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LLUVIA ÁCIDA

Dandismo

Ignoro si con el dandi ocurre como con su término, que está condenado a no encajar y a extinguirse

David Gistau

Como si se tratara de parientes, Francisco Umbral tenía colocados cerca de la mesa camilla en la que lo mismo escribía que merendaba membrillo los retratos de Ruano y Baudelaire. Era fácil detectar en ellos la inspiración del personaje que Umbral creó para llevarlo puesto, ... el del dandi más o menos solitario, desdeñoso y extraviado en el «spleen». Hasta una gata la convertía en complemento de vestuario. Cuando algún escritor joven le interesaba, Umbral siempre se empeñaba en llamarlo dandi, aunque fuera por ahí vestido con la camiseta del Borussia Dortmund, como si esa actitud, que según él no podía consistir sólo en sastrería, distinguiera la única posibilidad verdadera de reconocerlo como una criatura de su misma especie, la de los evadidos de la uniformidad, los desclasados con la dicha mutilada. Aparte de Umbral, apenas he conocido dandis auténticos. Tal vez los hermanos Berlanga, y Hughes, si se compra un sombrero de fieltro y deja de usar trenkas y jerséis alpinos. Mis dandis favoritos siempre fueron David Bowie, sobre todo cuando fue Ziggy Stardust en el glam, y Arthur Cravan, sobrino de Wilde y autor de esa deliciosa locura que era la revista «Maintenant», porque boxeaba en el peso pesado y porque supo morir cuando remó mar adentro y nada más se supo.

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