Nick Ashley: «Una consulta en Cataluña sería mucho menos civilizada que en Escocia»
Este escocés residente en España y experto en relaciones internacionales analiza las similitudes y diferencias entre Escocia y Cataluña
daniel ramírez
Nick Ashley (Edimburgo, 1961) nació en Escocia, pero sus ocho apellidos no llevan ni falda ni gaita porque el primero es de origen inglés, como sus padres. De niño no se sintió uno más en las tierras de Braveheart y, por ello, se fue ... a Inglaterra a la Universidad, quizá como consecuencia de «un rebote». Allí tampoco percibió una acogida total porque le recordaban su procedencia escocesa. Ahora, este profesor experto en relaciones internacionales observa desde Pamplona cómo, de forma simultánea, Escocia y Cataluña plantean un referéndum por la independencia .
¿Es fácil nacer en Escocia y tener apellidos ingleses?
En Escocia nunca me sentí realmente escocés. La gente me recordaba mi origen inglés. Lo hacían sin alevosía ni animosidad, pero me decían que no era del todo de allí. Luego, me fui a Inglaterra a estudiar la Universidad, quizá fue por un rebote, pero allí tampoco me sentía totalmente inglés porque venía de Escocía. No encajé a la perfección. Después me salió un trabajo como profesor en Pamplona y aquí estoy. En España nadie me recuerda que no soy una cosa ni la otra. Hago el papel de escocés porque tiene más gracia que ser inglés. Además, lo hago sin que nadie me mire las credenciales.
¿Triunfará el independentismo en Escocia?
Es curioso. En mi opinión, antes había más protagonismo separatista que a día de hoy. Ahora que tienen la oportunidad de separarse, no existe ese sentimiento tan fuerte que antes podía percibirse. En mis tiempos, sobre todo a través del deporte, había mucha animosidad cuando venía Inglaterra a jugar a Escocia. Recuerdo que, en los setenta, cuando Escocia ganó en Inglaterra, los aficionados saltaron al campo y arrancaron el césped. He conocido a gente que adorna sus casas con trozos de la hierba de Wembley. Los tiempos han cambiado.
¿Por qué?
Históricamente, los escoceses han sido emprendedores e inventores; basta con ver la creación de la máquina de vapor, la penicilina... Han entendido muy bien el concepto de servicio a los demás. Es inteligente porque saben que es una forma de ganar dinero. Por eso, se cuida mucho el trato a la gente. Por ello, estoy seguro de que, hoy, un turista inglés en Escocia sería tratado igual de bien que cualquier otro.
¿Cómo se respira la rivalidad a pie de calle entre ingleses y escoceses?
En Inglaterra esta rivalidad se ha llevado con menor intensidad que en Escocia. La gente pasa. Incluso estoy convencido de que muchos ingleses tienen cariño a Escocia. Les daría pena la separación. Son los escoceses los que tienen la espina clavada de haber perdido la batalla de Culloden. Pero hay que tener en cuenta una cosa: esta batalla, la última en tierras británicas, no fue entre ingleses y escoceses, ya que por aquel entonces Escocia ya estaba unida a Inglaterra, sino entre jacobitas y la casa de Hannover. Además, Inglaterra no es una nación muy unida.
¿A qué se refiere?
Existe una gran diferencia entre el norte y el sur. Londres, la city, Oxford, y este tipo de sitios concentran toda la riqueza. Por ejemplo, el carácter de la gente de Newcastle es más parecido al escocés. Además, en la zona sur de Escocia hay mucha afinidad con los ingleses debido al comercio. Así se produjo una inevitable mezcla de razas. De hecho, mi madre era de esa zona y tenía el mismo apellido escocés que el del inventor del teléfono: Alexander Graham Bell.
¿Qué pasará en las urnas? ¿Cree en el sondeo que dio la victoria al independentismo escocés?
El último debate televisivo fue muy malo para los del «No» porque el político que los representa es soso. En cambio, Salmond, el nacionalista, es un político nato, un gran orador. De todos modos, justo antes del voto la gente se llena de coraje, pero a la hora de la verdad, todo vuelve a cambiar. La racionalidad entrará en juego en el momento en el que vayan a las urnas. El voto del «Sí» es más un movimiento. El del «No» es un pensamiento racional. Los políticos nacionalistas han podido bajar la edad del voto a 16. Esto les ha venido muy bien porque a la gente joven le gusta el cambio. El dar un giro en tiempos de crisis se vende muy bien; levanta los corazones de la gente. Pero a la hora de votar tienen que recordar que esto es para siempre. Creo que al final les entrará la racionalidad porque pensarán: ¿qué va a pasar con Europa? ¿Y con la libra? ¿Cuánto nos durará el petróleo? Sea lo que sea confío en que la gente sepa aceptar la decisión final con un corazón abierto.
¿Qué diferencias ve entre el proceso soberanista escocés y el catalán?
Si se votara en Cataluña un referéndum por la independencia, me temo que sería menos digno, más violento. Allí, en Reino Unido, se ha desarrollado todo con mucho respeto por ambos lados. Creo que salga lo que salga, la gente escocesa saldrá adelante porque son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. En España se sigue teniendo mucho en cuenta el pasado. Creo que se tendría que olvidar, abrirse y escucharse más entre los implicados.
¿Ha estado alguna vez en Cataluña?
Sí.
¿Qué sensaciones tuvo en cuanto al sentimiento nacionalista?
Mis experiencias allí han sido pocas. Quizá haya tenido mala suerte, pero me he llevado un mal sabor de boca. Preguntaba en castellano y me contestaban en catalán. Percibí un trato poco anfitrión. Esto no me parece cívico y, además, no es una forma inteligente de ganar dinero ni de conseguir objetivos políticos.
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