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punto de fuga

El ayatolá Junqueras

Hemos enviado a cientos de miles de catalanes a la cadena, ¿por qué no vamos a ser capaces también de poner a otros cientos de miles en fila india ante las oficinas del INEM?

josé garcía domínguez

Solo alguien que viva en la Luna – y del cuento – podría fantasear con echar el freno durante siete días a una economía, la catalana, que ya lleva siete años en estado de parálisis permanente. Es inevitable, en este carrusel de orates siempre procede volver a Pla. Recuérdese que el de Palafrugell acostumbraba a repetir que aquí, en Cataluña, hay una forma muy cómoda de llevar una vida suave, tranquila y regalada. Y no era – ni es – otra que la de afiliarse al extremismo más atrabiliario. La vida suave, tranquila y regalada, he ahí la piedra filosofal que desenreda el eterno galimatías errático de nuestros más exaltados separatistas. Esa vida suave, la de quien sabe garantizada todos los meses la nómina por conducto administrativo, es la que impulsa al patriota Junqueras a invitarnos al suicidio al resto de sus conciudadanos, los que sí tenemos que trabajar para comer.

Hemos enviado a cientos de miles de catalanes a la cadena, ¿por qué no vamos a ser capaces también de poner a otros cientos de miles en fila india ante las oficinas del INEM?, parece que barrunta el estadista de la Esquerra. Estupefaciente, por lo demás, la rutinaria, indiferente normalidad con que el desvarío del prócer ha sido recibido en la plaza. Ocurrencia tan disparatada, lejos de despertar airadas réplicas, se ha integrado en el paisaje retórico dominante con relativa naturalidad. La familiar naturalidad con que los internos de todos los psiquiátricos saludan a la enésima reencarnación de Napoleón Bonaparte tras tropezársela en algún pasillo. Desconcertante en verdad la tendencia la de la Cataluña contemporánea a depositar la cosa pública en manos de psicologías extravagantes. Macià, un iluminado de atar; Companys, un ciclotímico susceptible de dejarse arrastrar a las mayores insensateces; Pujol, un místico irredento; Mas, un argonauta con flotador; Junqueras, un ayatolá laico. Tome nota, pues, el Nen de la Chancleta de que en esta nave de los locos nunca va a faltar un tercero dispuesto a doblar cualquier apuesta.

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