HACIENDO AMIGOS
Pérez-Llorca, el buen padre
Gracias por no idear ningún plan para que encajen en la España democrática los que viven de desencajarla
Iñaki Ezkerra
Tras la reaparición estelar de Herrero de Miñón estos días para defender el referéndum de Mas y de la de Miquel Roca hace unos meses para lo mismo, quiero dedicar esta columna con toda mi emoción y gratitud a José Pedro Pérez-Llorca; al hombre ... cabal, al patriota sereno, al padre de la Constitución que nunca ha dejado de serlo ni ha dado portadas al amarillismo político para renegar de esa hija o decir que nunca le gustó. En 36 años no le he oído a Pérez-Llorca una sola salida de tono para contentar a nadie o ser noticia. Y, como nunca sale en los periódicos soltando disparates, no reparamos en que aún nos queda un tercer padre de la Carta Magna que es el que de veras podría decir algo de interés justamente por eso, por su proverbial pudor mediático. Yo creo que después de tanta decepción y tanto jarro de agua fría, debemos ir a buscar a ese hombre para pedirle consejo o consuelo; para darle las gracias por su sensatez y su discreción.
Le he visto en algunas de esas fotos de la Transición que, para despedir a Suárez, se han vuelto a publicar estos días. Ahí aparece él sonriendo siempre en blanco y negro con su corbata laboral y paisana, sin chupar cámara; con esa pinta de español medio, de abogado listo y currante que tenía de joven; de letrado eficiente y consciente de la travesura legal y emocionante que estaban tramando; de buen gaditano que ha mamado el agua constitucional de la bahía; de colega que se toma un breve respiro en el trabajo de traer la libertad a España. De la Transición me gustan especialmente las fotos en las que se les ve a los hombres de Suárez inclinados en torno a una mesa, como trayéndose algo entre manos; esas fotos de grupo en la que parecen los compañeros de una oficina haciendo un descanso o brindando por uno que se va a casar. Esas fotos que son un poco las de todos los españoles porque en ellas sale esa peña que acometió la bella hazaña de representarnos a todos y darnos lo que necesitábamos, unas leyes que no nos acojonaran sino que nos ayudaran a vivir. Esas fotos, sí, en las que a todos se les ven las ganas de trabajar, un aire de ilusión, de sencillez y modestia que no han vuelto a tener los políticos de este país.
Me he acordado de Perez-Llorca estos días por eso, por su paternidad responsable de ese texto; por su contraste con un Miquel Roca que va de hombre de Estado «ma non troppo» o con Herrero de Miñón, que reaparece para proponernos una inquietante «mutación» de la Constitución que sólo él sabe lo que quiere decir; que nos indica que se ha pasado de la jurisprudencia a la biología y que aquí el verdadero mutante es él. La verdad es que Herrero de Miñón ya mutó hace años cuando dijo que el Plan Ibarretxe «encajaba en la Constitución al 99%». Mutó tanto que lo premió la Fundación Sabino Arana. Gracias, don José Pedro Perez-Llorca, por no haber recibido nunca esa clase de premios y por no idear ningún plan para que encajen en la España democrática los que viven de desencajarla.
Pérez-Llorca, el buen padre
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