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en la muerte de adolfo suárez

Una «privilegiada» sepultura

En 2001, aún reciente la muerte de su esposa, Suárez pidió al Cabildo el permiso para ser enterrado en la Catedral de Ávila

Una «privilegiada» sepultura abc

a.b. hernández

Acababa de fallecer Amparo Illana cuando el propio Adolfo Suárez hizo llegar al Cabildo Catedralicio y al obispo de Ávila una solicitud «personal y de privilegio» para que, cuando llegara el momento, sus restos y los de su esposa pudieran recibir sepultura en la histórica Catedral de San Salvador. En 2001, con el expresidente aún en plenas facultades mentales, el prelado Don Adolfo García Montes aceptó la petición del abulense valorando la concurrencia de dos requisitos excepcionales: «la relevancia social del personaje y su condición católica, ejercida públicamente y de forma significativa como creyente y persona de la Iglesia». Como lugar sagrado la seo está reservada para los obispos, así que se decidió que el claustro gótico anexo al templo era el lugar «más digno posible» para acoger las exequias del impulsor de la Transición.

Arrancó entonces el trabajo arqueológico obligado para decidir la ubicación de la tumba, puesto que los pasillos del atrio del siglo XIV habían sido utilizados históricamente como cementerio de canónigos y deanes. Hace ya más de cuatro años que «todo estaba preparado», explicó ayer el deán de la Catedral, Fernando Gutiérrez, que recordó cómo los trabajos se agilizaron «desde la máxima discreción» después de una de las hospitalizaciones del primer presidente de la Democracia.

Así, junto a la pared arcosolio, apenas a un par de metros de la placa que recuerda el descanso «en libertad» de Claudio Sánchez Albornoz -historiador y último presidente de la República en el exilio-, espera la llegada del féretro de Suárez un nicho que desde ayer por la mañana ya no está vacío. A primera hora tuvo lugar en la Capilla de Mosén Rubí la exhumación de los restos de Amparo Illana, que en compañía de amigos y familiares fueron trasladados hasta su nuevo destino, donde compartirá la eternidad junto al padre de sus cinco hijos. «Se tocan dos puntos de la normalidad institucional», llegó a decir el canónigo abulense al referirse a los ilustres personajes históricos que desde hoy, «juegos del designio divino», reposarán tan cerca.

Antes tendrá lugar la misa funeral presidida por el obispo, don Jesús García Burillo, y celebrada por medio centenar de sacerdotes en un ritual de exequias que se augura «singular» sólo por la asistencia de personas de gran relevancia social y sus medidas de seguridad. Con capacidad para 4.000 personas, se prevé que la Catedral se quede pequeña para acoger a todos los que quieren dar el último adiós a Adolfo Suárez. El presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, ya había confirmado su presencia, como también lo habían hecho el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz; las máximas autoridades regionales y abulenses; el expresidente José María Aznar, Rodolfo Martín Villa y un largo etcétera.

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