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FEDERICO TRILLO

A lo mejor, lo que no perdonan estos rojelios a Federico Trillo es que sea un estudioso de Shakespeare, porque ellos no pasan de Mortadelo y Filemón, o que saliera cargando un paso en las procesiones de Cartagena, porque están en la lucha contra la Iglesia, o que ordenara la reconquista del islote de Perejil, de madrugada y con viento fuerte de Levante, porque se han bajado al moro.

Dejando aparte el caso extraordinario de José María Aznar, la caza con cepo y con proyectiles explosivos dun-dun que los socialistas han desencadenado contra Federico Trillo no tiene justificación alguna, y para explicarla hay que recurrir a motivos pintorescos y disparatados. El caso del accidente de aviación en Turquía ha servido para que los socialistas realicen una campaña encarnizada contra Federico Trillo antes y después de ser ministro. No se trata ya de una campaña política fundada en un accidente desgraciado, que por supuesto lo es, y que se ha producido repetidamente, empezando por el accidente del «Prestige». Es que esa campaña ha llegado a límites de encanallamiento, y señalaban al ministro como responsable de todas las circunstancias del accidente, desde la contratación del avión hasta la dificultad para la identificación de las víctimas.

Pocas veces habrá llegado la enemistad política a un grado de injustificada crueldad y de empecinamiento contra alguien como en el caso de Federico Trillo, enemistad, empecinamiento y crueldad encarnizada protagonizadas paradójicamente por los miembros de un partido político responsable de los más graves delitos, desde el expolio de los fondos reservados para enriquecimiento personal hasta el crimen de Estado simbolizado en los huesos, pelados por la cal viva, de Lasa y Zabala. Nuestros socialistas, mientras sacaban de la cárcel o impedían que entraran en ella los responsables de esos crímenes, achacaban al ex ministro Trillo los muertos de un accidente inevitable y pedían su dimisión hasta del escaño en el Congreso de los Diputados. Esa persecución queda ya fuera de la ferocidad con que algunos entienden la lucha política, y entra dentro de la más repugnante conducta de un ser humano.

El último episodio que tiene como argumento las pólizas del seguro de los altos cargos es una prueba de la fruición frívola e irresponsable con que se han rastreado los archivos del Ministerio de Defensa buscando documentos en los que fuera posible basar alguna acusación, aunque fuese calumniosa. Como en estos disparos improvisados, salen muchas veces los tiros por la culata, resulta que esas pólizas de seguro existían desde los años en que los socialistas ocupaban y copaban el poder con los gobiernos de Felipe González. Todas las cargas de basura que sacaron de los sótanos a la luz para que cayeran sobre la cabeza de Federico Trillo han venido a cubrir la mollera desaforada de los propios socialistas.

A la vista de esta inmisericorde persecución contra un político honesto, habría que recomendar a la vicepresidenta primera del Gobierno Zapatero y al socialista y sin embargo amigo José Bono, lo que Felipe II recomendaba a alguno de sus ministros: «Sosegaos».

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