Madrid 2020: Una batalla que España tenía que librar, y el Príncipe con ella
Don Felipe se ha volcado en estos ocho meses para intentar arañar hasta el último voto
Desde el primer momento, el Príncipe de Asturias sabía que defender la candidatura de Madrid 2020 era u na apuesta arriesgada. En realidad, era el cometido más complicado y con más visibilidad pública de cuantos se le han encomendado hasta ahora. Pasara lo que ... pasara en Buenos Aires, al encabezar la delegación española, él sería el rostro de la victoria o de la derrota.
Si Madrid ganaba a sus rivales, indudablemente se reforzaría su imagen como Heredero de la Corona. Pero si la ciudad perdía, por tercera vez, tendría que compartir el fracaso colectivo. Personalmente, Don Felipe tenía mucho que ganar , pero también que perder. Podía volver de Argentina como Carlos V tras la victoria de Mülhberg, o como Felipe II tras la derrota de la Armada Invencible.
Sin embargo, este no era el momento de pensar en los intereses personales. Aunque para el Príncipe suponía una apuesta arriesgada, la posibilidad de albergar unos Juegos Olímpicos era buena para España por muchas razones. Y eso era para él lo importante. Lo único que estaba claro es que había que aprovechar esa oportunidad y dar lo mejor de sí mismo para intentar ganar la batalla.
Aceptó en una semana
Don Felipe apenas necesitó una semana para sumarse al proyecto que el 17 de enero le presentaron la alcaldesa, Ana Botella, y el presidente del COE, Alejandro Blanco, quienes le entregaron un dosier, que el Príncipe se estudió con todo detalle. Siete días después, aceptó la presidencia de honor del proyecto y, para sorpresa de todos, empezó a demostrar que su apoyo no sería testimonial, sino que trabajaría sobre el terreno «como uno más».
El Príncipe sabía que no era nada fácil conseguirlo, pues ni el Rey lo logró en Copenhague, cuando la capital española aspiraba a albergar los Juegos de 2016, ni la Reina lo consiguió en Singapur con los de 2012. Hace un mes, comentaba a ABC que «es una incógnita cómo decide el COI. Es tan críptico como el Cónclave» cuando elige a un nuevo Papa. Pero lo que Don Felipe ha tenido claro en estos ocho meses es que no iba a regatear esfuerzos para arañar cualquier voto a favor.
Tras aceptar el reto, visitó en privado algunas de las instalaciones olímpicas, se estudió el reglamento del COI y cuanta documentación pudiera serle útil y asistió a algunas de las reuniones de los responsables de la candidatura. Se volcó, como anfitrión, con los miembros del COI que visitaron Madrid, y en julio se trasladó a Lausana (Suiza) para defender la candidatura española.
El efecto Lausana
Precisamente, Lausana marcó un antes y un después en la percepción del proyecto español, que hasta aquel momento iba el tercero y a partir de entonces se situó como rival de Tokio. La mejora se atribuyó directamente al Príncipe, que dejó una impresión inmejorable ante los miembros del COI.
Igual que esta semana en Buenos Aires, aquellos fueron días de largas jornadas de trabajo de doce horas, con interminables ensayos hasta avanzada la noche y encuentros formales e informales, entrevistas y saludos.
Además de sus cualidades personales, como su simpatía, carisma o autenticidad, Don Felipe ha aportado a lo largo de estos ocho meses su enorme capacidad para desenvolverse con naturalidad y confianza en todo tipo de ambientes y el bagaje de su excelente formación y experiencia. Pero detrás quedan también muchas horas de trabajo y un carácter tenaz y perfeccionista que le ha llevado a preparar a fondo su estrategia.
La batalla se podía ganar o perder, pero España tenía que librarla, y el Príncipe con ella.
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