Ruth Ortiz: «Bretón no siente cariño por nadie, los niños y yo solo éramos su posesión»

«Ahora mismo necesito estar sola, pero no me voy a mover de Huelva porque quiero estar muy cerca de las personas que me quieren y me dan cariño», señala de forma escueta cuando se le pregunta cuáles son sus planes de vida inmediatos.

Para iniciar ese futuro, Ruth Ortiz necesita imperiosamente cerrar el pasado, y eso exige poder enterrar a sus dos hijos, algo que, por el momento, le niega la Justicia. «Estoy regular por la negativa del magistrado. Que me entregasen los huesos de mis hijos me permitiría empezar de nuevo y seguir para adelante. Cerrar el duelo», reconoce.

De la prudencia al silencio

La madre de los pequeños Ruth y José –de seis y dos años, en el momento de su muerte– asegura que la providencia del pasado jueves del juez Pedro Vela, en la que le niega ese deseo, le ha caído como un jarro de agua fría: «Tenía esperanzas de que saliera adelante la opción del traslado de los restos a la comisaría de Huelva. Todo se había hablado con la Policía y estaba de acuerdo, pero visto lo visto creo que no me va a quedar más remedio que esperar hasta que la sentencia sea firme», indica resignada después de que su abogada le comunicase, en la noche del miércoles, la negativa.

Si en algo ha cambiado Ruth Ortiz en estos casi dos años de sufrimiento, ha sido en su manera de referirse a José Bretón. Del miedo y la prudencia de sus primeras declaraciones, en las que parecía hablar a instancias de los investigadores en busca de una pista sobre el paradero de los niños, pasó al silencio más absoluto cuando el profesor Etxeberria confirmó la terrible noticia. Ahora, tras el veredicto, solo hay frialdad y desprecio hacia el asesino de sus hijos.

«Cuando escuché el veredicto tuve un cúmulo de sensaciones contradictorias. Por un lado, un fuerte alivio porque le declaraban culpable , pero también una inmensa tristeza por todo lo que ha pasado», indica Ruth Ortiz, que, tras una breve pausa, añade: «Que un padre mate a sus hijos no entra en ninguna cabeza».

«No tengo ganas de volver a mirarle a la cara»El pasado 12 de julio, Ruth Ortiz se sentó en la tercera fila de bancos de la sala de vistas de la Audiencia Provincial de Córdoba. Absorta en sus pensamientos y con la mirada perdida, escuchó uno a uno los puntos de un veredicto que desmontaba de forma definitiva la coartada de José Bretón, sentado en el banquillo de los acusados, a escasos diez metros de ella. «No le miré en ningún momento. No tengo ganas de volver a mirarle a la cara ni creo que ya me lo vaya a encontrar por casualidad en ningún momento», indica con una voz firme.

¿Podrá perdonarle alguna vez lo que le hizo? La respuesta es clara: « No, nunca », señala antes de caer de nuevo en la tristeza por el recuerdo de sus dos hijos: «Había opciones (pausa). Había más opciones antes de hacer lo que hizo, que, por supuesto, no era una opción», indica.

Del juicio contra su exmarido, también recuerda con especial enfado la declaración de la perito policial Josefina Lamas, que confundió el origen de los huesos: «También me parece una mala persona, sin humildad, muy prepotente y orgullosa. Quiso que prevaleciera su orgullo y prestigio profesional antes que mostrar la verdad de un caso tan duro como este. Me resulta lamentable».

Recuerdos de pareja

Cuando Ruth echa la vista atrás, recuerda los años que pasó al lado de José Bretón y no tiene problemas en admitir que le quiso y que hizo todo lo que estuvo en su mano para salvar su matrimonio; pero, debido al carácter de su exmarido, sus esfuerzos resultaron vanos. «Es inflexible e intolerante, es una persona a la que no se le puede llevar la contraria, ni siquiera darle tu opinión o tratar de llegar a un acuerdo en los asuntos más cotidianos», asegura.

«Cuando le conocí, no era la persona que es ahora. Bueno, sí lo era, pero lo fingía y lo disimulaba muy bien. No lo ha hecho solamente conmigo, sino con todos sus amigos. Se ha pasado toda la vida representando el papel de una persona que no era. Él mismo me confesó en una ocasión que se había creado una máscara», señala Ortiz.

El disfraz de Bretón se cae cuando la familia se traslada de Huelva a El Portil. «Ahí ya no tenía que fingir porque mi familia no estaba cerca y apenas teníamos vecinos. En ese momento se destapó su personalidad», rememora Ruth, que asegura que se mudó a la localidad onubense «para tratar de salvar nuestra relación, porque, aunque él no lo crea, yo sí le he querido . En aquel momento yo todavía tenía los ojos cerrados y no sabía con quién me había casado. Lo intenté por todos los medios, porque yo entiendo que el matrimonio es para toda la vida, pero llegó un momento en el que no podía más. Me estaba haciendo profundamente infeliz», señala.

Ruth recuerda que en ese momento de la ruptura –en agosto de 2011– «le dije que nuestra relación estaba muy mal y que algo teníamos que hacer. Ese día me atreví a decirle que fue un error casarme con él porque no era la persona que yo creía».

«Quererles no los ha querido. Los niños, al igual que yo, eran su posesión»Ahora, cuando se le pregunta si sabe con quién se casó, Ruth no tiene pelos en la lengua: « Me casé con una mala persona y me he dado cuenta muy tarde . Es un psicópata, aunque los psiquiatras no lo diagnostiquen como tal. Para mí es un psicópata absoluto», afirma en referencia a su exmarido.

Ruth Ortiz considera que Bretón « es incapaz de sentir cariño por nadie . Yo era un objeto de su posesión, él cosifica a las personas». En esta ausencia total de cariño, Ruth Ortiz incluye a sus hijos: «Quererles no los ha querido. Lo que ha tenido es la costumbre de estar con ellos. Los niños, al igual que yo, eran su posesión».

«Lo pasará mal en la cárcel»

Si la memoria de sus años con Bretón es vívida, mucho más la del momento en el que su entonces marido le comunicó que había perdido a sus hijos. « Pensé que era una llamada de atención, uno de sus chantajes para que yo me desplazase a Córdoba . Cuando aquella noche –el 8 de octubre de 2011– interpuse la denuncia de malos tratos y me confirmaron la desaparición, supe que nunca volvería a ver a mis hijos», recuerda.

Durante los angustiosos meses sin noticias de sus niños, Ruth Ortiz reconoce que albergó esperanzas de recuperarlos con vida . «Mi instinto de madre me decía lo contrario, pero las personas que estaban a mi lado y me daban ánimos me hacían pensar en positivo. Lo que nunca pude imaginar es lo que realmente les había hecho».

Ahora, con Bretón entre rejas, Ruth Ortiz no duda de que sus alardes sobre el dinero que va a conseguir por una presunta exclusiva o su aparente frialdad ante la condena que le espera no son más que bravuconadas para llamar la atención.

«Es capaz de manipular a todo el que tenga alrededor»« Estoy segura de que lo está pasando mal en la cárcel . Él es una persona muy escrupulosa, que le gusta tenerlo todo a su manera. Lo que dice o lo que se está publicando sobre él no es más que un nuevo personaje que se ha creado en prisión. Estoy segura. Él tiene esa capacidad para adaptarse y es capaz de manipular a todo el que tenga alrededor», indica la persona que sin duda mejor conoce y más ha sufrido a José Bretón. Al que nunca se refiere por su nombre o su apellido. Como si quisiera desterrar la memoria del que fue el padre y asesino de sus dos hijos.