena bajo el agua o que asome a la superficie, pero éstas son las despistadas de la ruta habitual. Desde Galway, algunas agencias de turismo ofrecen la posibilidad de subir en barcos organizados para ello. Se dirigen hacia la zona por donde las ballenas transitan para verlas pasar. Aunque en las Aran Islands no falta de nada, en ocasiones se puede ir a Galway para disfrutar de algún teatro o espectáculo, u organizar alguna excursión como ésta. En las islas en cambio tan solo podrás disfrutar de actuaciones muy extremadamente locales y seguramente durante la boda o celebración de alguna familia. No será extraño que si te quedas por algún tiempo acabes formando rápidamente parte de la vida social de la isla y seas invitado a toda clase de celebraciones familiares como un miembro más.
Esta zona y su forma de vida es tan espectacular y característica que se ganó el interés del filmógrafo Robert J. Flaherty quien realizó el documental "Man of Aran". Las gentes de las Islas Aran son humildes y muy cercanas, marcadas por el duro trabajo de una forma de vida marinera llena de esfuerzo. Tratarán de darle al visitante toda clase de comodidades y se mostrarán muy interesados en conocer nuestra historia y la razón de llegar hasta allí. Inish Mor tiene algo así como 800 habitantes, entre ellos evidentemente todos se conocen. A pesar de tener alguna hospedería, dos para ser concretos, la visita de extranjeros es extraña y en seguida se deja notar. Todos los vecinos están al tanto de cualquier visita o contacto en la isla.
Para quien desee realizar un viaje de retiro, que disfrute de la contemplación de una naturaleza bravía y de la vida esforzada y humilde, si gustas de la tradición de una cultura que se dice extinguida, como lo es la celta, es un lugar muy especial y realmente reconfortante. El silencio y el continuo sonido del oleaje abrazan estas islas.