110 motivos para admirar a españa
Castilla y León: un contrapeso, un futuro abierto
«Los tesoros que Castilla y León alberga son, por extensión, los tesoros de España»
antonio colinas
Necesidad, ante todo, de deshacer esos tópicos diarios en torno a nuestra Comunidad que afloran irónicamente en las conversaciones de los que suelen estar lejos y/o no nos conocen. Por ejemplo, que lo «castellano» es algo que comienza en el Ebro y acaba en ... Tarifa, o en los montes gallegos; o que somos una Comunidad que siempre estuvo contra algo, sin valorar nuestra desposesión secular; o quienes nos confunden con los ministerios de Madrid, con sus poderes de decisión; o los que se asombran e insidian ante el florecimiento extraordinario que hoy poseen nuestros escritores. Son tópicos realísimos, por malsanos, a los que ni siquiera nuestros chauvinistas responden.
Quienes creemos en la idea de Miguel Torga de que de lo más local puede nacer lo más universal, padecemos especialmente estos tópicos, pues no nos hemos mantenido en la ceguera de que «lo nuestro es lo mejor», sino que objetivamos —a veces por abandono— el amor hacia nuestra tierra. (Ya he fijado en otro texto cuál es el proceso —difícil, pero fecundador— de lo que le sucede a un castellano y leonés que regresa a su tierra, se instala en el medio primordial de la misma —el rural— y prueba a reconstruir su vida.)
Esta apuesta por nuestras raíces es una actitud valiosa, para los que regresan y para los que viven en ella. ¿Qué raíces son éstas? Por supuesto las de la tierra natal, que nos permiten crecer —como a nuestra vegetación— en condiciones muy adversas. Resistencia frente a la incomprensión. A la vez, quienes contemplamos la realidad desde la independencia y con sentido de universalidad, creemos en la confraternización con otros territorios, pues habitamos una Comunidad que ha dado humanamente más de lo que ha recibido. De este darse ha sido prueba años atrás la sangría de la emigración, gracias a la cual se desarrollaron mejor los territorios «históricos». En lo que respecta a la idea de Comunidad, creo que la conjunción copulativa y (Castilla y León, esa dualidad en la unidad), deshace las tensiones. Los dos grandes territorios, con sus peculiaridades físicas y sociológicas, deben ser algo enriquecedor. La Historia nos lleva a fundamentar nuestro presente y nuestro futuro. No sólo porque haber sido uno de los troncos vigorosos de la unidad española sino porque nos ha proporcionado el mayor patrimonio histórico-artístico de España y uno de los mayores de Europa, junto al italiano. Esta constatación conduce a valorar algo evidente: los tres «tesoros» que posee la Comunidad. El primero, su lengua, el castellano o español (cierta utilización despectiva de ambas acepciones también cabe ponerla en el haber de las insidias). En segundo lugar, el ya mentado patrimonio histórico-artístico. En tercer lugar, los extraordinarios espacios naturales, en una Europa superpoblada y masificada, o con unas zonas costeras muy alteradas urbanamente. Nuestros extensos espacios naturales (no sólo los Parques Naturales), que permiten programar (¡todavía!) un desarrollo en equilibrio y armonía, no saqueador, no contaminador, no masificador.
El ser humano va hacia un nuevo paradigma, por más que se cacaree la «globalización». El siglo XXI será humanista o no será, diremos parafraseando otro pensamiento radical. Atrás quedará la idea de una sociedad «desarrollista», que no desarrollada, «industrialista», no razonablemente industrializada, maxiurbanizada, no justamente atendida en sus servicios básicos. «El sueño de la razón produce monstruos», y pocos tan notables como el de un desarrollo centralizado y desvertebrador, que desprecia el medio rural (del que nos viene lo insustituible: el oxígeno y el alimento). Aquí es donde nos aproximamos a un cuarto tesoro que nuestra Comunidad posee: el de su medio humano. No sólo hay que devolverle a nuestro predominante medio rural lo que se le arrebató en el pasado sino cimentar un progreso próspero y armónico. Agricultura, turismo, ganadería, riqueza forestal, alimentación, ricas cuencas fluviales, pequeñas industrias de transformación, son factores prioritarios. Contamos también con el don de la liberalidad, de ser territorio hospitalario. Quizá por ser tierra de paso. El Camino de Santiago, que cruza nuestra tierra por el norte nos trajo la cultura europea. Por la Vía de la Plata arriba se salvó en la Tebaida leonesa otra cultura y el cristianismo tuvo en esta zona una de las primerísimas fundaciones españolas. Lo trajo una legión romana, que al parecer no sólo venía atraída por el oro de Las Médulas. A mitad de esa Vía se halla el espíritu renacentista de Salamanca, que va del son órficopitagórico de Fray Luis al Derecho de Indias.
Ese afán de hablar claro lleva a confraternizar profundamente con la realidad que es España; una idea fecunda por precoz en Europa, unidad pródiga fundamentada en su rica y respetuosa diversidad. Universalizar las raíces;humanizar los espacios olvidados y reforzar sus atenciones primarias; aprovechar los recursos naturales; mimar nuestro Patrimonio y, sobre todo, ser conscientes del valor de nuestra lengua, la segunda más hablada del mundo, que para su «explotación» ya quisieran otros.
Esta visión no sería posible sin lo que esta tierra ha sido en el pasado, pero sobre todo sin las enormes posibilidades de futuro. «Tesoros» en un mundo que persigue caminos de compleja masificación y exacerbación, de descreimiento y de crisis, de tensiones suscitadas por la «filosofía del todo vale», de hipocresía, relativismo o criterios exclusivamente materialistas.
Y abordar esos dos retos que nuestro medio rural suscita: los ancianos y los jóvenes. Los primeros, porque plantean un problema que es un don: el de la longevidad en nuestra Comunidad (la más elevada del mundo, nos dicen, junto a la de Japón). Notable es también la calidad de la enseñanza para quienes conocen la crisis de este sector, pero que nada supone si nuestras mejores mentes se ven luego obligadas a alejarse. El papel de Castilla y León en España es clave por su capacidad para un desarrollo natural y armónico, como contrapeso precioso. Por eso, los «tesoros» que Castilla y León alberga son, por extensión, los «tesoros» de España. Y nuestros problemas y soluciones los de la nación española. Encontrar nuestro futuro desde las raíces. Y, como la libertad, pensar que el desarrollo y el progreso no es algo que se nos concede gratuitamente, sino que brota de dentro a fuera, de cada uno de nosotros. Lo comprendo en las comarcas limítrofes, las más alejadas de nuestra extensa Comunidad, entre montañas y valles hermosos, o en esa inmensidad del «mar de tierra», del oro de los cereales, contemplada desde las alturas de Urueña. En esas soledades aún resisten personas que trabajan sin reparar en climatología u olvidos. Y que apuestan por ellas.
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