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¿Solidaridad líquida? ¡Para nada!

Las noticias suelen ser solidas, pero empiezan a diluirse entre otras noticias, para acabar en una mera sombra informativa cuando pasan pocos días

por fernando redondo

Un cubito de hielo es algo sólido, aparentemente consistente, ¿verdad? Pero en este verano rápidamente se convierte en líquido, en agua, y de ahí al estado gaseoso, ¡qué poco tiempo es necesario! Con esta imagen pensemos en una noticia, en un acontecimiento, en una novedad. Las noticias suelen ser solidas, pero empiezan a diluirse entre otras noticias, para acabar en una mera sombra informativa cuando pasan pocos días.

Algo así acontece con la solidaridad, cuando se asume únicamente como una colaboración «benéfica muy puntual», que la convierte en una «solidaridad líquida». Nos sentimos movidos por la emoción de un acontecimiento o titular. Es lógico, no podemos dejar de conmovernos. Es coherente, no podemos ser inmunes a las imágenes del sufrimiento.

Pero, ¿dónde nos quedamos?, ¿hasta dónde nos lleva la colaboración?, ¿somos capaces de hacer nuestra la pobreza? El Papa Francisco nos dice que «los cristianos estamos llamados a tocar la pobreza de nuestros hermanos, a hacerla nuestra», pero, aun así, no somos capaces de mirar a los ojos de los pobres, no nos atrevemos a tocar la pobreza, no ahondamos en el significado de la justicia social y la dignidad humana.

Nuestro compromiso requiere de una mirada más amplia, no una mirada cortoplacista. Nuestra solidaridad no puede quedar anclada en los mismos esquemas de siempre, en aquellos en los que la beneficencia queda presentada como la sonora respuesta de la sociedad e incluso de las administraciones públicas.

La «solidaridad líquida» no deja de ser planes asistenciales que atienden urgencias, pero que únicamente son respuestas pasajeras. Las medidas adoptadas deben superar la eterna temporalidad para afrontarlas desde la globalización de la esperanza, que sustituye a la globalización de la exclusión y la indiferencia.

Esa globalización de la esperanza encuentra un reflejo muy actual en los misioneros y misioneras repartidas por todo el mundo. Ellos son la antítesis de la «solidaridad líquida» y nos ponen en una incómoda situación. Ellos se convierten en «contracorriente» para lograr movernos y hacernos salir hacia nuevas periferias existenciales de la sociedad.

¿Recuerdas? Hace un año el «cubito de hielo» informativo era el ébola. En la fórmula informativa y mediática sobre el ébola entró de pronto el hombre y la mujer blanca. Mientras no había saltado nuestras «cómodas fronteras existenciales», llámense «occidentales», nada nos había importado el ébola y tampoco, ¡ojo al dato!, el trabajo de otros hombres y mujeres que convivían con «aquellos pobres negros» (como algunos han transmitido en los medios de comunicación, olvidando la radical igualdad del ser humano). Nos alarmó el «cubito informativo del ébola», pero en qué poco tiempo se convirtió en agua, tan maleable que desapareció de nuestras manos.

Los misioneros Miguel Pajares y Manuel García Viejo nos traspasaban la conciencia con su muerte, que hicieron temblar muchas posiciones cómodas, cuando comprobábamos su absoluta entrega, desde el Evangelio, en la crisis del ébola. Nos traspasaba igualmente la entrega de la Hermana Paciencia, que ponía en evidencia y en duda la «solidaridad líquida». Conocer su historia, con humildad y entrega, es reconocer la familia misionera que nace del mismo Evangelio. Son respuestas de vida, únicamente entendibles en la fuerza misionera, en la esperanza misionera, son las respuestas que esclarecen respuestas para una sociedad que más que nunca pide testimonios, pedimos testigos.

Hace unos días recibía noticias de uno de nuestros misioneros, testigos, testimonio de entrega. Es el Padre Luis Pérez, s.x., misionero javeriano que no ha abandonado a su pueblo por el ébola y que se mantiene trabajando, día a día, en Sierra Leona. Otro de estos «locos misioneros» que nos hacen tambalearnos en nuestras cómodas y aisladas vidas. ¡Por supuesto, nos tambalean! Ellos son capaces de hacernos mirar a nuestros hermanos de otro modo, ellos nos interpelan, como el propio Evangelio, para el desarrollo integral de «todos los hombres y todo el hombre».

Dejémonos interpelar por la acción y el trabajo de los 13.000 misioneros españoles, que son respuesta frente a la «solidaridad líquida», frente a los permanentes «cubitos de hielos» informativos, frente a la indiferencia. Es momento de la globalización de la solidaridad y la esperanza, en la que todos los misioneros nos hacen partícipes y cómplices.

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