El último informe daba al etarra Bolinaga tres meses de vida en octubre

Han pasado diecinueve meses de aquel primer informe, y aunque parece que ahora sí que la vida del etarra se está apagando de forma definitiva, con una agonía lenta, como la que tuvo que sufrir José Antonio Ortega Lara durante sus 532 días de cautiverio, lo cierto es que a día de hoy el verdugo del funcionario de Prisiones también ha sobrepasado en casi dos meses la fecha que le puso como tope el último informe médico de octubre de 2013 : le quedaban entre tres y cuatro meses de vida. Hasta febrero.

Tras haber intentado sin éxito hasta tres tratamientos (el primero de radioterapia y el segundo de tipo placebo), el etarra ha tirado la toalla de forma definitiva. Y si en los últimos meses sus abogados pedían permiso al juez central de Vigilancia Penitenciaria, José Luis Castro, cada vez que iba a revisiones hospitalarias, ya hace un tiempo que no sale de casa ni para eso y las únicas comunicaciones que llegan a Castro son las que le informan a posteriori (por razones obvias) de que Bolinaga ha estado horas antes en Urgencias por episodios como sangrados.

Pocas muestras de arrepentimiento ha dado Bolinaga cuando ha tenido oportunidad de hacerlo. Condenado en sentencia firme por el secuestro de José Antonio Ortega Lara y los asesinatos de los guardias civiles Mario Leal Vaquero, Antonio López y Pedro Galmares, el etarra se negó a revelar el paradero Ortega Lara cuando fue detenido y el funcionario de prisiones todavía estaba secuestrado. Su comentario fue: «Que se muera de hambre ese carcelero». Más recientemente, ya en libertad condicional por enfermedad «terminal», se le preguntó con cámara oculta en el rellano de su domicilio si se arrepentía de lo que había hecho. Ni se lo pensó: «No me arrepiento de nada», dijo. A su llegada a Mondragón, donde residen varias víctimas de ETA, Uribetxeberría recibió un «ongo etorri» (acto de bienvenida), aunque un tanto descafeinado por el temor a que la Fiscalía denunciara la provocación y el terrorista regresara a prisión.

Embargado por el odio que sin duda sintió tras su detención, porque Ortega Lara recuperaba la libertad mientras él iba camino de prisión en 1997, Jesús María Uribetxeberria no tuvo reparo en morir matando si con ello segaba la vida de sus últimas víctimas antes de de quedar entre rejas. Así, al ser trasladado desde San Sebastián rumbo a Madrid para declarar en la Audiencia Nacional estuvo a punto de provocar un accidente. Cuando el coche en el que era conducido rebasó a dos motoristas de la Guardia Civil, a la altura de Burgos, se abalanzó por sorpresa sobre el conductor con la intención de que diera un volantazo y chocara contra las dos motocicletas. Los agentes de la Benemérita que lo custodiaban lograron reducirlo y evitar que «muriera matando».

La excarcelación de Bolinaga fue utilizada en su momento por sectores de la «izquierda abertzale» como «bandera» para exigir la puesta en libertad de otros etarras con enfermedades presuntamente graves. La plataforma que impulsó aquellas movilizaciones fue Herrira, descabezada el pasado mes de septiembre por la Guardia Civil, tras probar, entre otras acusaciones, que era continuación de las ilegales Gestoras pro Amnistía y Askatasuna.