El escándalo de los EREs: el peor «bautismo» para el nuevo liderazgo del PSOE

De lo que decida el alto tribunal dependerá que Sánchez pueda hacer efectivo aquello que prometió en la clausura del congreso socialista, el pasado 27 de julio: su PSOE será el de la «honradez intransigente». «No me temblará la mano» para echar a los corruptos , añadía entre los aplausos de los suyos.

Hasta ahora, la estrategia de la dirección socialista que encabezaba Alfredo Pérez Rubalcaba ha sido «seguidista» de la de los socialistas andaluces, según reconocía hace semanas a ABC un miembro de la misma: «respeto» a la instrucción e insinuaciones contra la jueza Alaya por su partidismo en la instrucción. Ahora, eso ya no vale porque cada diligencia que abra el Tribunal Supremo, cada comparecencia de los «preimputados» en sede judicial, significará una vía de agua en la estrategia que ha preparado Sánchez a partir de septiembre: combatir a Podemos hablando más de desigualdad y problemas socioeconómicos que de territorialidad, para volver a controlar una agenda política.

De hecho, una de sus primeras decisiones ha sido retrasar sine die las propuestas sobre federalismo que iba a presentar Rubalcaba en el Congreso a la vueta del verano.

Sánchez, y Susana Díaz, se van a ver obligados a hablar día sí/día no, durante meses, de irregularidades presuntamente cometidas por el PSOE andaluz en treinta años de mandato. Y en el caso de la presidenta de la Junta, a ello se suma el presunto fraude en los cursos de formación, asunto sobre el cual IU, su socio de gobierno, ya ha amenazado con exigir una comisión de investigación en el Parlamento regional.